jueves, 16 de marzo de 2017

Camboya 3. Monos y elefantes

La víspera por la tarde, nos detuvimos a ver unos monos en un bosque. Casualmente, llevaba una bolsa de almendras para saciar el apetito cuando hiciera falta, pero la utilizamos para alimentarlos.

Cometí una irresponsabilidad al dar de comer a los monos y al permitir que lo hicieran mis amigos. Durante años, había gestionado numerosos reconocimientos clínicos de los monos del Parque de Cabárceno en Cantabria, pues atacaban con cierta frecuencia a los visitantes que les alimentaban.

Pude comprobar el distinto carácter de cada animal; desde una tranquila adulta que descascarillaba las almendras, a la actitud maternal de una hembra con su cría, pasando por el agresivo macho alfa de la manada, que no pedía, sino que exigía la comida.

Recuerdo que le daba las almendras con la mano derecha, pero me atrapaba la izquierda, pues sabía que las cogía de allí. Cuando se me acababan, me puse en pie y tiré la última a un par de metros, para quitármelo de encima. No fue así con Álvaro pues se le colgó del pantalón exigiendo más alimento.

Al día siguiente, montamos en elefante, paseando delante de la Terraza del elefante y la Terraza del rey leproso.

A medio trayecto, pedí al conductor que me dejara sentar en el cuello del elefante, accediendo de inmediato. Lo que no me esperaba es que él descendiera del animal. Recogí las piernas, para evitar confundir al animal y que este interpretara que debía correr. Supo enseguida que no sabía darle órdenes y se dirigió a un árbol para comer hojas.

Una pléyade de monos, que estaba en sus ramas y a la altura de mis ojos, se pudieron histéricos y francamente, me inquieté bastante.

No terminarían aquí las emociones. Un enorme globo amarillo, se erguía orgulloso en el cielo. Hacía años que soñaba elevarme en uno de estos ingenios. Sabía que era peligroso, pues el sobrino de una compañera, se había matado volando en uno de ellos y supe de accidentes parecidos en la Capadocia, Turquía.

No parecía ser muy arriesgado, pues estaba anclado a tierra con un potente cable metálico, pero allá en las alturas, una fuerte ráfaga de viento tumbó el globo y sentí escalofrío.

Cuando recuperé la serenidad, disfruté de un hermoso paisaje, en el que pude divisar el templo de Angkor Wat, una maravilla arquitectónica que acabábamos de disfrutar y sufrir, pues hubimos de superar enormes escalinatas para llegar a su cumbre.



 

Con el macho dominante

Con una mona y su cría
Esta prefería otro menú



Este mona, sabía abrir la botella, beber y volver a cerrarla


  




Elefante en la plataforma de embarque
El contacto con el animal fue emocionante. Comprendí entonces,
el amor que se profesan hombre y animal, cuando crecen juntos y
permanecen juntos durante toda su vida.



Observar el mundo a los lomos de este magnífico animal, da una
cierta sensación de poder







Los turistas de a pie nos dejaban pasar; tal vez por vernos o tal vez, por si acaso








Fue aquí cuando el elefante se puso a comer, alborotando a los monos del árbol
Me inquieté un poco, dada la experiencia del día anterior con ellos.
Sueño realizado     


 


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