He vuelto de un largo viaje y por ello, no he escrito en el blog.
Ha sido un largo tiempo de mochila y pasaporte, de aviones, trenes, tuk tuks, barcazas y piraguas; de calores y sudores; de olores y sabores extraños; de ojos rasgados y narices cortas; de humanidades aglomeradas; de caos, ruidos y ajetreos.
Durante muchos días, he debido expresarme con gestos y sonrisas, sin tener incluso la garantía de no equivocarme, pues a veces, los signos de respeto y convivencia, también se escriben de otra forma, en el lenguaje corporal de las distintas civilizaciones.
Mi brújula había marcado el este. Al este del este, es decir, al Lejano Oriente, aunque tuviera que pasar por el Oriente Medio.
Tierra de Budas, búfalos, elefantes, monos y arrozales; donde los monjes van en azafrán y los paisanos te saludan juntando las manos y ofreciéndote una reverencia en señal de respeto.
He estado en Vietnam y Camboya, disfrutando de la diversidad de un mundo que a pesar de ser una aldea global, gracias a las intercomunicaciones, se me antoja muy grande, inabarcable y hermoso.
Un mundo herido en su ecosistema, con profundas diferencias socio económicas; donde nadie es forzosamente mejor ni peor, sino diferente, aunque a veces, parezcamos hijos de un dios menor. Un mundo de grandes paisajes, que siempre impacta las mentes abiertas a la curiosidad y a los sentimientos.
He visitado y vivido parte de la antigua Indochina colonial francesa, donde su huella se borra rápida e inexorablemente, con la desaparición de las viejas generaciones. He realizado un viejo sueño juvenil, surgido de la guerra de Vietnam, la de mi generación, aunque no de mi país y alimentado por los recuerdos de la película Indochina, que paseó ante mis ojos, paisajes mágicos que algún día, es decir, ahora, pisaría con mis viejas botas.
He vuelto, sí; cargado de emociones y de miles de fotografías. Tengo el alma colmada de felicidad y mi cráneo es como una jaula de colores y siluetas, que deseo volcar en mi blog.
Deseo compartir la felicidad del camino con quienes no han tenido aún el privilegio de disfrutar la alegría de un pueblo enormemente joven y activo, pero que conserva las tradiciones, la sabiduría y la filosofía de una milenaria cultura.
He vuelto y desde hoy, escribiré colores y sentimientos para que en común unión, mis amigos y desconocidos lectores del mundo, viajéis virtualmente conmigo al paraíso de Oriente
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