Viajamos desde Hue a Hoian por carretera, a través del paso Hai Van (océano de nubes). El paísaje no estaba mal y el nombre era muy sugerente, pero viniendo de Cantabria, digamos que no nos emocionó especialmente, pues conocemos mejores paisajes de montaña.
Al día siguiente tuvimos una jornada bastante variada y agradable. Aprendimos a montar en búfalo, pero esta vez, en uno de los que usan para el cultivo del arroz. Fue una experiencia bonita, aunque en un primer momento, estuve a punto de aterrizar en el suelo.
Más tarde, recorrimos un brazo de mar para aprender a remar ronda barco o cesta de botellas. No fue fácil, aunque Álvaro, como capitán de yate, pareció jugar con ventaja.
Durante la guerra de Vietnam, el vietcong utilizaba estas barcas para atacar a los norteamericanos. Se escondían entre las palmeras de agua y surgían inesperadamente.
La tarde fue muy agradable. Hoian era algo anodina durante el día, pero al anochecer, se encendían miles de farolillos de seda confiriendo a la población un aspecto lúdico y multicolor. Había paseos nocturnos en el río y se echaban al agua pequeñas bandejas con una vela encendida, para pedir un deseo.
Había numerosos turistas, aunque la mayoría de ellos, eran de países asiáticos. Coreano, chinos y japoneses, pululaban por sus calles, casi hasta hacerlas intransitables.
Visitamos varios monumentos de la ciudad, vivimos las calles de la noche y admiramos el trabajo de sastres de urgencia, capaces de hacer un traje en 20 horas.
Fue un día espléndido y hermoso. A la mañana siguiente, casi al amanecer, nos trasladamos al aeropuerto de Da Nang, donde cumplidos los trámites y pasados los controles oportunos, nos embarcamos hacía la ciudad de Ho Chi Minh, la antigua Saigón.
Red de pesca
Playa que desaparece por un espigón mal planificado
Nuevo sueño cumplido
El cowboy de oriente
Concurso de canto de pájaros cardenales
Bicicleta con cuadro de bambú
Entramado para que los gusanos de seda hagan los capullos
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