sábado, 2 de abril de 2016

La nube

Mi cuerpo y mi mente, han estado sometidos a una enorme presión.

Finalizar un importante y laborioso trabajo, superar una intervención quirúrgica y convivir con 4 nietos en casa, siendo la mayor de menos de 5 años, es una prueba de alta resistencia. Algo así, como una mezcla de "Al filo de lo imposible" y "Supervivientes"

En 24 horas, habré recuperado la paz del eremita. No me tropezaré con juguetes por la casa; mis zapatillas estarán en su sitio; el reloj de péndulo, seguirá dando campanadas; las comidas tendrán el sosiego del jubilado; las galletas no habrán desaparecido y nadie me manchará el pantalón con chocolate.

Vuelve el orden a casa, o más bien, mi aceptable caos personal. Vuelve la rutina, el tiempo de las flores, las miradas a los pájaros y la vida de sosegado paisaje.

Ya ha emigrado la primera avanzadilla familiar. Mis nietos vuelven a sus lugares de guerra y yo me sumiré en una plácida melancolía. Me sentiré flotando en mi nube personal, desperezándome al calorcito del sol tras los cristales, desayunando mis caprichos al horario desarreglado, hecho un solitario macho alfa venido a menos, tras muchos calendarios arrancados.

Las cálidas burbujas del spa, los documentales de historia en la televisión, un menú compartido con un amigo, las olas del Sardinero sin turistas...., son los pequeños grandes placeres de un viejo en buen estado de uso y conservación.

Me sentiré como un cohete espacial, desprendiéndose de los fuselajes de lanzamiento, hasta flotar solitario en el espacio, como una nube, a la espera de nuevas turbulencias de hijos, nueras, nietos, pañales, estridencias, tropiezos y sobredosis de vida.

Esto es lo que yo entiendo por felicidad.



 






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