jueves, 21 de abril de 2016

Pecados

He crecido y me he educado en ambiente católico. Tengo calado hasta los huesos el concepto del pecado y de la culpabilidad.

Ello ha supuesto en mi un estado de conciencia que ha reprimido muchos instintos y me ha creado problemas personales, por comisión y por omisión.

Doctores tiene la "Santa Madre Iglesia" y no voy a discutir lo que muchas personas más doctas que yo transmiten a los demás, aunque yo, en el terreno personal, acepte o no algunas afirmaciones.

De hecho, con los años, he relativizado muchas creencias, algunas, incluso calificadas como "Dogma de fe".

No trato de convencer a nadie en uno u otro sentido, pero si procuro vivir con mi conciencia, eliminando los prejuicios y las prohibiciones propias de un mundo muy apolillado.

El Papa Francisco, consciente de la pérdida de sintonia de la Iglesia católica con sus feligreses, ha abierto ventanas y se adapta a velocidad de crucero, a la mentalidad del siglo XXI, no sin cierta resistencia, de las mentes eclesiales ancladas en el intermedio del XX.

Cuando adolescente, creía que el único pecado era el de la sexualidad. Es cierto, que el ser humano debe controlarse, ser recio y responsable, pero no es normal, que los preceptos religiosos y los prejuicios, vayan contra la naturaleza humana.

De adulto, me doy cuenta, que son otros pecados los que merecen calificarse realmente así. Me refiero a la envidia, la soberbia, la gula, la ira y la avaricia.

De vez en cuando, cometo estos pecados y el que esté libre de culpa, que tire la primera piedra, pero al menos, para mi, el más difícil es el de la avaricia.

No es que me brillen los ojos contando "los parnés", es que no soy lo suficientemente solidario cuando debo serlo. Y lo peor, es que soy consciente del pecado.

Diariamente, veo la miseria por televisión y con cierta frecuencia, la vivo "pisando el terreno" en "países de pobreza y miseria" .

Sin embargo, no dejo de comprar caprichos personales, aún a sabiendas, que con lo que cuesta mi mundana alegría, vive una familia una semana.

Veo en los comercios, por ejemplo, la venta de relojes, como un complemento más, de forma que muchas personas, disponen de numerosos y costosos relojes.

No se trata de saber la hora, sino de mostrar un reloj, haciendo juego con el resto de la ropa.

Tienen razón los africanos, cuando dicen que:

"Los ricos tienen los relojes, pero los pobres tienen el tiempo"

He compartido muchos momentos, con familiares y amigos, que se "echan todo el dinero encima", vistiendo exclusivamente "ropa de marca", de determinada marca, diría yo, como símbolo de clase y de triunfo social.

Pienso, que no han tenido la oportunidad de ver en directo la miseria y el sufrimiento del Tercer mundo, cierran los ojos en el telediario o lo que es peor, obvian el sufrimiento ajeno, encalleciendo el alma y su conciencia.




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