Hace un par de días, compartí una encantadora velada con una pareja amiga desde mi juventud.
Ocurrió en Sevilla. Los había presentado 44 años antes y se habían casado. Siempre digo con satisfacción, que es un matrimonio feliz, porque no me han demandado por daños y perjuicios.
Siempre que nos vemos, nos fundimos en abrazos, nos sometemos al pim pam pum de la irónica dialéctica, intercambiamos los chistes del norte y del sur, compartimos un buen yantar y reímos largamente.
El tiempo y la distancia, no han borrado unos afectos largamente compartidos. Juntos nos sentimos bien y nos enriquecemos intelectualmente, aunque tengamos ideologías dispares.
Esta vez, me hicieron una pregunta muy esclarecedora. Me preguntaron por una persona querida y la cuestión fue: ¿Pero se ríe?
La risa es sana y además, refleja un estado de felicidad que todos deseamos.
El 5 de septiembre del 2015 publiqué el artículo ¿Qué quieren las mujeres?, aludía al extraño deseo femenino, de que los hombres las hagamos reír. No sabía entonces, interpretar el verdadero deseo de las mujeres.
No es que busquen un cómico que las entretenga, sino un hombre que las complete, las enamore y que las colme de felicidad. No es la risa por la risa, sino la risa de felicidad, que es mucho más ambicioso, mucho más profundo y hermoso.
En la vida, sufrimos altibajos, tristezas, angustias, temores, e incertidumbres, pero también alegrías.
Si las risas ganan a las lágrimas, es un signo externo de felicidad. Por ello, para saber si una persona es feliz, lo mejor es fijarse en su capacidad de reír, franca y netamente, sin muecas forzadas que oculten sus pesares.
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