domingo, 28 de agosto de 2016

Momentos raros

Los días y las noches se suceden, los meses van pasando, las estaciones se repiten incesantemente y la vida sigue su curso hasta que nuestro corazón deja de latir.

Nacemos, crecemos, llegamos a la plenitud de nuestro ser, nos mantenemos un corto instante en la meseta de nuestra cima vital y comenzamos el declive físico y mental hasta el mármol final.

Nuestro camino, está pleno de ilusiones, sueños, derrotas, decepciones, triunfos y alegrías. Nuestra senda, está colmada de anécdotas y de hechos o circunstancias a veces extrañas, imprevistas e incluso peligrosas.

Quien nunca se haya equivocado, es que miente o no tiene memoria. Quien nunca haya tenido anécdotas curiosas o sufrido situaciones cuando menos estresantes, es que no ha vivido. En definitiva, quien no haya tenido "Momentos raros" en su vida, es que los ha encerrado con siete llaves en el baúl de su conciencia y su corazón.

Yo soy de este mundo, he vivido muchos años y tengo una memoria suficientemente preclara, para recordar muchos momentos especiales., lo que no quiere decir que hayan sido siempre "halagüeños"

El hecho de ser escritor de afición, no significa que me olvide del dicho:

"Es mejor ser dueño de mis silencios que esclavo de mis palabras" 

Es decir, que no pienso "largar" más allá de lo que considere prudente, pues mi vida, como la de todos, tiene anécdotas que no tienen porqué trascender y "dar cuartos al pregonero"


"Que me incineren"

Sí, pero sin prisa, que aún me tengo que morir y a ser posible, muy viejecito, de muerte natural y sin sufrir. Pero que luego me incineren, por favor. Digo esto, porque  siendo estudiante de veterinaria, participé en unas pruebas de rendimiento cárnico, de vacas retintas de las marismas de Sevilla, divididas en dos grupos: unas con los ovarios y otras, con los ovarios extirpados.

Las marismas son húmedas y calurosas, por lo que la presencia de parásitos en el ganado, es muy elevada. Recuerdo que tras extirpar los ovarios de una vaca mediante una incisión abdominal, saqué el brazo pleno de vermes que tenía el animal en el abdomen.

No soy un mojigato, pero al verme así, sentí un cierto desasosiego y llegué a pensar lo que podría pasarme al fallecer, de ahí mi deseo de no ser pasto de los gusanos.


"Manos de sangre"

Mis manos pasarían con los años por otras experiencias  desagradables. Como director técnico de una importante empresa pesquera en Mauritania, debía atender y dar las subsiguientes explicaciones a cuántas personalidades visitaban la segunda empresa del país.

En una ocasión, se dejó caer por allí un famoso dirigente africano, que sometía a sus ciudadanos a una férrea dictadura, en la que las torturas y los asesinatos eran práctica corriente. Se trataba de Mobutu, el dictador del Zaire, que me dio la mano al saludarme en la visita que hizo junto al Presidente de la República, Mocktar Uld Dadá.

A mis 25 años, ya sabía la calaña del personaje y debo confesar, que su contacto y su mirada, me produjo cierto escalofrío.


"Barro, corbata y gallinas"

1976, Cantabria. Terno azul marino, camisa blanca, corbata y zapatos impecables. Monté en mi coche y me dirigí a una reunión en el Ayuntamiento de Castro Urdiales.

Mi vehículo se quedó sin gasolina y debí hacer autoestop hacia la gasolinera más cercana. Unos vendedores ambulantes de etnia gitana, pararon para recogerme. Abrí la puerta sin darles tiempo a advertirme que llevaban gallinas vivas sueltas.

Fue una catástrofe. Acabé apurado persiguiéndolas con sus dueños por un prado, Había llovido y cuando terminó la captura, tenía los pies y los pantalones con barro y algunas plumas adheridas al traje.

Cuando llené el depósito de gasolina, retorné a casa, disculpé mi inasistencia a la reunión y mientras me duchaba, pensé que no había sido el mejor día de mi vida


¿Mano podrida?

1979. Era el Delegado Territorial de Sanidad de Melilla. Una mañana, recibí en mi despacho a un musulmán que quería plantearme su problema. Le dí la mano, le invité a sentarse y me dijo que la Seguridad Social no le facilitaba el medicamento para curar su lepra, quedé estupefacto, perplejo y digamos que ..."aconcojado", por no expresarme groseramente.

Afortunadamente, todo quedó en un susto, y 37 años más tarde, tengo la mano en mejor estado que la mano incorrupta de Santa Teresa de Jesús.


"Un robo asqueroso"

1981, Melilla. El ejercicio de mi citado cargo, aún habría de proporcionarme numerosos "momentos raros"

Se había repetido la epidemia de cólera. Los servicios secretos me habían informado de casos de cólera en Fez, Marruecos y debí adoptar las medidas precisas para evitar su propagación en la ciudad e incluso cerrar la posibilidad de su extensión a la península, como ya había ocurrido en 1971.

Los marroquíes habían negado la existencia de la enfermedad, pero ésta había llegado a Nador y debimos restringir el paso fronterizo. Mi sorpresa fue conocer que el país vecino, nos acusaba de ser el origen del brote de cólera. Fue preciso "tomar prestada una muestra fecal" de un enfermo marroquí, para confirmar la existencia de la enfermedad y comunicar oficialmente el hecho a la Organización Mundial de la Salud.


"Drogado en acto de servicio"

Jamás me había drogado; ni siquiera había dado una chupada a un porro. Sin embargo, aquél día lo hice involuntaria pero intensamente.

Siempre en Melilla y como responsable de la custodia de la droga aprehendida, se habían acumulado varias toneladas de hachís y había sido advertido de un intento de robo de la mercancía.

Intentamos su destrucción por incineración en un acantilado de la ciudad. Estaba en forma de "pastillas de chocolate" y a pesar de emplear gasolina para iniciar el fuego, solo producimos una enorme humareda que inundó la ciudad.

El Servicio antidrogas de la Guardia Civil, el Juez y los funcionarios de mi Delegación, acabamos seriamente "fumados". Volví a casa con sensación de fracaso y con un doble dolor de cabeza.


"El gendarme tiñoso"

La frontera entre Marruecos y Argelia, había sido abierta, tras años de permanecer cerrada. Al cumplimentar los trámites de entrada en Argelia, puse en mi ficha que era "Docteur Vétérinaire". Aquéllo pareció entusiasmar al gendarme, quien prestó especial atención a la primera palabra.

Se quitó la gorra del uniforme y me mostró la enorme tiña que tenía en la cabeza, con el ruego de que le curara. Recordé un viejo remedio que aprendí de mi padre, también veterinario y le receté friegas de aceite con azufre.

Una semana más tarde, al salir del país por aquella frontera, me mostró feliz, su cabeza curada. Obvio decir, que cada vez que pasé por aquella puesto de control, fui atendido con afecto y agradecimiento.


"Sabotaje político equino"

 Ya en Cantabria, había seguido a Adolfo Suárez desde la UCD al CDS. Era el comienzo del final de la opción política de centro en España.

Había acudido a un pueblo de cuyo nombre no quiero acordarme, para dar un discurso junto a un candidato a eurodiputado. A duras penas, habíamos reunido en la plaza del pueblo a una veintena de paisanos.

Empecé mi intervención con cierto pesimismo que pronto se transformaría en consternación. Un zagal pasó por la plaza con un caballo para que cubriera una yegua en celo. El espectáculo pareció al auditorio más interesante que mis palabras y marcharon tras el caballo. Aquél día decidí dejar la política para siempre. 33 años más tarde, he mantenido mi decisión 







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