domingo, 21 de agosto de 2016

Viajar como un señor

Alguien dijo una vez, que:

"Un amigo, es aquél que te conoce bien y a pesar de ello, te quiere"

Tengo la suerte de tener ese amigo. Nos conocemos desde hace 40 años y aunque nos vemos poco, siempre que nos encontramos, nos sonreímos como si hubiésemos vivido juntos cada uno de nuestros días de vida.

Mi amigo es una gran persona y afortunadamente, tiene suficientes defectos, para ser un simple mortal. A veces es un poco introvertido, pero es un tío sano, noble y generoso, por lo que le acepto tal como es, en el paquete completo de su saber ser y estar. 

Me ha dicho en varias ocasiones que quiere hacer conmigo "un viaje por África". Yo sé lo que quiere: un África de mantel y copa de cava, ropa de hilo, habitación de lujo con ventilador, aire acondicionado, mosquitera y un todo terreno que le sirva los rugidos de leones sin arriesgar a pisar la sabana.

Comprendo su sueño y hasta puedo compartirlo puntualmente, pero lo mío no es ver un continente de escenarios artificiales, sino fajarme en la realidad africana, pisar el polvo y el barro del camino, oler el sudor de África, arriesgarme con cabeza si es preciso y adaptarme a los inconvenientes de la vida. En definitiva, conocer el África auténtica antes que ésta desaparezca totalmente.

Mi amigo sabe que viajo por el mundo, especialmente por África. Unas veces como consultor internacional y en algunos casos, viviendo en casas de gentes, a cambio de amistad, ayuda laboral e intercambio cultural.

Quienes leen mi blog, saben que no me ha importado ser profesor de español o vaquero a caballo en Australia, jardinero en la isla de la Reunión, recolector de maple o ceramista en Canadá, horticultor en Bosnia o constructor de un porche en la Rusia profunda.

He estado en mansiones de gran lujo y en casas modestas. En todas ellas, me he sentido un ser humano afortunado, donde he sido tratado con amistad y he dejado atrás sinceras sonrisas de cariño y hasta lágrimas de despedida.

Hace unos días, cuando propuse a mi amigo ir a Namibia y a Botsuana o bien a Tanzania, su primer comentario fue que le apetecía, pero siempre que "viajara como un señor"

Con aquél comentario pareció decirme inconscientemente, que "no soy un señor cuando viajo" y no lo tomé a mal porque sé que no quería ofenderme y porque le quiero.

Recordé un hecho acontecido hace pocos años en Cantabria. Una caterva de políticos de tres al cuarto, había subido en helicóptero a una montaña de los Picos de Europa, donde les esperaba con mesa y mantel, para comer en su cima, Uno de los comensales, comentó luego que como se disfruta realmente la montaña es subiendo como un señor.. 

Olvidaban ellos, el proverbio sobre el ajedrez y la vida:

"Al terminar la partida, el rey y el peón, duermen en la misma caja"

Lo cierto es que aquellos políticos, hoy muchos de ellos, tirados por las calles de la ignorancia, el descrédito y el olvido, no conocieron la satisfacción del esfuerzo, cuando se llega a una cumbre tras quemar los músculos, sudar la camiseta y tener la sonrisa del vencedor de sí mismo.

Un señor, no se mide en la cuantía del billete de avión, ni en el lujo de la travesía, sino en la nobleza de corazón, su sentido de la justicia, su actitud personal, la delicadeza de su comportamiento y la rectitud de su moral.

Mi amigo de esto tiene a raudales, pero por un momento, no se expresó bien. Se puede ser un señor, paseando el camino en alpargatas, adaptándose a la realidad, hablando con los humildes de bolsillo y corazón y saludando a altas personalidades de las artes, la ciencia, la política o simplemente, con representantes de la pobreza extrema, muchas veces, cargada de dignidad y humanidad.

He debido dar más de una lección a quienes se creían señores y la he recibido de gente sin dinero ni títulos, pero con una sabiduría y una honestidad, que ya quisieran muchos de corbata y cuenta abultada.

A veces, viajo como "un señor" al estilo de mi amigo y otras, como un señor de camiseta sudada, varios días sin afeitar, disfrutando la vida autentica de este maravilloso mundo.

Cuando los años me pesen demasiado y no pueda viajar por la aventura de la vida, cerraré los ojos,
y repasaré el camino recorrido.

Evocaré las noches estrelladas bajo una jaima en el Sahara; los sueños junto al cristal de una casa de montaña canadiense, oyendo la fría y sobrecogedora ventisca de nieve en el invierno; el canto de los pájaros en la cabaña de madera en la densa vegetación  en la isla de la Reunión o los caminos de selva por Nueva Gales del Sur, en Australia; o en el sol de media noche en Suecia.

Pensaré en las sonrisas de mis amigos, de muchos países, idiomas, razas y formas de vida. Sonreiré cuando piense en las anécdotas y vivencias compartidas y seré feliz por ello y difícilmente, recordaré habitaciones estándar en hoteles de turismo masivo.

Por el momento, proyecto viajar a Tanzania con "señorío de espíritu", aunque duerma en tienda de campaña en el Serenguetti y en el Ngorongoro. Y también proyecto volar en low cost a Noruega, para ver sus fiordos desde tierra y desde el mar, hacer una travesía a pie por el norte y observar renos, bueyes almizcleros, osos y alces en la libertad del imprevisible Ártico salvaje.









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