viernes, 26 de agosto de 2016

Sin amigos

1978, el sol calentaba el paisaje y yo sudaba la corbata en mi nuevo despacho de Melilla. Tenía juventud y sobretodo, ganas de servir a los demás. Mi misión era mejorar la situación sanitaria de la ciudad.

Unos golpes secos y contundentes, retumbaron en la puerta de mi despacho. Un hombre airado entró en la sala como si estuviera desbrozando la selva con un machete. Fue mi primer contacto con Manuel Juan Soria Pérez, Secretario General de UGT y del PSOE de Melilla.

Debo confesar, que ni la forma de irrumpir en mi vida, ni sus cargos sindical y político, eran por motivos personales, la mejor presentación para mantener una relación cordial conmigo.

Sin embargo, en las primeras palabras de la entrevista, solucioné su problema, llegó la serenidad y se obró el milagro cuando pronunció algunas palabras mágicas: fotografía, desierto, viajes y aventura.

Habíamos encontrado un nexo común y sin pretenderlo, aquélla mañana, fue el inicio de una gran amistad.

Juntos recorrimos miles de km por ciudades, aldeas, campos y desiertos de Marruecos y Argelia.

Una noche, pernoctamos en una casa en Gulimin y una semana más tarde, la población fue bombardeada por el Polisario. En otra ocasión, fui testigo en Gardaia, Argelia, de una entrevista suya. Mi amigo, tenía el encargo de su partido de sondear la liberación de unos pescadores españoles. Habían sido capturados por faenar en aguas del banco canario sahariano.

Aquellas largas rutas, de día y de noche, forjaron una fuerte amistad entre nosotros. Debido a nuestra dispar ideología política, disentíamos y discutíamos, pero nos unía la confianza y la camaradería.

Militábamos políticamente en partidos opuestos y rivales y mantuvimos una fuerte discusión en una radio local por la disyuntiva entre mejorar el antiguo hospital de la Cruz Roja o construir un nuevo hospital de la Seguridad Social. Aquél día, me criticó duramente como responsable político de la sanidad pública, pero aquél debate no nubló nuestra relación personal.

Recuerdo que al inicio de una elecciones generales, hice de mediador entre Manolo y José Manuel García Margallo, el actual Ministro de AAEE y a la sazón, Diputado por Melilla. A ambos les pedí una noble campaña electoral, pero fue una contienda bastante dura.

Mi amistad con el representante de la oposición a mi partido, no fue comprendida ni admitida y ello complicó mi vida profesional.

Volví a Cantabria para desempeñar un puesto similar y mantuve desde la distancia, la amistad con Manolo y por supuesto, con su familia.  Han pasado ya 38 años desde que conocí a Manolo y a Raquel, su mujer.  En este tiempo, he sido testigo de la evolución de sus hijos, de la degradación física del matrimonio y de la penosa e irreversible pérdida de mis entrañables amigos.

El cariño, la hospitalidad y la generosidad de Raquel y la osadía de un hombre bueno, generoso, polémico e intrépido, marcaron una importante parte de mi vida, ya sin retorno.

Ellos ya marcharon, pero me quedan sus recuerdos, las rutas de la vida que compartimos y los sentimientos acumulados en nuestra historia común.

Algún día volveré a Melilla, a depositar en la tumba de mis amigos, un ramo de flores y unas lágrimas por la amistad desaparecida.

Descansen en paz.









4 comentarios:

  1. Miguel, tus emotivas palabras evocan sentimientos y nobleza.
    Saludos

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  2. Siempre la pérdida de amigos de verdad... son muy dolorosas y más si fueron tus compañeros por tantos países lo siento Miguel,un abrazo.

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  3. Siempre la pérdida de amigos de verdad... son muy dolorosas y más si fueron tus compañeros por tantos países lo siento Miguel,un abrazo.

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