Bostecé la mañana, la brisa del balcón, acarició mi piel y me dispuse al afán del día.
Un barco velero jugaba con el horizonte y un paracaídas, tirado desde una lancha, paseaba la aventura sobre el mar.
Los redondos toldos, aguardaban los bañistas, mientras las preciosas chimeneas lucían su albura sobre los rojos tejados del hotel.
Monté en el coche tras pasear el estómago por el buffet. Recorrí la isla de sur a norte y al llegar a Santa Cruz de Tenerife, viré a la costa oeste, hacia Puerto de la Cruz. Es una preciosa ciudad, que inició el boom turístico de Tenerife. Tiene una playa volcánica llamada Playa Jardín, tachonada de cientos de multicolores sombrillas.
Aparcar fue mitad milagro y mitad esfuerzo, pues tuve que dejar el coche muy alejado de la playa.
Paseé por la negra arena, recogí mi pequeño tesoro de colección y vi una "novia vestida de novia", dispuesta a soportar los calores del sol para dar un "sí quiero", a riesgo de sufrir un "Ay Dios mío" y un "Vaya por Dios"
Me esperaba un magnífico solomillo en La Terraza del Mar, compartiendo paisaje con tres generaciones de rusos que le atizaban al pollo asado.
Aún con los calores de la comida, puse zapato tras zapato hacia la parte vieja y auténtica de la ciudad. Un pequeño castillo, preciosas balconadas de madera, ficus enanos, crotones, hibiscos, dragos y palmeras, pusieron sombra y alegría a mi paseo.
Me tropecé con una estrecha "Calle de la Verdad" y recordé, mi "Rincón de la Verdad", al que le dediqué hace meses un artículo y no es más, que el lugar desde el que escribo en el intimismo de mi soledad, las pasiones, los sentimientos, las bondades, razonamientos y picardías que incluyo en mi blog.
Leí un cartel que decía "Tienes que hacer que ocurra" y no me parece mal, pero yo sueño, a mi recuperada libertad jubilar, con otro lema: "Haz lo que se te ocurra", vamos, lo que en castizo se diría: "Haz lo que te dé la gana".... y en esas estamos
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