"El gallo viejo, acaba en manos de la zorra o de la cocinera"
" Sacramento del altar, no es para jartar"
"Si es para ti, aunque te quites. Si no es para ti, aunque te pongas"
Hubo un tiempo, allá por el siglo pasado, que "estuve en el mercado".
Con una juventud radiante, un cuerpo presentable y una poblada cabellera, tenía mis posibilidades sentimentales. Si a ello añadía mi soltería y un porvenir resuelto, pudiera decirse que tenía un plus de atracción.
Era hermoso sentir mariposas en el estomago, sufrir de felicidad, perder el sueño nocturno por soñar despierto y perder transitoriamente la razón.
Era maravilloso sentirse enamorado cuando saltaba la chispa del amor y yo creía ver demasiadas chispas en mi entorno.
Cuando sentía la llamada en la selva de los sentimientos, me atraía el polo opuesto, por la belleza, la simpatía, la empatía y muchas otras consideraciones.
Las había simplemente interesadas por un bienestar ayuno de amor, alguna porreta inesperada, alguna activista pasada de vuelta, espejismos sin futuro, armas de mujer de pérfida intención o simplemente, el descubrimiento de la carencia de empatía.
Sufría algún fracaso y otras veces, cegaba voluntariamente un camino que parecía improcedente.
Cada paso errante, implicaba la búsqueda de un norte cierto, que abriera la puerta de la felicidad y de la creación de una familia de vida.
Antes de llegar a "gallo viejo", abandone la picaresca sentimental y senté la cabeza.
Aquellos pasos en falso, fueron solamente, "momentos fatuos" o "amores pícaros", preludio de un matrimonio estable y de una familia numerosa, pero esto no toca ahora contarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario