Jerreddin Barbarroja (Lesbos 1475 - Estambul 1546), fue el último y famoso Barbarroja. Los turcos le llamaban Iziz bin Yakup. Fue Almirante Otomano y corsario turco; uno de los más importantes del Siglo XVI y una verdadera pesadilla para el Imperio Español
Cuando en febrero de este año, visité la ciudad de Argel, comprobé que tiene una gran estatua dedicada en aquella ciudad. Pude sacar una fotografía, pero no sin riesgos, dado que se encuentra en el centro de una plaza, donde abundan cuarteles militares y es casi imprudente desenfundar la cámara fotográfica.
En 1697, Charles Perrault, publicó un cuento de hadas titulado Barba Azul, que no dejó de ser una narración que alimentó la imaginación infantil a lo largo de varias generaciones.
No se le puede aplicar la sentencia de "Bienaventurado el que está de vuelta de todo, porque no ha ido a ninguna parte". Afortunadamente, no es su caso. Ha roto ya muchas maletas en el camino, renovado muchos pasaportes y abrazado mucho mundo.
Barba Blanca, sabe que lo importante es tener la conciencia tranquila y para ello, es preciso no saltarse los semáforos de la vida. Es consciente de la importancia de la familia, los amigos, y la salud. No olvida que no consiste en tener, sino en ser y que el principal verbo que debe conjugar es el verbo amar.
Barba Blanca, soy yo y mis circunstancias, como decía Ortega y Gasset.
Yo y el entorno que me rodea, mis recuerdos queridos, mi sueños, pues aún no he perdido la capacidad de soñar, ni mi curiosidad, pues tampoco he dejado de intrigarme y mis pequeños placeres del día, no forzosamente lujosos.
Prefiero el huevo de gallina a las huevas de esturión; una ropa vieja y cómoda, a una ropa de etiqueta famosa y no siempre hermosa y un coche práctico, que pasee mi libertad, sin caer en la tiranía del esplendor social.
Un Barbarroja con sueños imperiales; otro Barbarroja, corsario temible; un Barba Azul, para divertir y hacer soñar a los niños y un modesto Barba Blanca, que sólo intenta ser un hombre bueno del camino, con sueños viajeros, que no de conquista; con dulzura, para amar a mis nietos; algo truhán, para arrancar una sonrisa con mis picardías y finalmente, joven viejo con ánimos de ser un "corazón rojo", no en el sentido político que tanta tragedias generó en el pasado siglo, sino como lo entiende el pueblo chino:
"Corazón rojo, corazón bueno; corazón negro, corazón malo"
Federico I Barbarroja Jerreddín Barbarroja y su estatua en Argel
Barbazul
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