Mi jardín es mi imagen y semejanza. Está hecho con el esfuerzo, el sudor y los callos de mis manos.
Es el fruto de una ilusión y el tesón de crear belleza y alegría, en sabia combinación de árboles plantas, flores y colores.
Tengo en él un estanque, que atrae la vida del paisaje. Vienen a él, toda clase de aves silvestres, para beber o bañarse. Mirlos, palomas, tórtolas, petirrojos, urracas, jilgueros, pinzones, verderones, abubillas y por supuesto, el humilde y cosmopolita gorrión.
No son ajenos, los anfibios y los insectos. Tritones, ranas, sapos, pulgas de agua, libélulas, todos se afanan en el comer y no ser comidos, en una suerte minúscula de supervivencia.
La rana "Goliat toro", la más grande de todas las especies, se alimenta de una amplia panoplia de especies que pululan por las aguas africanas: otros anfibios, peces e insectos, son parte de su dieta básica, pero también lo son aves menores que tienen la desdicha de caer en sus fauces. Una bocada certera y zas, pájaro entero a su estómago.
En mi modesto jardín europeo, tengo preciosas ranas Perezzi, que eliminan mosquitos, muestran una bella y rayada piel verde, saltan para delicia de los niños y mayores y croan en los atardeceres, para mi deleite personal. Disfruto con ello y me trae recuerdos felices de mi infancia sevillana.
Una tarde, vi con sorpresa una pequeña tragedia de supervivencia. Un gorrión debió acercarse a beber en el estanque y la rana Perezzi, le atacó queriendo comerse el pájaro, sin medir correctamente sus posibilidades de captura.
Ambos estaban muertos por asfixia flotando en el agua. La rana había atrapado al gorrión por su cabeza y ambos sellaron juntos su triste destino.
Esta historia real, como la vida misma, bien pudiera ser una fábula de Samaniego, con su moraleja final.
Esto me recuerda a un político socialista, que habiendo llevado su partido a las cotas electorales más bajas de su historia, sin presentar su lógica dimisión, pretendió y me parece que aún pretende, ser presidente del gobierno de España, sin dar la talla en las urnas.
Al igual que la rana Perezzi y el gorrión perecieron juntos, la desmedida ambición de Pedro puede poner en entredicho la democracia en nuestra nación, hartar al electorado y poner en serio peligro, la supervivencia de España, asediada por el nacionalismo y el populismo y también a su propio partido.
A veces, señor, Sánchez, la mejor forma de servir a la patria y a su partido, es conjugar el verbo dimitir y marcharse con dignidad.
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