El mundo está muy agitado, como siempre, pero parece ir a mayor inestabilidad..
Los avances tecnológicos, han acercado los pueblos, hasta el punto de hablarse de la aldea global. La globalización es un fenómeno que afecta de lleno a todos los países y a todos las organizaciones de la sociedad mundial.
Personas, mercancías y capitales, circulan por doquier. También las ideologías, las culturas, las creencias religiosas y los sistemas de vida.
La globalización tiene innegables ventajas, pero también incontables problemas, algunos de ellos, pasajeros y otros de nula solución.
El turismo masivo, contamina y prostituye ancestrales culturas; las grandes producciones agroganaderas, destruyen inexorablemente la biodiversidad; los pueblos tienden al mestizaje; se produce la deslocalización de las grandes empresas, siempre buscando los salarios más baratos y los trabajadores más dóciles y se producen grandes migraciones humanas en busca de una vida mejor, y en consecuencia, hay desarraigo social, se forman guetos, acontecen choques culturales, inadaptación y violentos desórdenes sociales, que se exacerban en las segundas y terceras generaciones.
La caída del telón de acero por el palmario fracaso del comunismo, abrió la espita de la libertad a los países PECO, antes bajo la bota de la Unión Soviética y la UE les abrió precipitadamente sus puertas, para afianzar su desarrollo e incluirlos en la OTAN, llevando prácticamente ésta, a las fronteras de Rusia, con su consiguiente reacción.
Tras la caída del muro de Berlín, se había producido la reunificación de Alemania y más tarde, Europa tuvo que digerir económicamente, el ingreso de los países PECO. Los países que conformaban la UE, vieron declinar así su nivel económico.
En consecuencia, se produjo el descontento y el escepticismo de los ciudadanos de los países de la UE con mayor PIB.
Los países del sur de la EU, se encuentran inmersos en una profunda crisis económica, consecuencia de la corrupción política, el insostenible estado del bienestar, la falta de competitividad y un mercado laboral excesivamente rígido.
La clase media está disminuyendo, la población envejece porque la natalidad no compensa las defunciones y las expectativas de vida son cada vez mayores, con la consiguiente sobrecarga económica de la Seguridad Social y las clases más desfavorecidas, sufren paro y deben competir en el mercado laboral y en el acceso a la vivienda, con una inmigración imparable en Europa.
Los inmigrantes musulmanes, son cada vez más numerosos, por una masiva llegada difícilmente controlada y por su alta natalidad. Además, no se adaptan a nuestro modelo de sociedad e intentan imponer sus creencias y sistemas de vida en nuestro propio país.
La pretensión de Turquía de ingresar en la UE, significa un grave peligro para la identidad europea dado su credo musulmán y su enorme población.
Las grandes errores geoestratégicos del mundo occidental, primero, durante el colonialismo, luego con el neocolonianismo, auxiliado por la corrupción de dictadores en los antiguos territorios colonizados y finalmente, con el derrocamiento de los dictadores cuando estos son díscolos, han dejado odios, revanchismos y vacíos de poder político, que han sido aprovechados por los fundamentalismos religiosos, inmersos a su vez en sus luchas entre suníes y chiíes.
Se crean estados fallidos, donde impera el caos; antiguos militares de los países Pecos, se han organizado en bandas paramilitares mafiosas que operan en el occidente, proliferan los grupos terroristas islámicos, que han traído la sangre al corazón de Europa y hay una epidemia de asesinatos pasionales, mal llamados de género, que afecta a todas las clases sociales, pero que se ceba en las parejas de inmigrantes, pues ellos, no están mentalmente preparados para la liberación de ellas, en una sociedad supuestamente más avanzada.
Por otro lado, el alcohol y la droga, causan estragos en nuestra ámbito por la desestructuración de las familias, la pérdida de valores y la permisividad de la sociedad en su conjunto, confundiendo libertad y libertinaje.
Una sociedad descontenta, desarraigada y con una amplia base de incultura, es, en este caldo de cultivo, víctima de los populismos de izquierda y de derecha. Unos, comunistas que avergonzados de sus antiguas siglas tras el fracaso del comunismo, se tiñen del verde ecologismo, alientan el nacionalismo centrífugo y hurgan en las miserias del sistema, para proliferar; otros, oponiendo el concepto nacional al plurinacional y alentando el odio al inmigrante al que culpan del saqueo de su economía, la violencia y la pérdida de la identidad nacional.
El brexit, el riesgo de que la extrema derecha triunfe en Francia y en Austria, el fulgurante ascenso de Podemos en España y la irresponsabilidad de líderes que piensan más en sus intereses de partido, que en España, son causas de inquietud política en Europa.
Son malos tiempos que no permiten soñar un futuro halagüeño. Ahora, más que nunca, son precisos grandes estadistas que lideren una desconcertada Europa, que amenaza con disgregarse como entidad supranacional.
Sólo falta, que Donald Trump presida los Estados Unidos, para que tengamos la tormenta perfecta.
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