Tranquilo despertar; cara de bostezo; desayuno tardío; privilegio de jubilado.
Había cerrado los ojos, ante la báscula. Bajé lentamente las escaleras y salí al jardín en busca de mis bayas de desayuno.
La fructosa, es tan rica, como fatídica en mi lucha contra la gravedad. Pero ¡quién no sucumbe ante la frambuesa tentación!
Cuenco en mano, fui recorriendo los vericuetos del jardín. Arrancaba con paciencia y alegría, los dulces colores de las plantas.
Un alegre tañido de campanas, me hizo sentir en mi tierra cristiana y recordé las otras llamadas de oración en horizontes musulmanes.
Me subyuga, por misteriosa, la llamada del muecín, pero me quedo con el sonido cristiano.
Pensé en la sucesión de sonidos de España, primero cristiana y visigoda, luego muslmana, para volver al tañido cristiano con sabor a Reconquista.
Pensé en el sueño musulmán de volver al Andalus y en la posibilidad de que algún día, los úteros musulmanes, derriben los campanarios definitivamente.
Comprendí que los mirlos y los malvíses, cantaran alegres y hermosos, pues muchas frambuesas, han sucumbido, a sus picos.
La sensación de paz, libertad y bienestar, era enorme, pero un ruido interrumpió mis pensamientos.
Un paisano del pueblo, estercolaba un campo vecino con el "espurreamierdas", ahuyentando la magia del momento y del lugar, mientras una bandada de gaviotas, perseguía al artefacto, dibujando vuelos en el aire.
Pensé en la gaviota como "símbolo", que debe hacer un "Juan Salvador", retornando al idealismo que encandiló a España.
Mi mente voló con ella, tras la espuma de los barcos pesqueros en la mar, mientras saboreaba las frambuesas de mi mañana
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