De acuerdo, hace calor, se suda y se disfruta echando al garguero una buena rubia, bien fría y espumosa.
Pero todavía no me refiero a la cañita de cerveza, con su buena tapita
En estas fechas, muchos hortelanos de afición, manejamos otro tipo de cañas: las que hincamos en la tierra, para arrancar de su vientre, los sabores de la huerta.
A estas alturas, ya hemos molido y abonado la tierra y también, plantado nuestras hijas de la huerta.
Ya hemos atado nuestras judías, nuestros pepinos y nuestros guisantes.
Pero por delante de todo, nos hemos ocupado de nuestra joya del sabor: los tomates.
Hemos hecho nuestro semillero y protegido nuestras plántulas elegidas, del frío tardío de la primavera.
Hemos hecho pequeños lazos de amor a sus cañas, cuidando la delicadeza de sus tallos. Hemos mimado las plantas y hecho el primer sulfatado antifúngico.
Pocas fechas después, hemos podado los "chupones axiales", para evitar la excesiva ramificación de las tomateras.
Cada región tiene su tiempo y sus variedades. Cada maestrillo, tiene su librillo.
Aquí, en Cantabria, usamos el Jack, el Robin, y la Tomata, por ejemplo. Como viajando se aprende, yo incluyo el francés Coeur de boeuf y sulfato con caldo bordelés, con algo de leche entera, para que su grasa se pegue en las plantas.
Ya ha aparecido la amarilla floración del primer nivel y las plantas transforman la energía del suelo y el cielo, en los futuros tomates de nuestros platos.
Sólo queda esperar, mimar, regar, sulfatar y rogar que una niebla no destroce nuestros rojos sueños.
Si todo va bien, pronto beberemos gazpachos, comeremos salmorejos y morderemos la sabrosa pulpa de los tomates de sol y tierra, que no de cemento e invernadero.
También en la mesa, tenemos nuestras preferencias y trucos. Uno de los míos, es la mezcla del tomate, con una hojita de aromática albahaca.
Mientras tanto y ahora sí, correrá la fría espuma de cebada y lúpulo por nuestras gargantas.
¡Es tiempo de cañas!
¡Viva la alegría!
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