Paseaba sin rumbo,
entre la fauna urbana de Santander. Veía pasar el mundo, mientras escrutaba con la mirada los cuerpos y las almas de los viandantes.
Cachas en pose de cangrejo
luciendo biceps; marginal con pelo de comanche; vencida por la historia en veinteañero disfraz; pareja de ancianos sosteniéndose mutuamente, trecereña aparentando mujer y mozalbeta con delicado
vestido y botas de soldado.
Hippilandera con pantalón zarigueyo;
greñoso con pañuelo jordano; pedigüeño esquinero con cartón cuentapenas; tía con
mini-sin-falda y pechos bravíos a lo “aquí estoy yo”; turista a lo Madrid,
con pantalón colorao; mochileros en ruta y arrugada con maquillaje a
lo mandril.
Jauría de adolescentes con portatraques; grupillos de viudas en la gloria; solteras
con trienios; andador a las tres menos cuarto; perros paseando a
sus dueños; jubiletas variados; momios a lo dandy del XX y carteristas de veraneo, siguiendo
los turistas con parné.
Muestrascarnes de poco cerebro; intelectuales, prototipos unisex; … y
todo el abanico femenil que comparte la vida varonil, complicándole la vida, a veces, de forma
maravillosa.
Adentrado en la playa, el paisaje tenía su interés.
Niños de cubo y paleta; mamás con sus
Borjamaris; amojamadas; ajamonadas; crudas pellejoleche; tostadicas al punto;
requemás y barrigudas de ubre suelta a lo vaya por Dios;
Embutidas panzas
cerveceras de efecto magdalena; jóvenes babeando al paso
de un buen tanguilla; unas palas por aquí; unas sombrillas por allá; "cuidao con
la arena niño", paseaorillas de atardecer y respingos en el agua a su crítico nivel.
Surferos, bodyborderos, kitesurferos; muchachotes a lo rubio botellón; un
miniguau con señora como complemento; mozalbetes y zagalucas con música
marchitaplantas; gordinflonas pamelosas; domingueros paseaboinas; babanasboy a lo que salga; el guardia y el socorrista.
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