Recordar los gusanos de seda, me transportan a la infancia feliz.
Cada año, al llegar el 21 de marzo, abría la caja de cartón, donde tenía los huevos de gusanos de seda del año anterior.
Los huevos fecundados y desarrollados, se habían vuelto negros y de ellos, salían unos minúsculos gusanos, que esperaban con avidez las hojas de morera.
Tenía varias cajas, que contenían gusanos blancos, negros o cebrados. Al principio, eran todos negros, pero adquirían su color racial característico, a medida que iban creciendo.
Me pasaba horas observando cómo formaban arcos en las hojas, a medida que las comían.
Cuando alcanzaban un buen tamaño, me quedaba absorto viendo una especie de arteria dorsal, que se dilataba y comprimía, para transportar sus fluidos internos.
A veces, los cogía en la manos y disfrutaba al notar su contacto.
Paulatinamente, dejaban de comer, su tamaño se retraía y se tornaban amarillentos. En ese momento, estaban cargados de seda en su interior.
Buscaban una esquina, donde fijar los primeros hilos de seda, que deberían su capullo de seda. Poco a poco, se iban envolviendo en él, hasta hacer unas paredes ya opacas, que les ocultaba a la vista.
Ya encapullados, empezaban su metamorfosis, para convertirse en una pupa y finalmente, en una mariposas.
Completada la metamorfosis, las mariposas salían de los capullos y se apareaban. Posteriormente, morían los machos, las hembras desovaban y finalmente, morían también.
Solo quedaba guardar los huevos puestos en las hojas de papel, hasta que un niño ilusionado, abriera su caja el siguiente 21 de marzo.
Un niño, es feliz con muy pocas cosas. Es una pena, que ya de adultos, nos cueste más conseguirlo.
Huevos fecundados. Los negros con el gusano. Los blancos ya están vacíos
Gusanos de 2 o 3 días
Morera
Gusanos de raza negra
Gusanos elaborando el capullo de seda
Salida de la mariposa del capullo de seda
Fecundación. El macho es el más pequeño
Mariposa hembra desovando
La primavera siguiente
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