sábado, 27 de agosto de 2022

Estelas en la mar

 Altea, agosto del 22. Fuego al sol, quemando la piel. 

La brisa marina, alivia el calor, mientras oteo la vida.

Un velero negro, destaca entre otros de blanco impoluto. La mayoría, juega con los  vientos y escribe estelas en la mar

Algunos otros, están anclados, junto a la playa nudista. Mas allá, crece la biomasa icticola, en 15 jaulas marinas.

"Bandadas" de motos acuáticas, surcan alocadamente el agua, en una mezcla de libertad y adrenalina.

Hay kayakistas, que se desplazan a golpe de músculo, por una superficie casi pacífica.

Se ven bañistas chapoteando su felicidad junto a una orilla, ayuna de arena, pero rica en cantos rodados.

Hay pescadores derrochando paciencia, esperando el tirón de la mordida, para sacar de las aguas, reflejos de plata víctimas de sartén.

Una pléyade de chicharras, canta persistentemente el verano, sin saber de su muerte, cuando lleguen los tiempos fríos.

Turistas de otras lenguas, pasean sandalias calcetinadas, por la Altea vieja, admirando las cúpulas azules de la iglesia y las estrechas calles de casas encaladas, engalanadas de flores.

Más allá, Benidorm rompe el horizonte con "edificios al cielo" y una estresante vida ajena a mi estilo de vida.

Porque yo vivo lento, mientras trabaja el reloj, a cuerpo vago y mente activa, conjugando muchos verbos, en tiempos pretéritos, presentes y futuros.

Un pueblo sencillo, ávido de amor y divertimento, vive ajeno a despachos de ideas negras, de pólvora y dolor.

La guerra, se pasea por Ucraina, mientras China amenaza con vientos de guerra en Taiwán 

El pueblo llano, canta como las chicharras, ajeno a la crisis económica mundial y a los vientos de guerra, que pueden derivar nuevamente  en "sangre, sudor y lagrimas".