sábado, 27 de febrero de 2016

Argelia 12. La muerte del enemigo

Nouadhibou. 1972. 25 años. Director de Calidad de una importante factoría pesquera.

Muchas latas de atún fabricadas, habían sufrido abombamiento químico.

Roberto López. Jefe de Producción de la empresa. Orden encubierta de perforar las latas, sacarles el gas y restañar luego el orificio. Grave riesgo microbiológico, pero poco importaba. Lo fundamental era ganar dinero.

El conflicto estaba servido y tras casi dos años defendiendo la seguridad alimentaria y mi conciencia, tire la toalla, firme unas oposiciones a funcionario y marche a España.

Las lágrimas enjugaron mis ojos, cuando sobrevole las dunas de arena y felicidad de mi primera gran aventura personal. Dejaba allá hermanos, más que amigos y un filibustero de la cadena alimentaria.

8 años después, el gerente de la factoría, contacto conmigo para que le permitiera importar a España a través de Melilla, almejas de Marruecos. Entonces, era la máxima autoridad sanitaria de la Ciudad y él, un gestor despedido por un comportamiento cuando menos criticable, que estaba al servicio de otro tiburón de la alimentación. Había habido un brote de cólera en Marruecos y mi respuesta fue negativa.

40 años después de mi salida de Nouadhibou, estoy en Argelia. Mi misión, es ayudar al Gobierno a poner orden en la seguridad alimentaria del sector de la pesca. La tarea es enorme, creativa y gratificante, pues creo de corazón, en el derecho de los pueblos a la seguridad alimentaria y tengo capacidad y experiencia para contribuir a ello.

Argelia. Fabrica de conservas. La directora de calidad había presentado su dimisión meses atrás. El jefe de producción, había puesto al gerente en la tesitura de escoger entre, el dinero o la seguridad alimentaria y la ética. No había opción de colaboración, entendimiento y equilibrio.

Era un compatriota. Había trabajado en Nouadhibou años atrás, pero después de mi. Era amigo y tenía la escuela de Roberto López. 4 décadas más tarde, se había repetido la historia.

Al departir con el jefe de producción, supe que mi enemigo del pasado, había muerto 6 años atrás.

Un proverbio árabe, dice “siéntate a la puerta de tu casa y veras  el cadaver de tu enemigo pasar”

No ha habido rencor, ni afán de revancha. No he sentido alegría por la noticia, sino pesar por el fallecimiento de un ser humano. Simplemente, me alegro de no haber colaborado con él en el pasado y de haber sido fiel a mis principios y a mis sentimientos.

Sigo vivo, haciendo seguridad alimentaria. Dando años a la vida y  vida a los años de las personas. Con mis zonas grises y con mis dudas, he recorrido un largo trecho, por  un camino más difícil y probablemente, más limpio.

Muerto mi enemigo. Solo deseo que la tierra le sea leve



Argelia 10. Barro y poesía

El reloj me ha robado el tiempo de amar. Estoy en Argelia, haciendo país y vida, trabajando por un mundo mejor; de otro país; de otras gentes.

Entre mi abultado equipaje, hay libro de poesía, para reposar los momentos de soledad y elevar el alma a la sensibilidad sublime.

Pero no soy un turista en tierra extraña, sino un experto internacional, que construye felicidad con ladrillos de bienestar y salud.

Para ello, debo descender al mundo real, del polvo y el barro, los prejuicios y la inercia.
Luchar contra del caos y el reuma social, de gentes lastradas del pasado y miopes del futuro. De ojos pardos, cutis morenos y sueños de vuelos rasantes.

Y no estoy solo. Somos tres latinos, mirando al horizonte de la esperanza, pisando la tozuda realidad.

Una francesa, que ha pisado más Africa que Europa. Que ha derramado sonrisas en áridos paisajes de felicidad difícil. Casi,un chiste genealógico, por tener un cuartillo genético de 4 países, pues tiene un abuelo italiano y otro austriaco y una abuela Suiza y otra francesa. Michelle, es experta del proyecto, pero sobretodo, es un alma que se da baños de multitud con las gentes de país, que ama conversar y repartir amores y sonrisas.

Y Gian Luigi, Gigi su nombre de amor y guerra, pues ambas cosas sabe trabajar. Es residente en Filipinas y ha pisado 84 países, con su mundo de la pesca, de comida para los hijos de un dios menor. Fractura de cráneo, como joven motero accidentado, caminante de senderos locos, por el Africa imposible, llevando coches usados al Níger, guerrillero en Filipinas contra Ferdinand Marcos, ...

Toda una leyenda de la aventura en solitario por las antiguas republicas sovieticas, o los países de Indochina, o las tierras negras del Africa profunda. Italiano de Bolonia, experto principal del proyecto, que habla 4 idiomas en italiano, de voche y de gestos. Gigi, Gigi el Amoroso, es un sempiterno solterón y  tiburone di amore.

Y yo, pisador de caminos de piedras y de alfombras de seda, subidor de montes, bajadors de grutas, mirador de paisajes y contador de nubes. Sentimental en la jungla humana, volador de tierras bajas y a veces, artista de los cielos, en el idealismo que eleva y hace feliz.

Un italiano, una francesa de 4 naciones, un Africa querida y un español, soñador, pícaro, bonachón y metepatas, amigo de los amigos  y ante todo, una buena persona o con interés de serlo.
.
Tres latinos en Argelia, un objetivo común. Hacer un país mejor.

Argelia 11 El beso de Nina



Las olas mediterráneas bailaban ”un que te llevo, que te traigo”, batiendo el agua en su espuma y cantando la nana de mis sueños.

Era hermoso el dormir, respirando el salitre, el yodo y las algas. La ventana de mi cuarto, parecía invitar el arribo de una sirena, pero estaba solo, en mi negritud; en mi noche de estrelladas puntas, rielantes y hermosas.

Estaba feliz.

Cada noche, tomaba una ración de gambas a la parrilla, de lindo aspecto y mejor sabor. Cada noche, Nina, una dulce joven, me las servía con una tímida sonrisa, de  labios finos e insegura mirada.

Era un polluelo recién salido del nido. Una  tierna, sin cicatrices del camino. Una tortuguilla recién eclosionada, huyendo rauda hacia su mar, de los voraces alcatraces.

Su cutis perfecto; su mirada parda; sus párpados de caramelo y su delicada figura, me recordaron otras bellezas del Norte Mediterráneo, donde in ch Ala, se dice ojalá.

Mismo Dios, pero de distinto nombre. Mismos sueños. Mismas miradas y una genética en parte compartida.

Cada noche, le daba un par de monedas, con un caballo y un valor. Cada noche, tras los sabores del yantar servido, me correspondía con una retenida sonrisa. Tal vez, limitada por la timidez o puede que por su cultura.

La víspera de mi retorno, me despedí del maitre con un saludo de mano y dedique a Nina una sonrisa de adiós, sin las monedas con caballos.

Cuando advertí mi descuido, volví mis pasos, extendí mi mano, le di sus dos monedas y ocurrió el pequeño milagro.

Nina rebosó de alegría, me dedicó una gran sonrisa, olvidó su timidez y su cultura.

Sentí el nácar de su piel sobre mis mejillas y la inocente ternura de un corazón joven.

Sorprendido por el inesperado momento, subí las escaleras hacia el dormitar sereno.

Una preciosa música árabe, parecía elevarme del suelo. Liberé mi cuerpo de sus ropajes y soñé el mar besándome con sus olas.

La noche me abrazó y me acunó entre sus estrellas. Estaba feliz por el casto beso del Islam, que desapareció en mi desierto, estallando como una pompa de jabón.

El amanecer surgió cuando me alejaba de Beni Saf. Guardo de allá, la inocencia de un beso y una bolsita de arena, para la colección de mi hijo menor.

Ser feliz, es tan solo, una buena acción, un gesto amigo y la satisfacción de ser bueno o al menos de intentarlo.

jueves, 25 de febrero de 2016

Argelia 8. Noche de gambas

Kikda. Este de Argelia. Frio en gran hotel semi vacío. Desayuno de café y croissant. Exactamente como todos los días de estancia. Párpados pegados de noche sin sueño. Frases grandilocuentes. Cifras mareantes. Noche de trabajo, de piernas hinchadas y alma abotargada.

La Policia secreta nos aborda y nos prohíbe el regreso a Argel. No sin escolta policial, por ser europeo, de misión de expertos, de neuronas fértiles y arrugas de experiencia. Aquí, somos alguien, mientras en Europa, me siento como un producto acabado, más que amortizado.

Aquí nuestra experiencia es ley y nuestra vida, aunque cansada, es un tesoro que ofrece corazón y mente, a un pueblo que quiere un lugar en la historia y lucha por su futuro.

Sirena delante. Sirena detrás. Música árabe en el coche. Repetitiva, en una mezcla de jamalaja entre los niños de San Idelfonso y una saeta sevillana.

Papeles de periódico en la ventana, cerrando la luz del sol y el paisaje de nieve del camino. Ordenador en mano, trabajando un informe. Italiano hablado algo parecido al francés, gesticulando como un boloñés; francesa savoyard y español de ni se sabe, demasiado andaluz en el norte y demasiado del norte en el sur, pues hablo fino, licuando las eses.

Las azules luces del coche de policía, nos destella la ruta y los pises no son cuando apetecen, sino cuando los pistolas lo deciden.

Bocadillo grasiento de patatas fritas con un asomo de pollo frito, un mordisco de plátano y dos dedos de sol o dátiles de oasis.

Hambre de llegar al hotel de Argel y decir sweet home bis. Pero el embotellamiento de Argel nos lleva a desparramar ciencia en una última reunión técnica.

Camisa sudada. Zapatos cansados de pisar polvo del camino. Manos ahítas de darse en saludos. Cuerpo en derrota, de verticalidad luchada.

Por fin internet. Al fin sé que mi hijo corre caminos está a salvo en tierras de España y a saber cuál será la próxima experiencia de corazón paterno encogido.

Vida dura, en tierras extrañas, ajenas a campanarios, que besa la media luna y sonríe tras los velos de mujeres de escondida faz.

Maleta abierta. Ducha humectante. Historia sudada fugada, por el sumidero de la ducha.

Mar al fondo, peleándose con el éter del cielo, por definir el horizonte. Estomago reivindicativo, pidiendo materia contra la gazuza.

Españoles , franceses y un italiano, camino de cerveza, vino, gambas y pescado. Noche de grises vinos de alegría, buscando sonreír la vida que siempre se escapa.

Ponerse de pie un peligro llevadero. Un adiós. Un hasta luego. Que ricas las gambas. Qué bueno el pescaito. Yo me tomo un whisky. Pues yo me voy pa casa, que esto no es lo mío. Y aquí estoy, patas en alto. Dedos en el teclado. Corazón envinado. Ojitos a lo pequeño. Corazón a lo grande. Cepillos a los dientes. Ropa a donde caiga.

Cama grande de dos por dos que son cuatro, para uno solo, que hoy por hoy, no soy uno de los sin vergüenza. La cama espera el abrazo del viejo cansado, de espíritu joven.

Vivir es bello. Y que ricas las gambas, en la noche argelina

miércoles, 24 de febrero de 2016

Argelia 9 ¿Puedo mear?

7 años. Pantalones cortos. Calcetines largos. Chaqueta y corbata. Pelo corto. Peinado en raya. Orden. y disciplina. Una palmada y un dedo levantado, pis; dos palmadas y dos dedos levantados, pos.

12 años. La Guardia Civil, tenía tomada la carretera de Andalucía.. Cada 300 metros, asomaba un tricornio de negro charol y una gran capa verde con un fusil. Franco salía de caza.
Las luces y el ruido, llegaron abruptamente, echándonos prácticamente a la cuneta. Una comitiva con varios coches negros, custodiados por numerosos  motoristas armados, había pasado como una exhalación.
Había pasado "el poder", lo "fáctico", el Caudillo.
68 años. Pantalones grandes. Enchaquetado. Pelo fugado. Años vividos. De vuelta de muchas cosas. Haciendo de nuevo Africa, en su canto de cisne, de paseo de corbata, de jubilado retornado.
Argelia. Turbantes y chilabas. Mujeres enveladas. Minaretes al cielo. Medias lunas por doquier. Pieles del color de la tierra. Ojos negros. Gente joven en un mundo convulso. Década negra de pasado cercano. 200.000 muertos de locura violenta.
Mundo revuelto. Silencio tenso. Vida queriendo vivir. Montañas acechando. Poblaciones calientes, que pueden reventar la paz deseada. Libia vecina. Polvorín de muerte. Desasosiego ahogado por la música del trasiego de vivir, amar y sabores de chorba y te a la menta.
Consultor internacional. Neuronas trabajadas. Tímpanos atentos. Manos prestas a ejecutar ideas y propuestas. Bolsillos agradecidos. Corazón alegre. Vida retornada. Creatividad ilusionante.
No es mi país, pero hago país. No es mi credo, pero no me importa. Son buena gente de otro mundo tan lejano como cercano. Sueñan, sienten. Ríen. Lloran. Mueven el desorden. Rezan sus Dios y desgraciadamente, algunos, desean imponer su s creencias con sangre, dolor y muerte, porque solo hay un Dios y los infieles no deben vivir el mundo.
Carretera gris. Paisaje reseco. Aire naranja, de arena de desierto. Coche delantero. Luces azules y cuatro militares. Otras luces detrás, también con militares, nuevamente con luces, sirenas hiriendo el camino y metralletas prestas. Seis motos vuelan como abejas, custodiando los costados del coche, también con luces y sirenas.
Los coches son violentamente apartados por manos agitadas que ordenan abrir el camino. El chofer pisa la velocidad. Acorta las curvas y aprieta las manos al volante, mientras los tensos viajeros del destino escondido, aprietan mandíbulas con respiración contenida.
Pis retenido, de vejiga trabajada. La inercia no permite pararse. Hay hambre. Hay sed. Hay miedo de accidente que no de incidente. Me estoy meando.
Las metralletas deciden cuando parar. Es momento de piernas estiradas, vejigas relajadas, te y menta, suspiros y sonrisas
Pieles oscuras. Barbas renegarías de varios días o de luengas semanas, sin bigotes y con crochet blanco marcando redondez en las cabezas. Miradas curiosas, a veces torbas, dientes grandes, algunos con oros puestos.
Sorbo de menta, ojos cerrados, de no pensar en microbios y vivir el sabor que aprendí en mi juventud mauritana.
Me levanto camino de la taza turca, para aliviar lo amarillo acumulado y uno de mis protectores, con la tartamuda al dorso, implanta su mano en mi hombro y me pregunta por mis intenciones.
¿Puedo mear? Y pude, pero a chorrito entrecortado, porque el chorro valiente, de la vida normal,  estaba acojonado con tanta bala en la recámara, que espera nerviosa el aire de la muerte.
Volví a la niñez. Recordé la palmadas, el pis y el pos. Evoque las verdes capas con botas y tricornios. Pensé que después de todo, aquel " fresco general que reinaba en España, procedente de las costas de Galicia", D. Francisco, por supuesto, el de los pantanos y el de Arriba España, fue igualmente, víctima de sus meadas cautivas.
Solo soy un jubilado renacido al laboreo temporal, con neuronas y experiencia entregadas a la creatividad. Y soy feliz, sintiéndome útil y vivo, aunque deba dar una palmada y levantar un dedo , para hacer un pis en un pispas.

lunes, 22 de febrero de 2016

Argelia 7. Atrapa un croissant

Mi vida en Argelia, transcurre entre pescadores, pescaderos, empresarios, armadores, funcionarios, políticos, expertos internacionales, policías y militares.

Ya he recorrido la zona este del país, casi besando la frontera tunecina y ahora me encuentro a escasos kilómetros de la frontera de Marruecos.

Recuerdo que hace 40 calendarios, paseaba mi juventud por esta zona, camino del desierto, proveniente de Melilla, no muy lejana, con mi amigo Manolo Soria.

Hoy he llegado aquí en otras circunstancias. En coche oficial, escoltado entre dos vehículos de militares, con sus uniformes, sus botas altas, sus sirenas y sus luces azules. Cada vez que llego a mi destino, me espera una reunión de 10 o 15 personas, un vaso de agua o un té a la menta y dátiles.

Debo dar la mano efusivamente y termino cada saludo, con mi manos derecha a la altura del corazón. A veces, algún varón me da dos besos en cada mejilla y otras, me quedo con la mano extendida, porque alguna dama, se niega a darme la mano. Son pocos casos, ligados a costumbres religiosas, que respeto, pero que me dan incertidumbre.

Me gusta ver las mujeres con sus diferentes ropajes y forma de envelarse. Reconozco lo que puede significar de falta de libertad a los ojos de un occidental, pero no deja de tener un gran exotismo.

Verlas con un velo rodeando su cabeza con la cara al aire, o con una especie de pañuelo bordado tapando la cara a partir de los ojos, o totalmente de negro con la cara descubierta, o damas mzabitas, mostrando un solo ojo a la vista y como no, las totalmente cubiertas, con una simple rejilla en los ojos, me causa curiosidad.

Soy muy respetuoso con todo el mundo, pero especialmente, con las mujeres que más se tapan y no me corresponde a mí, juzgar otras formas de vida.

Un policía un tanto tieso y serio, me interrumpió una visita a una lonja, cuando estaba departiendo con las autoridades locales. Me pidió el pasaporte y marchó con él, para mí intrigada preocupación.
Media hora más tarde, me devolvió el pasaporte indicándome que no era bueno nacer en Madrid.

Luego me confesó que era del Barsa y aproveché la ocasión para charlar un buen rato con él, aprendiendo bastantes cosas y comprendiendo su forma de pensar.

Sorprende saber cómo viven España, hablan en español, hacen negocios con españoles e incluso oyen la radio española. Esta zona occidental, es próxima a mi país en muchas cosas y desde luego, no tienen respecto a nosotros, el amor u odio hacia la antigua potencia colonial.

Paso muchas horas redactando informes, planificando actuaciones y programas docentes. Estoy ajeno a la brisa del mar en su versión lúdica y difícilmente, disfruto de la amarga espuma de una cerveza.

Pero esta tarde, el italiano, la francesa y yo, hemos ido, acompañados por un miembro de seguridad, a un antro con luces rosas, música fuerte, ambiente obscuro y nos hemos dado sendos homenaje de cerveza.

Como contrapartida, hemos visto algunas damas de vida y carnes muy liberadas, pero mis ojos estaban más interesados en un partido de polo, jugado con camellos, en Mongolia, que emitían por televisión.

De vuelta al hotel, me bebí una harira, me tome unos huevos con mahonesa y me relamí con un té a la menta, que me supo a gloria.

Hace muchos años, oí llamar a un croissant, Cura Sanz. Hace menos tiempo, disfrutaba de la compañía de mi suegra, cada cual con su croissant con mermelada.

Aquí, en Argelia, disfrutar de un croissant, ha llegado a contrariarme. Desde dos semanas, allá donde esté, no me libro de desayunar un croissant y francamente, desayunar con aburrimiento, me ha convertido en un superviviente.

Esta mañana, sin embargo, el buffet del hotel estaba vacío y atrapar un croissant, fue una fiesta y una salvación.

Esta noche hay luna  llena, pero ilumina poco la noche. El cielo asoma en su faz, un rictus de arena del desierto. Las olas resuenan con fuerza durmiendo mis sentidos y ya casi en sueño, me pregunto si mañana podré atrapar un croissant en el desayuno.


viernes, 12 de febrero de 2016

Argelia 6. Amigos sin fronteras

Muchos sueñan un mundo sin banderas, sin barreras, sin prejuicios, sin clases sociales, ni frenos a la libertad.

Un mundo igualitario, donde prime la justicia social, se respeten los derechos humanos, se elimine la explotación del hombre por el hombre y desaparezcan las leyes que ahogan sus sentimientos.

Pero estos sueños, no son más que una utopía, que los viejos sabemos imposible.

Hay barreras ideológicas, religiosas, económicas, sociales, raciales e incluso, demasiada historia, que impiden progresar hacia esa utopía.

En estos tiempos, caen muchas murallas en pro de grandes conglomerados humanos. Desaparecen importantes conceptos de soberanías nacionales, en pro de otras supranacionales, especialmente, por intereses comerciales.

Es así, por ejemplo, que se ha creado la Europa de los mercados, más que el espejismo de la Europa de los pueblos.

Al final, las grandes organizaciones de naciones, erigen barreras exteriores, que les protegen de los hijos de la penuria, que aspiran a un mundo más equitativo, digno y justo, que les permita disfrutar del privilegio de vivir.

Me encuentro en Argelia, precisamente, para contribuir con mi esfuerzo, mi experiencia y mi cualificación, a que este país, libe la miel del bienestar y del progreso.

Y es en este contexto, cuando me encuentro con dos hermanas, buenas amigas, que sueñan un mundo de colores, conservando sus tradiciones, viviendo su espiritualidad y progresando económicamente en un mundo que debe abrirse al siglo XXI.

Son muchas barreras, las que nos separan: la diferencia de edad, las creencias religiosas, nuestras culturas, nuestros idiomas y nuestros prejuicios, pero afortunadamente, hay algo que nos ayuda a superar estos límites, aunque sea volando, sobre los límites que nos impone la sociedad.

Esta tarde, he viajado con mis amigas, por el asfalto hacia el oeste, hasta las ruinas romanas de Tipasa.  Hemos pisado los restos de una civilización perdida en este lado del mar y hemos visto los minaretes que se yerguen orgullosos en sus cercanías, como símbolo de una fe y una sociedad diferente.

Hemos visto preciosos cultivos junto al mar, protegido de los vientos por hojas de palmera hincadas en la tierra, y el fruto del sudor de los agricultores, ofreciendo en la carretera, sus fresas, sus verduras y sus patatas.

Hemos disfrutado de los colores del mar, la espuma de sus olas, las velas de los barcos, escribiendo sobre el agua y el sabor de un café al pairo de los vientos.

He recordado el viejo grito español de "moros en la costa", que bien podrían, tras haber sido colonizados, decir ellos, "que vienen los cristianos" Gritos que reflejan los siglos de alternativas dominancias, de desconfianzas y rencores.

A nuestra vuelta, hemos sorteado los sempiternos controles de seguridad y hemos abordado el mundo de los sueños.

Abrí el libro de los míos, de persona con más historia que futuro y de hombre avezado, pero sacando el niño que oculto, bajo las arrugas de la piel.

Luego oí los sueños de dos mujeres jóvenes, de amor, de familia, de emprendimiento y en definitiva de vivir en plenitud su condición humana.

Dos jóvenes y un viejo, juventud y media luna; madurez y cruz.

Una tarde preciosa, en la que los protagonistas, hemos olvidado los desencuentros de la historia, para unir lo mejor de nuestros mundos: la bondad del ser humano




Vientos negros

Pies descalzos. Medio día. Mar y éter, se besan nítidamente en el horizonte. Unos trinos que suenan a incipiente primavera, alegran el momento.

Es viernes. Los musulmanes rezan en las mezquitas y las gaviotas vuelan el límpido cielo sobre el mar.

Reposo tras mi reciente viaje al altiplano argelino, mientras disfruto del placer de la escritura y espero las noticias de un familiar, que está bajo el bisturí de un "bata verde".

Siento la llamada de la gula, para calmar mi hambrienta gazuza. Espero el trabajo del reloj, a dos vueltas de aguja, para disfrutar de la compañía de Sarah y Mía, las dos hermanas argelinas, que me mostrarán orgullosas, algún rincón exótico y hermoso del país que aman.

Mientras ello ocurre, medito sobre los tristes momentos de mi país, sobre el que se ciernen negras nubes de corrupción.

La gaviota de un partido político, vuela en un negro viento de corrupción, que se cierne sobre Las Baleares, Madrid y Valencia.

La rosa, marchita por el resultado electoral y la podredumbre del sur, espera el agua del poder, para recuperar su frescura, con un líder que se da baños de pureza, obviando las sucias aguas de su partido.

Las coletas moradas, esperan impacientes las mullidas alfombras del poder, con sonrisas maduras del Caribe y turbantes persas. Mientras, los titiretarras ven de nuevo la luz, los resentidos de la memoria histórica, ajustan las cuentas al mismísimo Manolete.

La esquina noroeste de nuestra atribulada piel de toro, permanece muda, socavando las instituciones del Estado y esperando el "momento zarpazo".

Vientos negros, de corrupciones, desmedidas ambiciones y ansias de acabar con España.

Veo el sangrante circo desde la orilla sur del Mediterráneo. Al menos, aquí, hay luz, hay alegría y puedo abstraerme de tanta indignidad.

jueves, 11 de febrero de 2016

Argelia 5. Los dedos del sol

Antes de venir a Argelia, tenía preocupación por mi seguridad personal.

El mundo está muy revuelto y hay mucha violencia por doquier. Vivir en España, a pesar de sus dificultades, es vivir en una burbuja de relativa paz y causa inquietud, salir de su microclima social.

Sin embargo, tras una semana de estancia en Argelia, no me he sentido inseguro.

Es frecuente ver controles policiales en las ciudades y aún más en las carreteras. Ello genera alguna molestia al dificultar el tráfico rodado, ya de por sí complicado, dada la gran densidad de vehículos, pero me da confianza.

Mis precauciones personales de seguridad, se limitan a no deambular solo por las calles, cuando anochece, lo que apenas me afecta, pues no tengo ese hábito personal.

Cuando trato con la población, encuentro gente amable y respetuosa. Mi relacion con los argelinos, durante mi trabajo aquí, es muy afable y me siento muy confortable entre ellos.

Es cierto, que a veces me reciben con una mezcla de curiosidad y desconfianza, pero cuando me ven actuar con naturalidad y buen humor, abandonan su inicial cautela y afloran su sonrisa.

Recientemente, he hecho un desplazamiento a Sétif, una ciudad del altiplano, situada en el este del país, no lejana de la frontera tunecina. La noche fue fría, pero la gente con la que me he encontrado, me ha dispensado una relación cordial.

Me recibían con un té a la menta, unas galletas y un rico alimento: los "dedos del sol". Son los dátiles del desierto, que gracias al sol, son todo dulzura y te aportan suficiente energía, para soportar largas horas de actividad..

Los "dedos del sol" es una expresión local, que figura incluso en el envase de venta.

A su dulzura, hay que añadir su exotismo y el encanto de soñar el "sabor del desierto", la sombra de los palmerales en los oasis, el trasiego de los dromedarios y el húmedo frescor del agua que surge en la arena, bajo la seca superficie.

Su sabor, evoca entrañables aventuras de mi lejana juventud y mi alma se colma de felicidad.

Durante mi estancia en Sétif, compartí mesa con un séquito de autoridades locales. La animada conversación en la mesa, se transformó en un "sorbeteo coral" de "chorba", una sabrosa sopa, caliente y deliciosa. Siguió un plato, con garbanzos, coles y carne, cuyo nombre no recuerdo.

En realidad, lo que comimos, fue la versión argelina de un cocido madrileño, cuya principal diferencia, fue substituir la hierbabuena de la sopa, por el cilantro y en la ausencia de derivados del cerdo.

El día antes, había tenido una experiencia gastronómica de supervivencia callejera: comí un bocadillo caliente, con tiras de pollo a la plancha, con patatas fritas dentro del pan.

Como había hecho a la ida, la vuelta a Argel, transcurrió por la autopista que recorre todo el norte del país, desde la frontera occidental, con Marruecos hasta la frontera oriental, con Túnez.

Se trata de un amplio vial de 6 carriles, 3 en cada sentido, que atraviesa terrenos secos y escarpados, a veces, con verdes manchas de vegetación, con algunos olivares y profundos barrancos.

Se observan asentamientos humanos, de casas habitualmente sin pintar, que se confunden con el paisaje. Llaman la atención, numerosos edificios en construcción y una gran proliferación de antenas parabólicas.

Cuatro horas de carretera por resecos paisajes, con música árabe, me habían agotado. Cuando volví a mi lugar de residencia, disfruté de un reparador baño de agua caliente en el silencio de mi habitación y me sentí satisfecho y feliz

lunes, 8 de febrero de 2016

Argelia 4. La corbata

Cuando me jubilé, eliminé física y mentalmente, la corbata, el reloj y el calendario. Es decir, recuperé la libertad personal, aliviando mi cuello y volviendo al tiempo biológico; sin ataduras.

Solamente, cuando hay un acto relevante, como una boda, retomo alguno de los utensilios que sometían mi vida.

He disfrutado enormemente, tendido en el sofá de casa, a lo "Majo vestido de Goya", con una taza de té, mientras veo la televisión o leo un libro de poesía que me regalaron.

Dicho sea de paso, me aburría la poesía, hasta que me dio por la escritura y descubrí que floto, cuando me elevo como persona, o cuando afloran en mí los mejores sentimientos.

He reído alegre, cuando he iniciado una aventura de nuevos horizontes, sin rumbo fijo.

He ronroneado de placer horizontal, con el embozo hasta la nariz, cuando el invierno asusta a quienes deben salir a ganar el pan que yo ya me he ganado.

Sin nostalgia del pasado, pero con ganas de probarme, he aceptado voluntariamente un periodo de corbata en tierras de turbante y media luna.

Y aquí estoy, en tierras moras, con la corbata del currelo, haciendo grandes planes y preparando proyectos, para el desarrollo de un país vecino, pero lejano.

Por el momento, son pequeños momentos de oficina y vida urbana, tan anodina como en otros lugares sin aventura.

Una "jartá" de cigalas y pescaíto regado con buen vino argelino, por 25 euros, una cenita de crema, tortilla y postre, por 4 euros, .. pequeñas cosas de la vida con solo interés comparativo.

Una caja de dátiles, me tienta el paladar. Están en rama, hermosos, dulces, con el romanticismo del oasis, de arenas de pasión y exotismo, de noches estrelladas y soles calientes.

Ya sé que no debo, pero quien se resiste al encanto de la vida, cuando los años te van robando la intensidad de otros placeres.

Suenan pensamientos de pesca en la sala. Las reuniones se suceden en la mesa larga. Un español, un francés, un argelino, un italiano y un griego, hablando del mundo de escamas, redes de pesca, cuotas de captura, contaminaciones, controles oficiales y afanes de desarrollo y progreso.

El rum rum me aturde y mis tímpanos sufren con las heridas que algunos infringen a la lengua de Molière y de Víctor Hugo.

Una escapada me lleva a un sabor de lubina a la espalda, con mi amigo italiano. Proyectamos trabajos, estrategias y viajes, mientras nuestros labios saborean un té a la menta.

Es un deleite que me apasiona, desde hace 40 años. Conozco sus variantes mauritanas, marroquíes y argelinas y me decanto por el del desierto, concentrado, en vaso pequeño y exotismo grande.

Mimi, mi amiga, antigua alumna y colega, me recogió por la tarde. Me llevó al viejo puerto de la ciudad, por donde entraron los franceses en 1828, para quedarse hasta 1962. Menos años de los que mi familia ejerce la profesión veterinaria a través de 5 generaciones ininterrumpidas, desde 1822 hasta nuestros días.

Tome con ella otro te valiente, con crêpe y mermelada de naranja. Hablamos de su vida, sus sueños, su mundo entre velos y su religiosidad.

Al pasear por el espigón del puerto, noto su viva mirada, la resolución de una mujer que armoniza tradición y futuro, mientras oigo sus pasos firmes, seguros y determinados.

Santander fue su primera salida al exterior, luego fue Francia y le siguió Corea del Sur. Fiel a sus creencias y a su forma de vida, conoce un mundo más libre, pero prefiere el intimísimo de su país.

Nuestra amistad es rara. Un cristiano viejo y una musulmana joven. Una mirada cansada y unos ojos de fuego.

Pero ambos compartimos sonrisas, miradas, profesión y amistad, sabiendo la gran riqueza que supone, intercambiar desde el respeto mutuo, los valores de dos mundos diferentes.

Estoy en Argelia y me siento vivo, útil y contento de haber superado el miedo a los riesgos  de un mundo convulso.

Argelia 3. Sabana negra

Corbata en cuello, como los viejos tiempos de funcioneta. Paso ligero, pero ojo avizor a la orografía de las aceras.

Por algún motivo, alguien puso un cartel de bienvenida a la ciudad a media altura, cubriendo toda la acera.

Paso un puente sobre un polvoriento cauce torrencial y llego a la oficina de la empresa. Al presentarme a la secretaria, tiendo la mano en saludo y me hace un vadee retro, quedándome a brazo colgado, sin roce de piel.

Al parecer, no podía tocarme porque era hombre, o al menos eso entendí en mi desconcierto.

Es muy amable. Atiende mis peticiones con diligencia, pero ni un ligero roce al entregarme los documentos.

Pasea por la oficina bajo un velo negro y un vestido negro. Sus calcetines son también negros.

Veo por la calle, otras damas de negro. Son como el fantasma de un castillo escocés, como una sabana movíente, pero de negro.

A pesar de mis años de experiencia, no dejo de asombrarme con este paisaje humano, que no me turba, pero me intriga y subyuga, desde la curiosidad y el respeto de un hombre de otro mundo.

Superado el momento, me acostumbro a su deambular y las observo a ratos, en miradas furtivas, casi de ternura y afecto, como seres humanos, que viven sus creencias con su coherencia.

Recordé entonces mi infancia, de mujeres de negro, en los blancos pueblos de Andalucía, con aires del XIX y geranios en la cancela.

Ya en la cena, animo mi estómago con un filete. El primer día, pedí un "entrecote de ternera", que más pareció un "entrenervios de vaca vieja".

Mis dientes rebotaban sin poder hincarse en él. Pensé que debieron matar la ternera, siendo ya abuela y que le habría venido bien un lexatin para calmarla los nervios..

Pero el filete ha estado mejor y más hermoso, como el ambiente del comedor del hotel. Por algún misterio, era el único hombre. Estaba rodeado de mujeres jóvenes, empañueladas, con cutis finos exentos de maquillaje, que hablaban dulcemente, melódicamente, susurrando un árabe casi misterioso, que me transportó a las memorias de un harén, en la Alambra de Granada.

Al verlas todas con velo, me sentía como aquél cura párroco que visitaba el convento de monjas, para confesarlas y comer la paella de los jueves.

Tenía prisa, pero quedé un rato más, mirándolas como un gato desdentado en una pescadería.

Pensé entonces, el logro de las argelinas, pues la Constitución del país, las permite vetar el casamiento de sus respectivos maridos con la segunda mujer, o la tercera y hasta la cuarta.

Un éxito que no ocurre aún en Senegal, donde los celos de cama (deben tener rotaciones equilibradas de gimnasia amatoria) y los favoritismos entre los hijos de unas o de otras, pueden llevar a agresiones con vitriolo de consecuencias desgraciadas.

Huí del restaurante, para no ceder a la tentación de hacer alguna foto para el blog, pues podría salir más pelado de allí, que el "gallo de Morón"

Mientras subía a mi habitación, me pregunté de donde  pueden salir 4 mujeres para cada hombre, pues no me salen las cuentas.

Ya cantó el gallo. Ya rezó el muecín. El cielo aún vive la noche, pero me levanto, a preparar el afán de mi día en tierra extraña..







sábado, 6 de febrero de 2016

Argelia 2. Saltamontes de mar

Amanecer luminoso. Abrazo de colega de Misión. Mañana de trabajo. Proyectos de viajes para el laboro. Es hora de contribuir al bienestar de un pueblo, con la larga experiencia de una vida profesional, cuando ya en mi país, considera la burocracia que está amortizada.

Caminos polvorientos; grupos de hombres con negras barbas semanales; bandadas de jóvenes, con sienes rapadas y espíritu gregario. Viejas mujeres en ropa tradicional, de ocres colores las más; de negro las que ocultan su rostro, junto maridos de larga barba sin bigote, de creencia adivinable. Se ven niñas, pero apenas asoman las jóvenes.

Mucho chino de tez oscura y pobres ternos. Albañiles que levantan edificios. Ciudad con algunas casas coloniales de invasión gala y muchas de halo comunista y escasa alegría.

Costa hermosa, ayuna de complejos urbanísticos, faros del turismo que no llega.

Pueblo berebere en el norte, orgulloso por ser dueño de su destino, tras largos tiempos de foránea dominancia.

Parque móvil bastante nuevo; situación relevante en África. Matrículas imposibles de recuerdo, con 11 cifras sin letras.

Amalgama de casas, sin planificación aparente, recordando lugares de mi propio país, de sangre compartida.

Restaurante del puerto, con magnificas cigalas. Recuerdo eufemismo de apelar gambas de matorral a los saltamontes y las llamo jocosamente, saltamontes marinos. Sabores auténticos, ajenos a la química y a los platos modernos,que parecen acuarelas para comer y quedas silbando.

Veo un hotel y asomo la nariz curiosa. Restaurante sin ventanas, con rosquillas de neón rosas y azules; con la televisión como luz principal. Convengo que mi hotel es mas adecuado a mi forma de ser.

Disfruto de la serenidad de mi habitación y de los sonidos de la vida, incluido un perro, empeñado en ladrar como un perro, persistente y castigador.

Una tremenda explosión altera el momento. Le siguen otras seis, a intervalos regulares y descarto malas noticias. El perro ha enmudecido, cuando suenan otras detonaciones. El silencio es total. El sol se ha ido a hacer las Américas, la noche inunda las calles y algunas luces caseras, indican que la vida es ya en familia.

Mi estómago debe adaptarse al "horario país". Son las 20 horas, pueden cerrar los restaurantes y termino la crónica mientras, el muecín llama a la oración.



Argelia 1. Suspiros y bostezos

Párpados de plomo. Nudo en el estómago, sin mariposas, sólo un croissant de emergencia. Pantalones y camisa de pana azul. Bufanda negra al cuello. Zapatos rústicos, para todos los suelos.

Suspiros y bostezos;desazón y sueño. Momento extraño, para un jubilado libre de tiempos reglados.

Madrugada de viernes. Dos maletas con ropa diversa, de larga estancia. Un gris gris touareg en el pecho. Responsabilidad grande. Miedo escénico; inquietud personal. Arrojo de hombre; inconsciencia tal vez. Vuelvo al África de la Media Luna, minaretes y rezos del muecín.

Noche de frío rocío. Las farolas tenues marcan camino de avión. La Luna decreciente, pincha el cielo con sus finas astas.

Bajo la luna con la mente sobre una tela verdiblanca y añado en su curva una estrella, roja como ella. Tengo la bandera de destino: Argelia

De nuevo como Jonás, en vientre de ballena de acero, que vuela el Mar entre tierras, versus Mediterráneo. Aguas que surcaron fenicios y cantaron los poetas. Aguas que se tiñeron de sangre de muchas guerras. Aguas que tragan las vidas de inmigrantes, fugitivos de miseria y barbarie.

Tierra grande, de dunas, camellos, oasis, tuaregs y rutas imposibles. Territorio sobrecogedor,  de vida y muerte, bajo sol abrasador, que mata secando.

Tierra convulsa que busca paz, orden y progreso. Tierra que fue en parte española de imperio perdido. Posesiones francesas, que dejaron de serlo con pólvora, daga y sangre.

Controles de llegada, con tintes de pasado comunista y defensa de seguridad ciudadana, ante la sinrazón del terror fanático.

Palmeras y adelfas; mar al norte, chilabas en tierra y velos en mujeres; circulación colmada, controles policiales, amabilidad, ruidos del sur, sol alegre, "vida viva" y día de oración. Estoy en Argel.

Recuerdos de cuatro décadas atrás, cuando viajaba por las arenas de sus dunas, con horizontes grandiosos e inmensa negritud estrellada.

Tiempos té a la menta, de horas sin reloj, de encanto de oasis, de jaima de lana de camellos, de balidos de ovejas, de canciones emergiendo de la tradición, ...tiempos pasados, evocados a mi vuelta, con el cansancio y la sabiduría de mi historia.

De nuevo África. Otra vez en Argelia, por más de una luna.

Corazón latiendo en solitario e hijas del desierto, que me dedicaron sonrisa  amiga y recordaron mi juventud perdida.

Hijo que coronó la cima del Kilimanjaro, anestesiando mi inquietud paterna; que mostró la poesía de su vida, cuyas vivencias dan para un libro. Pronto escribiré "Amor en el Kilimanjaro" .

Es sábado, el domingo musulmán. El sol baña Argel esta mañana y salgo a nadar por su luz en sus calles.

Es 6 de febrero y comienzo de nuevo  una larga aventura.  Me entregaré al placer de escribir, para que disfrutes de su lectura






jueves, 4 de febrero de 2016

Mi mundo entre mujeres. Capítulo 28. "De colores"

Siempre tuve dificultades con el aprendizaje del inglés. Ello me ha supuesto la pérdida de algunas oportunidades de trabajo internacional y una mejor comprensión del mundo anglosajón.

Me prometí a mí mismo, que eso no ocurriría con mis hijos.

Envié a mi hijo mayor a Irlanda, cuando solo tenía 11 años, no sin cierto temor y si, con esfuerzo económico.

Me hice coordinador en mi región, de una multinacional francesa, de viajes de estudios de idiomas. De esta forma, podía sufragar los gastos de envío e mis hijos al extranjero,.

Durante años, mis tres hijos, viajaron por el mundo, aprendieron idiomas, hicieron amistades, maduraron y se hicieron cosmopolitas.

Irlanda, Michigan, Ohio, Pensylvania, Connecticut, Nueva York, Carolina del Sur y Georgia, en Estados Unidos, Nueva Gales del Sur en Australia, Alemania,...tres hijos, haciéndose ciudadanos del mundo.

Evidentemente, estos viajes, salieron de aquel esfuerzo personal, del que veinticinco años después, me siento orgulloso, especialmente, por el resultado.

Inicialmente, mi trabajo consistió en reclutar jóvenes clientes, que viajaran en verano al extranjero, para aprendizaje de idiomas.

Más tarde, la empresa me pidió la organización de acogida de franceses en casas de españoles.

Gracias a la red de familias que tenía organizada una amiga, guía de turismo, acogíamos  grupos de 50 estudiantes que venían en autobuses.

Cuando inicié  esta serie de Mi mundo entre mujeres, dije que no sería prisionero de mis palabras, sino señor de mis silencios, pero haré una excepción, contando esta experiencia.

Una vez, la familia acogedora de una joven francesa, la pilló robándo el dinero de un monedero y la echaron de inmediato de la casa.

Había que ubicarla con la profesora en otra vivienda, pero faltaba un colchón y hubo que buscarlo urgentemente, cuando ya anochecía.

La profesora en cuestión, era de Costa de Marfil. Joven, exótica en su vestimenta, muy alta y muy hermosa. Una mujer bandera, que no pasaba desapercibida, vamos, lo que en términos castizo - machista, diríamos, "una tía buena,... muy buena".

No tuve más remedio, que trasladar con ella por la calle, desde una casa a otra, un colchón para que durmiera la alumna cleptómana.

Procuré ir por callejas poco transitadas, pues iba avergonzado por "el qué dirán". De noche, con una "tía buena" y con un colchón por la calle, dió lugar a algún comentario callejero que llegué a escuchar: ¡Pasátelo bien!, ¿Qué, de ligue no? y frases más explícitas que me callo.

Iba blanco, pensando que alguien conocido, me viera con la negra y me pusiera verde, pensando que aquella noche, me iba a poner morado, de infringir el Sexto Mandamiento.

Pasado el mal trago, se lo comuniqué a mis cuñadas, por si acaso, algún alma caritativa, las informara de aquel atardecer de colores.

Mi mujer y un hijo, estaban en Australia y otro hijo, en Connecticut. Cuando el horario fue prudente, les conté la peripecia y se rieron de mí, imaginando la escena en la distancia.

Veintiún años después, toda la familia habla inglés, menos yo, que solo chapurreo algo. El mayor, gracias a su dominio del idioma, estudió y trabajó varios años en Estados Unidos y ahora lo hace en Suiza; tengo nietos norteamericanos y la mayor de ellos, ya es trilingüe a sus cinco años.

Mi hijo mediano, el más tranquilo, habla inglés, pero permanece en España.

El hijo pequeño, a veces está en España y otras, viajando por el mundo. Esta madrugada, por ejemplo, ha pisado la cumbre del Kilimanjaro, la cima más alta del continente africano, a 5980 metros de altura.

Aquella vergüenza de colores, con un colchón por la calle y una negra despampanante, mereció la pena.

martes, 2 de febrero de 2016

Mi mundo entre mujeres. Capitulo 27. "Momentos raros"

Ya de niño, dedicaba parte de mi actividad a ayudar en casa. Eso implicaba no dar demasiado la lata y emprender pequeñas responsabilidades: limpiar los garbanzos y las lentejas, llevar la bolsa de la compra, hacer recados, ayudar a hacer madejas con los ovillos de lana, ayudar a pequeñas actividades de cocina y cosas similares.

Dada mi escasa autonomía personal infantil, debía acompañar a mi madre en sus muchas actividades. Es así, como a lo largo de mi vida, he debido resignarme a largas esperas de pruebas de modistas, compras en tiendas de ropa interior, perfumerías y parafarmacias, de señoras, por ejemplo.

Los años no me libraron de estas tareas, pues es lo que tiene ser hijo, marido, cuñado o suegro, por ejemplo.

A veces, he debido hacer gala de colmada paciencia, como un simple acompañante, razón por la cual, no me sentía especialmente incomodo en un lugar específicamente femenino.

No hace mucho, en un importante comercio neoyorkino que estaba de rebajas, encontré un paradisíaco asiento, desde el cual dominaba el paisaje y el paisanaje femenino, comprando ropa interior.

Mujeres de toda talla y condición, se superponían sin rubor, modelos castos, provocativos, insinuantes o directamente " Manolovenpormi".

Me entretenía mirando las mujeres e imaginando los modelos que escogerían. Fue muy divertido y también instructivo.

Vi wonderbras de pechos y de nalgas y todo tipo de artilugios "encandilamachos". Siendo observador, aquello daba para hacer un estudio sociológico.

Recordé el chiste del hombre solitario, que quiso comprar de regalo, un juego de ropa interior femenino y el dependiente le preguntó "Si lo quería caro o era para su mujer".

Superado el trance, me dio el aire de la calle, mientras cumplía con el deber de hombre; es decir, llevar los paquetes.

Esta mañana, debí entrar solo en una perfumería. Tenía el encargo de comprar un perfume, para una colega profesional argelina, con la que pronto trabajaré en su país.

Nuevamente, las rebajas habían atraído a numerosa señoras, que acudían a por olores y colores de autoestima y atracción de mujer. Aquello era una especie de "armería", donde se vendían "armas de atracción masiva"

Pedí socorro a una dependienta, pues de esta materia, no tenía ni idea, pero la pobre estaba desbordada.

Vino entonces en mi ayuda Shakira, una clienta que se ofreció gentilmente a asesorarme. Tras muchas poses, con bailes de caderas, labios en morritos pecadores y pechos en mascarón de proa, me sentí inicialmente cohibido.

La dependienta vino entonces a rescatarme y me asesoró rápidamente. Mientras esperaba a pagar, la "exhuberante", pidió hacerse fotos conmigo, a lo que accedí tan sorprendido como jocoso, terminando con una sonora carcajada.

Ya jubilado, habiendo visto de todo, estando fuera del mercado, liberado de prejuicios y pasando de todo, me había prestado a la broma, por el simple hecho de reír.

Algunos me darán la murga y con razón. Pero la vida es muy importante para tomársela en serio. Reír es sano y es mi deporte preferido.

Añado tres fotos, como testimonio gráfico de un jubilado en un mundo de mujeres, aunque no estuviera en mi ámbito y a lo mejor, tampoco era una mujer y ahí lo dejo.

Y a los amigos malvados, les digo:

¡Y sin dicen, que dizan....no fuéndolo!





Mostrando 20160201_124521.jpg