miércoles, 24 de febrero de 2016

Argelia 9 ¿Puedo mear?

7 años. Pantalones cortos. Calcetines largos. Chaqueta y corbata. Pelo corto. Peinado en raya. Orden. y disciplina. Una palmada y un dedo levantado, pis; dos palmadas y dos dedos levantados, pos.

12 años. La Guardia Civil, tenía tomada la carretera de Andalucía.. Cada 300 metros, asomaba un tricornio de negro charol y una gran capa verde con un fusil. Franco salía de caza.
Las luces y el ruido, llegaron abruptamente, echándonos prácticamente a la cuneta. Una comitiva con varios coches negros, custodiados por numerosos  motoristas armados, había pasado como una exhalación.
Había pasado "el poder", lo "fáctico", el Caudillo.
68 años. Pantalones grandes. Enchaquetado. Pelo fugado. Años vividos. De vuelta de muchas cosas. Haciendo de nuevo Africa, en su canto de cisne, de paseo de corbata, de jubilado retornado.
Argelia. Turbantes y chilabas. Mujeres enveladas. Minaretes al cielo. Medias lunas por doquier. Pieles del color de la tierra. Ojos negros. Gente joven en un mundo convulso. Década negra de pasado cercano. 200.000 muertos de locura violenta.
Mundo revuelto. Silencio tenso. Vida queriendo vivir. Montañas acechando. Poblaciones calientes, que pueden reventar la paz deseada. Libia vecina. Polvorín de muerte. Desasosiego ahogado por la música del trasiego de vivir, amar y sabores de chorba y te a la menta.
Consultor internacional. Neuronas trabajadas. Tímpanos atentos. Manos prestas a ejecutar ideas y propuestas. Bolsillos agradecidos. Corazón alegre. Vida retornada. Creatividad ilusionante.
No es mi país, pero hago país. No es mi credo, pero no me importa. Son buena gente de otro mundo tan lejano como cercano. Sueñan, sienten. Ríen. Lloran. Mueven el desorden. Rezan sus Dios y desgraciadamente, algunos, desean imponer su s creencias con sangre, dolor y muerte, porque solo hay un Dios y los infieles no deben vivir el mundo.
Carretera gris. Paisaje reseco. Aire naranja, de arena de desierto. Coche delantero. Luces azules y cuatro militares. Otras luces detrás, también con militares, nuevamente con luces, sirenas hiriendo el camino y metralletas prestas. Seis motos vuelan como abejas, custodiando los costados del coche, también con luces y sirenas.
Los coches son violentamente apartados por manos agitadas que ordenan abrir el camino. El chofer pisa la velocidad. Acorta las curvas y aprieta las manos al volante, mientras los tensos viajeros del destino escondido, aprietan mandíbulas con respiración contenida.
Pis retenido, de vejiga trabajada. La inercia no permite pararse. Hay hambre. Hay sed. Hay miedo de accidente que no de incidente. Me estoy meando.
Las metralletas deciden cuando parar. Es momento de piernas estiradas, vejigas relajadas, te y menta, suspiros y sonrisas
Pieles oscuras. Barbas renegarías de varios días o de luengas semanas, sin bigotes y con crochet blanco marcando redondez en las cabezas. Miradas curiosas, a veces torbas, dientes grandes, algunos con oros puestos.
Sorbo de menta, ojos cerrados, de no pensar en microbios y vivir el sabor que aprendí en mi juventud mauritana.
Me levanto camino de la taza turca, para aliviar lo amarillo acumulado y uno de mis protectores, con la tartamuda al dorso, implanta su mano en mi hombro y me pregunta por mis intenciones.
¿Puedo mear? Y pude, pero a chorrito entrecortado, porque el chorro valiente, de la vida normal,  estaba acojonado con tanta bala en la recámara, que espera nerviosa el aire de la muerte.
Volví a la niñez. Recordé la palmadas, el pis y el pos. Evoque las verdes capas con botas y tricornios. Pensé que después de todo, aquel " fresco general que reinaba en España, procedente de las costas de Galicia", D. Francisco, por supuesto, el de los pantanos y el de Arriba España, fue igualmente, víctima de sus meadas cautivas.
Solo soy un jubilado renacido al laboreo temporal, con neuronas y experiencia entregadas a la creatividad. Y soy feliz, sintiéndome útil y vivo, aunque deba dar una palmada y levantar un dedo , para hacer un pis en un pispas.

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