viernes, 31 de diciembre de 2021

Islandia. Capítulo 6. Avistamiento de ballenas


Siendo niño, navegué por el estrecho de Gibraltar, observando emocionado, peces voladores, delfines y un gran tiburón martillo. Había descubierto el apasionante mundo del mar.  

Vi la película Moby Dick (1956), basada en un hecho real acontecido al ballenero Essex, que fue atacado y hundido por una cachalote en 1820. Tenía 9 años y aquella historia, excitó mi aventurera imaginación.

En primavera de 1972, embarqué en un pesquero francés de Lorient, para hacer una marea de pesca de bacalao en aguas islandesas. 
                                                    
Aquella experiencia fue muy dura. Hacía frío, mucho frío y el barco se movía demasiado con el oleaje. Además de marearme, dormía a turnos en una "cama caliente". 

En 1973, trabajé en una importante empresa pesquera en Mauritania. En mi casa tenía dos costillas de una ballena en la pared, así como algunas de sus vertebras caudales, que usaba como taburetes. Me las regaló Manuel, un pescador canario, apodado el "Pincha-muertos", por haber sacado a trozos, el cadáver de un marinero atrapado en una red de pesca. 
                                                               
Volví a España, para llevar una "vida normal" y fui destinado a Cantabria como funcionario público. En su mar había abundantes cetáceos y con frecuencia, aparecían muertos en la costa. Uno de mis "trabajos  colaterales", consistía en comprobar si los  cadáveres suponían  un peligro de salud pública. Santoña, S. Vicente de la Barquera, Oyambre, Noja o Castro Urdiales, eran lugares habituales de varamientos de cetáceos. Resultaba triste verlo. Esto no era un hecho aislado; hay unos 2000 casos anuales similares en el mundo. Pero yo quería verlos vivos, con sus grandiosos saltos en el mar, pero esa emoción aún me estaba vedada.

                     
                    Ballena en S. V. de la Barquera    Cachalotes. Lugar desconocido
                                                  
                                                            Esqueleto de ballena
                                               Museo Marítimo de Santander

En diciembre del 2015, observé en la lejanía desde la costa de Coffs Harbour,  Australia, una  gran ballena. Sentí una enorme emoción y me prometí ver cetáceos de cerca algún día.

                               
                                     Coffs Harbour, Australia                 Un sueño pendiente

Indagué entonces, los mejores lugares del mundo para ver ballenas:

1. Glacier Bay, Alaska. Lugar de paso de las ballenas grises, que en primavera inician su migración. Entre junio y septiembre, pueden verse ballenas jorobadas y orcas

2. Hermanus, Sudáfrica. Considerado el mejor lugar del mundo para ver ballenas. Centenares de ballenas francas, se reproducen allí desde julio a noviembre

3. Islas Azores, Portugal. Se observan 24 especies diferentes, entre especies residentes y migratorias. Se ven desde observatorios terrestres entre mayo y octubre. Pueden observarse rorcuales y ballenas barbadas durante todo el verano

4. Península Valdés, Argentina. Se ven cientos de ballenas francas australes durante su época de apareamiento. Los barcos para su avistamiento, salen de Puerto Pirámides.

5. Bahía Hervey, Queensland, Australia. entre julio y octubre. Se acercan tanto, que es posible tocarlas

6. Praia do Rosa, Brasil.  Se ven ballenas francas australes, entre junio y noviembre. A veces dan saltos enormes, mostrando el 75% de su cuerpo

7. Bahía Ballena, Costa Rica. Se las puede ver dos veces al año, desde diciembre a abril y desde julio a septiembre. Se aparean en sus cálidas aguas y también paren allí

8. Monterey Bay, California, EEUU. Pueden observarse orcas, ballenas jorobadas, azules y francas, desde mediados de diciembre a abril. En otoño es posible avistar el mayor cetáceo del mundo: la ballena azul.

9. Baja California, México. Es un magnífico lugar para avistar ballenas grises durante el apareamiento y la crianza, entre enero y abril, aunque se pueden ver también ballenas azules el resto del año.

10. España: Pueden avistarse cachalotes, zifios, rorcuales y ballenas jorobadas en Canarias. En el estrecho de Gibraltar es posible ver orcas en verano, sin olvidar el mar Cantábrico

En octubre del 21, aterricé en Islandia, atraído por sus variadas y atractivas actividades; una de ellas, el avistamiento de ballenas. Las salidas se hacían desde Reykjavik, Húsavik o Akuyerri, bien en barcos o en lanchas rápidas.

La mejor época para avistar las ballenas en el país, es de abril a octubre, especialmente, entre junio, julio y agosto.

En las aguas islandesas pueden verse: ballena Minke, marsopa común, ballena azul, ballena jorobada, ballena de aleta, cachalote, orca, rorcual norteño y varios tipos de delfines,.. hasta un total de 23 especies de cetáceos.

Octubre era la fecha límite para tener posibilidades de avistamiento. Salimos en el norte de la isla a bordo de un barco. Confiábamos ver algunos cetáceos viejos, que prefieren no hacer la migración anual de miles de millas y pasan el invierno protegidos en algún fiordo. 

                    

               

                 
         
             
                                    
Ya había nieve en el fiordo y el paisaje era tan frío como hermoso. Las aguas estaban quietas, los ojos expectantes y el corazón presto a bombear sangre frenéticamente al primer avistamiento que ocurriera...

El capitán nos avisaba micrófono en mano desde el puente, ubicando los cetáceos según las horas del reloj: a las 12 hay uno,..... dos más a las 5,..., a veces, paraba los motores para no molestarlas y otras veces, reemprendíamos la navegación para seguirlas o buscar nuevas ballenas

Avistarlos por primera vez, fue emocionante. Aparecían, mostraban el dorso y se sumergían someramente, para desaparecer. En ocasiones, se sumergían a más profundidad, arqueando más el lomo, mostrando entonces su cola.

No eran grandes y no era fácil identificarles, pues no saltaban fuera del agua. Es posible que algunas fueran ballenas jorobadas. Tras avistar unos 8 o 10 cetáceos diferentes en tres horas de navegación, volvimos a puerto. 

Quedé satisfecho por la experiencia y espero repetirla en el futuro, pero con un planteamiento diferente. Buscaré un lugar y unas fechas, en las que pueda avistar grandes cetáceos. Luego, me embarcaré en una lancha rápida, como la de abajo, para sentir de cerca la blanca salpicadura del "soplo" de las ballenas, al emerger, siempre y cuando,.... no haya orcas en la zona, pues una cosa es segregar adrenalina y otra, tener una paro cardiaco. 

                                    

 

Tenía sumo interés en probar los platos típicos islandeses. No pude comer carne de frailecillo, pues no era la época. Ya había comido el fétido hákarl, una carne de tiburón peregrino, que debe ser madurada enterrándola entre 6 y 12 semanas, para eliminar sus toxinas; me había negado a comer un embutido hecho con prepucios de carnero y me quedaba la opción de comer carne de ballena. No fue fácil, pero finalmente, pude degustarla en el restaurante Seabaron, del puerto de Reyjkiavic, propiedad de un antiguo. ballenero. La carne resultó ser absolutamente deliciosa.
 
                                         Ficha de frailecillo                                       Hákarl   
                          
                                 Captura, faenado y producción de carne de ballena y otros 
Restaurante en el puerto de Reijkiavik
                                                                
                                                                 Carne de ballena



miércoles, 29 de diciembre de 2021

Islandia. Capítulo 5. Ovejas y caballos


Islandia tiene unos 369,000 habitantes repartidos en 103,000 Km², con una baja densidad de población de 4 habitantes por Km². El 60% de los habitantes, vive en Reikiavik. El centro y el norte del país están casi deshabitados, dadas la aridez de tierras de lava, llamadas "mal país", cubiertas casi siempre de hielo y con un clima subártico muy duro; especialmente, en invierno.

La mayoría de los islandeses son descendientes de vikingos varones noruegos y esclavas celtas llevadas desde Irlanda y Escocia durante la colonización.

El difícil acceso a la isla, la adversa climatología, la pobreza del terreno, la existencia de grandes glaciares, la baja densidad humana y el origen de sus pobladores, conformarían la realidad de un país, basado durante siglos, en la ganadería y la pesca.

Su ganadería se ha basado en la producción extensiva de ganado ovino y equino, con características raciales bien determinadas, de extrema rusticidad, especialmente adaptados al frío.

Se estima que hay unas 750,000 ovejas y unos 80,000 caballos, pastando libremente a lo largo de la geografía islandesa, especialmente, allá donde la población humana es más escasa.

El gran aislamiento del país, ha permitido salvaguardar la pureza racial de estos animales, así como, la sanidad de su cabaña ganadera. Ningún animal de renta puede entrar en el país, ni siquiera aquellos autóctonos que salgan de la isla.

Ovejas islandesas

Los vikingos llevaron a la isla en el S XI, ovejas noruegas de la raza Spelsau de cola corta. Tras diez siglos de aislamiento, conservaron unas características que desaparecieron hace mucho tiempo en el resto de Europa:

Tamaño medio, (90 a 115 kg los machos y 70 a 85 kg las hembras); patas cortas, robustas y sin lana; alta resistencia al frío, adaptada a la orografía del terreno; habitualmente con cuernos en ambos sexos y capa marfil, gris, negra o marrón, monocolor o bicolor.

Tienen muy alta fecundidad, con abundantes partos gemelares, pudiendo, las del genotipo Zokha, parir tres e incluso 4 crías por parto y dos partos al año (mayo/junio y septiembre/octubre), con un alto índice de supervivencia. 

La resistencia al frío, se explica por su doble capa de lana. La capa superior es de fibra larga llamada "junto", que repele el agua, mientras que la capa inferior, llamada "tog", es más corta, suave y esponjosa y le confiere un excelente aislamiento térmico.

Estas ovejas, viven solas y en libertad, durante la primavera, el verano y parte del otoño, siendo recogidas  entonces para protegerlas del crudo invierno, con los pastos ya cubiertos de nieve.

La oveja islandesa, tiene una triple aptitud: carne, leche y lana.

Los corderos se sacrifican a los 5 o 6 meses, con 35 a 45 Kg de peso. Los islandeses preparan platos muy sabrosos con ella, como el kötsupa o sopa de invierno, aunque hay otras preparaciones menos apetitosas para los foráneos del país, hechas con pulmón, ojos o un embutido hecho con "prepucios de carnero".

El derivado lácteo más tradicional es el "skyr", un producto fermentado exclusivo del país.

Pude comprobar la calidad de los tradicionales suéteres islandeses, preciosos en el diseño, prácticos para el aislamiento del agua y del frío, pero ásperos al tacto, como lo son sus rústicas ovejas de procedencia 

         

      

           

Caballo islandés

He montado desde mi tierna infancia, caballos de muchas razas y cruces: español, purasangre inglés, árabe, lipizzano..., en lugares y circunstancias distintos y distantes y tenía  interés de montar dos razas muy concretas: 

El "caballo peruano de paso", por su "paso bípedo lateral o ambladura" y el "caballo islandés", que además de los 3 pasos o marchas comunes a todos los caballos, el paso, el trote y el galope, tiene otros dos: el "tolt" y el "skeio", en el que avanza a gran velocidad sólo con dos patas tocando el suelo a la vez: primero las patas de un lado , suspensión y luego las del otro lado.

                  

En enero del 2020, tuve ocasión de hacer una ruta nocturna en la Laponia sueca, montando un caballo islandés y además de pasar mucho frío, aprendí algo sobre esta raza.


Los vikingos llevaron a Islandia unos caballos probablemente de Noruega, en el S IX. Tras 12 siglos de aislamiento y de adaptación a un medio muy adverso, se consiguió un caballo pequeño, resistente, veloz, rústico, fuerte y muy adaptado al frío, gracias a su denso pelaje y su gruesa capa de grasa corporal. Tienen capas muy diversas: tordos, castaños, negros, y alazanes. Inicialmente, eran utilizados para silla y transporte, pero en la actualidad, se usan para monta y producción cárnica.

 

         
 
               

 

 


       


Dedicado a Francisco Castejón Montijano, amigo de siempre, colega profesional, catedrático emérito, gran experto en fisiología del caballo y consumado jinete, con quien he compartido jornadas ecuestres desde la adolescencia.




 







 



 



 









































lunes, 27 de diciembre de 2021

Islandia. Capítulo 4. Auroras boreales

El cielo ha asustado fascinado, atraído y mostrado grandes maravillas.

He vivido noches de vastos y estrellados cielos en el desierto; admirado las superlunas, las lunas de sangre y las lunas menguantes del hemisferio sur, con sus picos hacia arriba.

He dormido en sábanas de hierba, viendo eclipses de luna y perseidas. Además, he vivido los soles de media noche. 

He triangulado imaginariamente, con la luna, besos desde los caminos del mundo, que el astro reenviaba a un lejano ser querido.

Me he empequeñecido ante un eclipse total de sol y sentido ternura en los ocasos del astro rey.

He admirado los arco-iris, sencillos, dobles o completos, en días lluviosos o en cataratas soleadas. He visto un sundog o arco iris de hielo en 360º, por los fríos campos de Canadá. Esto ocurre cuando la luz se descompone al atravesar los diminutos cristales de hielo.

Me he emocionado ante los fenómenos del cielo y nunca he llorado al no ver el sol, porque Rabindranath Tagore decía, que las lágrimas, no me dejarían ver las estrellas.

Me faltaba ver un arco-iris lunar y observar auroras polares, con sus maravillosas y fugaces ráfagas de colores. 

Jubilado, libre y ajeno al "Síndrome de las personas ocupadas", fui a cazar auroras con la escopeta de los sueños, para sentirme más cerca del Creador y de mí mismo.

Lo intenté enero del 2020 en Abisko, la "Puerta del Norte", en la Laponia sueca. Mirábamos en vano el firmamento, con cuatro ojos, dos vikingos y dos latinos. Un crujido nos alarmó y temimos la presencia de lobos. Preocupados y ateridos de frío, atravesamos con premura una zona boscosa y regresamos al hotel.

Al día siguiente, llegamos a Kiruna tras una gran tormenta de nieve. La negritud estaba estrellada y vimos una tímida "Noche verde", marchando con rústicos caballos islandeses por nevados senderos. Al tiempo, veíamos huellas de ciervos, alces y zorros, que añadían más emoción a la aventura de vivir.

Islandia nos esperaba en octubre del 21 y las auroras polares, eran una posibilidad cierta. Como ya las había "vivido" en Laponia, no estaban entre mis grandes objetivos. 

Todo cambió sin embargo, cuando la "Dama verde", se mostró tímida en el norte y generosa en el sur, con sus variadas formas y colores, pero siempre hermosa y subyugante.

Mis emociones bailaron con el frío, al son de sus caprichos. Aparecía, se escondía y resurgía en otro lugar, arrastrando su bata de colores, por la inmensa negritud del cielo.

Tras disfrutar del espectáculo, deseé saber más de este fenómeno atmosférico. Aprendí que las auroras polares, se producen cuando las partículas solares, llamadas "Viento solar", chocan contra la esfera magnética de la Tierra, que parte de los dos polos y se desplazan por ella, en forma de radiaciones electromagnéticas. 

Las auroras adquieren formas de ondas, rizos, bandas, espirales, etc., que se mueven a gran velocidad.

Los colores de las auroras polares, conocidas como boreales en el hemisferio norte y australes, en el hemisferio sur, dependen de los diferentes elementos sobre los que choca el viento solar. El oxígeno produce colores verdes y amarillos; el nitrógeno, azules, rojos y púrpuras.

"Cazar" auroras polares, no es fácil; requiere, información, suerte y perseverancia. Las primeras horas de las noches obscuras y despejadas del otoño y el invierno, parecen ser las mejores para ello. 

Objetivo cumplido; las había cazado una vez en Suecia y otras dos en Islandia y estaba pletórico.

Islandia me reservaría aún muchas sorpresas, pero estas, las narraré en próximos artículos del blog. 
               
                 
 Superluna                              Luna de sangre
       
Fases de la luna                   Luna menguante 
    
                                              Cometa                         Sol de media noche                                                                                    
                                          Eclipse solar                         Eclipse lunar                                                                                    
                                                   Arco iris                        Noche estrellada 
                                                      
                                              Sundog                              Arco iris lunar                                                                                    

      
Auroras boreales verdes, por influencia del O
     

   
    Auroras boreales con tonos rojizos y púrpuras por  influencia del N  
Fantasmagórica foto personal hecha en larga exposición
                                       En los países nórdicos hay hoteles especiales para
                                   ver las auroras. Está de moda buscar embarazos
                                   bajo el hechizo de "Noches verdes"

 

Dedicado a Gunilla Radberg, a quien debo la maravillosa aventura de conocer Laponia y disfrutar del Gran Norte