viernes, 8 de junio de 2018

Mi mundo entre animales. 3ª parte

Soy veterinario y un enamorado de la naturaleza. No es extraño, que disfrute con los animales.

A lo largo de mi vida, he estado siempre en contacto con ellos, lo que puede verse en los dos artículos anteriores de la serie Mi mundo entre animales 1ª parte (20 de junio de 2017) y 2ª parte (10 de mayo de 2018).

La mayoría de las fotos que dispongo con animales exóticos, me las han hecho en su propio hábitat a lo largo de mis viajes. Pero no ha sido siempre así. 

Las fotos de este artículo, han sido realizadas en Cantabria: en una calle y en la península de la Magdalena de Santander, así como en el Parque natural de Cabárceno.

Obtuve unas fotos con una foca, cuando acudí al recinto de la Magdalena acompañando a un compañero en el ejercicio de nuestra profesión. Aunque pudiera parecer que me disponía a maltratar el animal, sólo utilicé un cepillo a modo de señuelo, para distraer la foca y en caso necesario, evitar que me mordiera.

Las instantáneas con las aves de presa, proceden de una demostración de cetrería en Cabárceno. Fue emocionante soportar en mi mano el peso de un gran águila y el de un águila calva, cuyo símbolo está presente en el escudo de Norteamérica. Me encantó sentir el salvaje poder de estas magníficas aves depredadoras que surcan los cielos del mundo.

En Cabárceno pueden encontrarse antílopes, osos, guepardos, jaguares, avestruces, hipopótamos, elefantes, tigres, gorilas, monos, serpientes,...y todo un compendio animal del planeta, viviendo en semilibertad, acercando al gran público la grandiosa biodiversidad, que tenemos todavía el privilegio de disfrutar.   

Cabárceno te permite ver la gran fauna sin necesidad de viajar y en muchas ocasiones, verla mucho mejor que en su entorno natural, pero no se siente la emoción de pisar un territorio salvaje, seguir las huellas, andar entre la maleza, oír los rugidos en la noche y presenciar una escena en la que predadores y presas, juegan su rol de vida y muerte. 

He aquí ahora el testimonio gráfico obtenido en Cantabria


Ganado de raza tudanca autóctona de Cantabria

Parque natural de Cabárceno
Reptilario de Cabárceno


Antílopes

Guepardo

Jaguar
Oso pardo


Halcón peregrino
Águila


Águila calva americana
Alimoche
Buitre leonado

  Águila calva americana
Demostración cetrera
Tigre de Bengala


Gorila

Avestruces
Elefante africano
Rinoceronte

Hipopótamos

Museo Oceanográfico de Santander



Guacamayo
Foca de la península de la Magdalena





Rosas en el mar

Las rosas son flores que evocan belleza y amor. La mar, implica sueños, aventuras, riesgo y libertad.

Las rosas y la mar, juegan en mi alma, aún a mis años. Disfruto mucho con la belleza, tengo intacta mi capacidad de amar, soy un soñador y no desdeño el riesgo en aras de la aventura y la libertad.

Hace años, me sentía ridículo regalando flores a una mujer, pero con los años, he aprendido que regalar rosas, es una elegante expresión de nobles sentimientos y una forma de hacer feliz a un corazón cercano. 

Hace poco, ofrecí a una mujer unas rosas rojas, que no sólo son el símbolo del amor y la pasión duradera, sino también, la manifestación de un halago de la belleza y el respeto de una amistad.

También ofrecí recientemente a otra amiga, unas rosas blancas, como manifestación  de inocencia, tal cual siento mi relación hacia ella.

La mar me apasiona, me subyuga y me aterra. Disfruto con el sonido de sus olas, con su encandilado atardecer y con su horizonte roto por la silueta de un velero. 

El mar me une y me separa de familiares y amigos que viven en tierras lejanas. La mar, me invita a soñar en largas travesías, cada vez que un barco lo surca y deja su estela en el oleaje.

Pasear en marea baja por la arena y a pie desnudo, es un placer y un privilegio que disfruto frecuentemente  en el Cantábrico.  

Ayer, fiel al mar, cuando recorría las finas arenas que se sumergen y afloran cada día, vi pétalos diseminados de rosas rojas. Unos pasos más allá, observé pétalos blancos y una rosa blanca tumbada.

Ambos colores me recordaron los rostros femeninos, de sendas almas amigas, lejanas en el espacio pero cercanas en mi corazón.

Me detuve unos instantes. El agua jugaba con los pétalos en su húmedo vaivén salino.

El rojo y el blanco, bailaban en la espuma del mar; mientras, mis sentimientos se hundían en la nostalgia y la incertidumbre.

Mi corazón, dividido en sendos territorios, uno en el gran norte y otro en el pequeño sur, permaneció quieto unos instantes, pero mis pies prosiguieron la marcha chapoteando la espuma del mar.

Me pregunté por el significado de aquellas rosas y pensé en una romántica expresión de amor.

Al volver sobre mis pasos, vi otra rosa blanca ajada sobre la arena. A su lado, unos pies sostenían las lágrimas de un hombre ahogado en sus penas. Era viejo y sus manos temblaban al secarse las salinas perlas de su cara.

Mi afición de fotógrafo me incitó a la foto, pero mi corazón, se inclinó respetuosamente por el dolor de un ser humano.

Le vi desaparecer lentamente, torpemente, marchando sobre la seca arena que no besa el mar.

Me pregunté nuevamente por aquellas rosas de lágrimas y sufrimiento. 

Pensé en un fallido recuerdo de amor; un hermoso atardecer de besos que no volverán, e incluso, en cenizas de muerte de un ser querido, navegando por las olas del mar.

Amar, al igual que la mar, suponen un  hermoso riesgo. 

El amor, implica felicidad, pero también sufrimiento por la desaparición de un ser querido. Aún así, es el más bello privilegio que puede sentir un ser humano.

Las dulces gotas de lluvia, mojaron mi cara y se unieron al vals de las olas.

Entonces, me recogí en silencio, mientras pensaba en mis amores de vida. Aceleré el paso y vine a casa y escribir "Rosas en el mar"