domingo, 12 de febrero de 2017

Los colores del sabor

El ser humano, ha convertido el acto de comer, en un placer y a él nos entregamos con verdadera pasión.

Disfrutamos los alimentos con la vista, el tacto, el olor y el sabor. Los alimentos tienen muchos colores diferentes y en su posterior elaboración, son a menudo modificados para estimular la percepción visual y estimular su consumo, en cuyo caso, los empresarios que lo hacen, disfrutan igualmente, del color del dinero.

En este artículo, expongo un extracto de mi libro Atlas visual de la cadena alimentaria, en el que clasifico los alimentos según su color. Espero sea del agrado de los lectores.






 







Telemuertos

Sobremesa, estómago satisfecho, teclado en mano y una taza de té caliente.

Ya terminó el telediario. Uno de tantos cientos que día a día, transmiten las guerras, los atentados, las ocurrencias de los políticos, sus corruptelas y demás desgracias. El tiempo y el fútbol suponen el cierre de cada emisión.

Nos quitamos el apetito viendo el hambre ajena y vemos las muertes reales como un film de noche con palomitas.

Hemos aprendido a convivir en la basura humana, sin perder el apetito y resquebrajar la dura corteza que blinda nuestros sentimientos.

Cada día, nos informan de los parricidios, mal llamados ahora asesinatos de género. Los periodistas ejercitan su derecho a la libertad de prensa y muchos espectadores, se lamentan de la violencia que asola nuestra sociedad.

Aprendí, hace muchos años, que las noticias de violencia generan violencia. Nuestra sociedad se ha vuelto blandengue y se aleja de la reciedumbre, pero al mismo tiempo, muchos individuos se vuelven violentos.

Los más proclives a ello, son personas inestables, hijos de familias desestructuradas, carnes de psiquiatría y gente que ha bebido las fuentes del fanatismo.

Los periodistas deberían recapacitar sobre el daño que hacen publicando noticias de violencia de género.

Es cierto que deben promulgarse legislaciones ad hoc, asignar  policías y jueces especializados, fomentar la igualdad, crear líneas teléfonos específicos para atender esta lacra, usar pulseras de geolocalización de los agresores y todas las medidas adicionales que sean precisas. Pero esto no es suficiente.

Hay dos motivos de violencia que quizás deberíamos valorar:

1.- La incapacidad de muchas personas, mayoritariamente hombres, para evolucionar al ritmo que lo está haciendo la sociedad.

2.- El efecto imitación que generan las noticias de parricidio. Algo parecido ocurre con otros comportamientos anómalos: conducciones por vías contrarias en autopistas, saltos desde balcones a piscinas o suicidios, por ejemplo.

Dejo aquí estos elementos de reflexión para que cada cuál saque sus propias conclusiones.
 



Turismo basura

Hace años, cuando los vuelos de avión eran caros, los pasajeros se seleccionaban casi por su poderío económico. Eran tiempos de viajeros con maletas de cuero y mantas de viaje. Bien es verdad, que nunca faltaba algún macarra o un botarate con dinero presto a dar la nota desagradable.

Pero el transporte aéreo se ha generalizado al caer los precios hasta límites jamás pensados. Actualmente, cientos de millones de pasajeros vuelan cada año a recónditos y lejanos países otrora vedados a la ciudadanía.

Viajar es maravilloso, siempre que se haga adecuadamente. Es hermoso, instructivo y divertido acceder a otros paisajes, razas, ambientes y culturas. Se aprende mucho; sirve para afianzar los valores de una sociedad y para cuestionar verdades absolutas que nunca debimos creer.

Viajar quita el velo de la ignorancia, sorprende, satisface curiosidades y emociona cuando nos vemos en otros mundos. Viajar, enseña muchas veces más que los libros.

Pero esta afirmación no es tan simple ni categórica.

Muchos estudiantes, han pasado por la universidad pero la universidad no ha pasado por ellos. Se han limitado a estudiar apuntes, muchas veces prestados, olvidándose de que universidad viene de universal y de que la ciencia es una con muchas disciplinas que no son antagónicas, sino complementarias.

Muchos de nuestros estudiantes, han aprendido de memoria los conceptos técnicos, pero no han aprendido a aprender por sí solos, ni a poner en práctica lo aprendido. Ni tan siquiera a saber estar o ser una buena persona, aplicando loa ciencia aprendida. En gran parte, saben bastante de algo, pero son unos analfabetos funcionales en el resto de las disciplinas de la vida.

Con los turistas pasa parecido. Muchos pasan por el mundo, pero el mundo no pasa por ellos. Viajar hoy es fácil. Los billetes de bajo coste, están al alcance de casi toda la población. Pero si antes, era negativo que solo los ricos tuvieran la posibilidad de hacer grandes viajes, hoy también lo es que gente sin educación ni modales, lleve la estupidez allende las fronteras de su país de origen.

El turismo es una industria altamente contaminante. No me refiero ahora a los gases que liberan los aviones, ni a los grandes movimientos de población que llevan y traen especies invasoras del medio ambiente o enfermedades acantonadas en un recóndito lugar.

Me refiero a la contaminación ideológica, que pervierte sociedades vivían ajenas a la sociedad moderna, o a actitudes de turistas que viajan con sentimientos de superioridad a países en vías de desarrollo o al turismo sexual, corrompiendo impunemente por la fuerza del dinero.

Hacer alarde de poderío económico en un país pobre, regatear excesivamente a gente realmente necesitada, despreciar a quien se presume menos culto o dar espectáculos lamentables, por libertinaje sexual, malos modos, abuso del alcohol, uso de drogas, ..., es típico de un turista basura.

Durante mi vida en África, me topé con muchos ejemplares raros de la fauna humana: huidos de la justicia, locos, oportunistas, degenerados, traficantes, buscadores de fortuna y marginados. En algunos casos, eran subproductos del extinguido colonialismo; gente que no supo volver a su metrópoli cuando los países dominados recuperaron su libertad.

En los tiempos actuales, es más fácil encontrar turistas basura que son soportados a duras penas en los países de destino a cambio de unas necesarias divisas. Este fenómeno, no es exclusivo de los turistas españoles.

En nuestro país, también soportamos turismo basura organizado. No me refiero al turismo mochilero, que recorre paisajes con botas y juventud, sino el de viajes chárter de borracheras colectivas, saltos de balcones, destrozos de inmuebles o peleas de violentos aficionados de fútbol.

El turista basura es una vergüenza para cualquier país, tanto el de procedencia como el de destino. Llevan al horizonte una pésima imagen y humillan la dignidad del que los recibe.

















Vida de marzo

Es invierno. Los árboles están desnudos y el frío pide vida de hogar. Pero ya se intuye la primavera. La mimosa ha florecido e inunda de oro vegetal mi jardín y las yemas de los camelios revientan, abriendo sus colores a mis ojos ansiosos de alegre belleza.

El sol se abre paso entre las negras nubes que, a veces, lloran el agua sobre nuestros verdes campos y los pájaros, se alborotan porque ya intuyen amores en el aire y huevos en los nidos.

Y en esto que salté atrás en el calendario y me vi en la niñez. No estaban permitidos los carnavales. La dictadura nos hurtaba la alegría de los disfraces. la imaginación, la locura y el esperpento, pero no los echaba de menos, por no conocerlos.

Ajeno al ingenio y a la chufla gaditana; a la misteriosa elegancia de las máscaras venecianas y a las sensuales caderas mulatas de Río de Janeiro, mi ilusión era el 19 de marzo.

La festividad de San José marcaba el inicio de una gran ilusión: la eclosión de los huevos de gusanos de seda y la recolección de morera para alimentarlos.  Era una fecha marcada de rojo ilusión en mi calendario mental.

Mientras miraba mis cajas de zapatos con los minúsculos gusanos de seda, los pájaros en la calle mantenían un jolgorio de vida y alegraban las dulces mañanas sevillanas.

En aquella época, ningún idiota reclamaba el silencio de las campanas, pues sus tañidos eran sones de identidad cristiana y sonaban a gloria. El replicar de los bronces inundaban las ciudades para satisfacción colectiva.

Ignorábamos que décadas más tarde, unos imbéciles de mala baba, intentarían ahogar desde la política, los sones que alegraban nuestras vidas.

Pasaron muchos años y aún en la madurez, reviví con nostalgia y amor, la cría de gusanos de seda. Esta vez, lo hacía para satisfacción y curiosidad de mis hijos, pero era yo, quien más disfrutó aquello.

Tuve acuarios y crié canarios y aunque era adulto, disfrutaba como un niño con aquella vida en miniatura.

Una amiga francesa, a la que quiero como una hermana, me recriminó que criara pájaros en cautividad. Mi participación en el concurso nacional de canto de pájaro timbrado español, fue un sonoro fracaso, pues los pájaros desafinaban tanto como yo.

Regalé entonces las jaulas y los pájaros, quité los acuarios y no volví a criar animales, hasta que puse un gallinero en el jardín. Eran ocho gallinas venían tras de mí como si fuera el líder del grupo.

Hoy, sin gusanos de seda, sin pájaros, sin peces ni gallinas, alimento las aves silvestres de mi entorno. Me siento feliz viéndolas volar en libertad. No las persigo ni  las aprisiono, tan sólo disfruto del milagro de la vida.

Dentro de pocas semanas, la primavera nos ofrecerá sus colores y si Dios quiere, disfrutaré una vez más del canto a la vida.

Es invierno, pero ya está aquí la primavera. ¡Viva la alegría de vivir!

jueves, 9 de febrero de 2017

¿Que cómo estoy?

Un viejo amigo, compañero de antiguos caminos, me hizo las preguntas. 
¿Cómo estás?¿Qué es de tu vida? ¿Qué te cuentas?
Y mi respuesta fue una mezcla de poesía y sentimiento; de sinceridad y verdades verdaderas:



Viejo pero joven.
 Con más camino recorrido y menos por recorrer. 
Con ilusión por la vida y sin perder un momento. 
Ávido de caminos del mundo y apegado a los recuerdos. 
Con alas para volar y raíces para volver. 
Haciendo balance de vida y soñando en positivo. 
Desprendiéndome de ataduras materiales y creciendo en espíritu. 
Frente a momentos y verdades del viejo camino

Blanco, negro y amarillo

Soy blanco y europeo; un crisol de razas que ha poblado la vieja Iberia. Por mis venas correrán probablemente sangre íbera, celta, fenicia, romana, visigoda, árabe y judía.

He nacido en España, me he forjado en su seno, en un régimen autocrático, católico y singular. He volado mucho y lejos, con las alas de la curiosidad y la aventura, pero siempre he vuelto a mis raíces.

Soy de la piel de toro, tierra del sol, la luz y la alegría. Soy de Europa, el continente blanco, la cuna de la civilización occidental, de la democracia, de grandes artistas y pensadores.

Judíos, cristianos, anglicanos, ortodoxos....., hemos crecido juntos y aunque no siempre lo hayamos hecho en paz, todos hemos comido el pan de trigo, nuestro cereal europeo.

He pisado muchas tierras de África; desierto, selva y sabana, han sido testigos de mis emociones. Mis zapatos se han teñido con su tierra roja y mis ojos se han inundado de su color.

Los blancos dientes de los africanos, contrastan sobre sus pieles negras y estas, a su vez, lucen maravillosas entre ropas de colores imposibles.

Mueven sus cuerpos fibrosos, con la cadencia que solo los negros saben hacerlo. Sus sonrisas y sus miradas, no te dejan impasible. 

Han nacido en un continente invadido, dividido y sometido. Les hemos robado en parte su identidad e impuesto nuestros valores. Hemos derramado su sangre, esquilmado sus recursos, mezclado sus etnias y borrado muchas de sus ancestrales costumbres.

Hemos robado sus hijos, les hemos esclavizado y a pesar de eso, África es un continente alegre, hermoso y con futuro y aún tienen una población joven, unos paisajes y fauna increíbles y materias primas enormemente importantes.. 

Si Europa consume trigo, África se nutre con mijo, que muelen las mujeres machacándolo rítmicamente con sus mazas de madera.

Si la cristiana Europa ha sido la cuna de la civilización occidental, la animista, musulmana y cristiana África, ha sido, simplemente, la cuna de la Humanidad, allá por la falla del Rift, en el cuerno africano.

Asia, superpoblada, lejana, exótica y mágica; donde el arroz es el oro mágico que alimenta el cuerpo y Buda y Confucio nutren el espíritu. Tierras de sedas y perfumes, de delicadas mujeres con sensibilidad de porcelana.

Países tradicionalmente herméticos, que han abierto fronteras y abrazado la modernidad. La fábrica del mundo, que asusta con su competitividad y laboriosidad los mercados industriales del mundo.

Portugueses, españoles, ingleses, franceses, holandeses, norteamericanos...., colonizamos militarmente gran parte de Asia, pero en muchos casos, los occidentales hemos sido colonizado culturalmente por países de una gran y profunda tradición.

Para mí, es tiempo de Asia. Deseo entrar en los túneles de sus guerrilleros, pasear por las montañas de bancales de arroz, andar entre los campos de té, montar en sus búfalos de agua y en sus elefantes, sentir la suavidad de sus telas, navegar por sus deltas y bahías, sentir la presión de las grandes concentraciones humanas y extasiarme en sus ceremonias del té.

Quiero probar comidas imposibles, sentir sus perfumes, verme pequeño en la gran muralla y en la inmensidad del desierto del Gobi, montar en un camello bactriano, presenciar la caza de la cetrería a caballo, dormir en una yurta mongol y ver de cerca los yaks.

Quiero escudriñar el paisaje humano, de pieles cetrinas, cabellos negros y ojos rasgados. Ansío conocer sus formas de vida y sus escalas de valores. Deseo conocer la diversidad tremenda de sus gentes, de China, Indochina, Mongolia, Japón, Corea o Malasia.

Y si la salud me da tiempos de caminos y aventuras, viajaré más tarde al sur de América, el llamado nuevo continente, el de tierras indias, cuna del cacao, el maíz, la patata y el tabaco. Será hora de conocer la huella de la civilización española, hecha con la cruz, el sudor y la espada.

Veré entonces, la pérdida de la cultura prehispanica y la ganancia de civilización cristiana. Valoraré entonces, con la mayor ecuanimidad posible, si el balance fue positivo y debo sentirme realmente orgulloso, de lo que aportó mi nación allende los mares.

Pero ahora, salvo viajes puntuales, es el momento visitar, conocer y amar un lejano continente llamado Asia

















Egoísmo y supervivencia

La vida es un continua lucha, incluso desde antes de crearse. Venimos al mundo tras una selección natural de los progenitores, incluso en la especie humana, si bien en nuestro caso, camuflada en educación, astucia, simpatía y posibilidades de futuro que las futuras madres sopesan como garantía de supervivencia de la prole.

Realizados los emparejamientos y cumplida la función sexual, sólo el espermatozoide mas dotado fecunda el óvulo para comenzar una nueva vida.

Si la madre gestante pasa hambre y penurias o incluso si ésta es bastante joven y aún tiene expectativas de crecimiento, el feto se apropiará de la energía necesaria para la supervivencia.

Cuando nacemos, el instinto nos lleva directamente a succionar la leche materna, sin importarnos la situación de la madre, ni su derecho al descanso.

Mientras, otras especies animales se disputan el territorio de cría y llegado el momento, se roban incluso los materiales para hacer el nido, por ejemplo.

Es la ley de la supervivencia, en la que triunfa el más fuerte y el más capacitado para adaptarse al medio.

Cuando los niños crecen, compiten con sus amigos en juegos que sólo son una forma de medir sus fuerzas y la capacidad de seleccionar la futura hembra; lo mismo que ocurre en el resto de las especies animales, ya sean mamíferos, aves, reptiles, insectos, arácnidos,..., sí, incluso las arañas. Nunca olvidaré que las peligrosas arañas australianas de mortal picadura, se vuelven más agresivas en su época de reproducción, como ocurre por ejemplo, con los ciervos durante la berrea.

Lo que los humanos llamamos egoísmo, no es sino dar rienda suelta a nuestro instinto de supervivencia. Como somos racionales, nos hemos dotado de normas legales, códigos de conducta y sistemas organizativos, que impiden o al menos limitan, la cruda manifestación de nuestros instintos.

Entran entonces otros factores, como la convivencia, la solidaridad y los sentimientos.

La inmensa mayoría de los seres humanos, tendemos a poseer cosas, a tener propiedad privada, a acumular riquezas,.... sin tener en cuenta en muchos casos, los valores ya citados.

Hemos formado grupos de identidad, promoción y defensa comunitarios. Nacen así los burgos o ciudades, las naciones, las organizaciones internacionales, las entidades gremiales, las organizaciones obreras, que con su lucha sindical, han mejorado tanto las condiciones de vida de los casi esclavizados obreros del siglo XIX

Hoy en día, las sociedades modernas, regulan reglamentariamente los tiempos, los espacios, las actividades y los comportamientos de los seres humanos, para hacer la vida llevadera y viable. De esta forma, se regulan los horarios de recogida de basuras de trabajo y de cierres de establecimientos, por ejemplo; se normalizan los productos o se establecen las medidas de muchas instalaciones o actividades.

De esta forma, los bienes y servicios, se compran con dinero, que no es más que la representación de la energía capturada o acumulada que sirven para asegurar nuestra supervivencia.

Cuando un comerciante vende kg con menos de 1000 g o el dueño de un garaje aminora excesivamente el tamaño de las plazas de aparcamiento para tener más y ganar más dinero, tiene en cierto modo, un comportamiento equivalente al de un ave, cuando roba a su vecino los materiales para hacer su propio nido.

La competencia facilita la supervivencia y permite la evolución de las especies. El egoísmo, es una forma de supervivencia, pero que nadie se engañe conmigo, pues me atengo a las reglas y los valores humanos

lunes, 6 de febrero de 2017

Orgullo y cariño

Saludé en Sanidad mis antiguos compañeros de trabajo. Aún están tras la mesa, con sus corbatas en los cuellos, manejando normas legales, estadísticas y planificaciones de trabajo.

Luego me hice fotos para un pasaporte nuevo. Viajar mucho, implica maletas rotas y hojas de pasaporte agotadas. Los diez años de diferencia, de las fotografías de ambos pasaportes, son testigos de cargo de la vida pasada.

Alguien dijo que a partir de los treinta años, uno tiene la cara que se merece. Es decir, que responde al tipo de vida que hemos llevado.

Mi década ha sido buena, sin grandes excesos, ni castigos al cuerpo, pero aun así acuso los numerosos volteos de mi reloj de arena.

Más tarde, me fui de caza al supermercado. Nada de subir montes, vadear ríos ni pasar frío entre matorrales, en busca de proteínas; tan solo la lista de compras y la tarjeta del banco.

Cargado el coche de la proteína necesaria, emprendí el camino de vuelta, pero vi entonces una bandera y me acordé de la "hermana que adopté". Viré el volante, aparqué el vehículo y tuve que identificarme como un extraño en la entrada.

Beatriz, había empezado conmigo su carrera profesional; primero como becaria, luego, como estrecha colaboradora ya funcionaria y finalmente, fue mi natural remplazo profesional, cuando alcancé el júbilo de mi retiro.

Sintió alegría al verme. Sabía que no venía a pedir sino a dar cariño, algo difícil de vivir en su puesto de trabajo.

Recordamos viejos tiempos, cuando era yo quien me sentía abrumado por teléfonos, oficios, faxes y correos electrónicos. Allí estaba mi antigua compañera y siempre amiga; resolviendo problemas, entregando su vida a plazos, día a día, candidata a las arrugas de la historia.

Le toca a ella aportar a la sociedad tiempo, experiencia y solvencia. La conozco bien y tiene voluntad de servicio, pundonor y profesa lealtad institucional, que no servilismo.

Como padre, siempre he ansiado verme superado por los hijos en todos los órdenes de la vida y con mi antigua colaboradora, me ocurre exactamente lo mismo.

Sentí por Beatriz orgullo y cariño. No podía ser de otro modo, pues he sido testigo de sus sueños, desvelos y progresión como profesional y como persona desde más de dos décadas.

Le di un beso de despedida y miré de nuevo hacia mis sueños de jubilado en libertad.






sábado, 4 de febrero de 2017

El oro de la mimosa

No hay oro en mi casa  y no temo ladrones del sudor ajeno, ni soy mi esclavo, limpiando bandejas de plata. Sin embargo, soy rico.

No soy ni pretendo ser un triunfador social. No necesito ropas de etiquetas famosas y tengo un coche que me transporta seguro y cómodo a precio razonable, sin llamar la atención ajena.

El verdadero tesoro es la salud, el bienestar, el amor y la autoestima. Lo demás es hojarasca que te impide ir al verdadero horizonte.

Me basta saborear un té caliente, oler a tierra mojada o a pan recién cocido; ver hermosos arrozales en bancales, campos de trigo mecidos por el viento, amapolas en los senderos o girasoles rezando al sol.

Me alegra el corazón la mano pequeña de un nieto, la sonrisa de un ser querido y una mirada cómplice que no necesite palabras.

Tengo la sabiduría de la vejez y ahora sé lo que es importante en mi vida. Estoy feliz por ello, pero también triste por el tiempo perdido, en afanes superfluos.

Mi fortuna es el tiempo que me queda, la capacidad de amar y la sensibilidad para apreciar la belleza, en todas sus manifestaciones.

Esta mañana, he permanecido un buen rato bajo la mimosa de mi jardín. Ha florecido tiñéndose de oro. Sus flores amarillas huelen ligeramente a miel e inundan de aroma la casa. Es el oro que me gusta.

Cuando sus flores caigan secas al suelo, las camelias ofrecerán sus flores de color sangre y aún más tarde, con los días más largos y cálidos, la magnolia dará grandes flores con suave olor a naranja.

Oro, sangre y plata de vida. Aparte de los sabores, esta es la belleza de mi jardín. Hice mi jardín hace años, cuando mi corazón era fuerte y mis cabellos negros. Hoy, en mi ocaso personal de sienes nevadas, disfruto del tesoro que diseñé, cuando supe ser hormiga antes que cigarra.

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La agenda amarilla

Son muchos los libros, libretos, agendas y cuadernos que han movido, determinado u ordenado el mundo.

Pensadores, literatos, músicos, religiosos, políticos, ...han escrito en ellos grandes pensamientos, plasmado maravillosas creaciones, planificado conspiraciones, escrito diarios sentimentales y premeditado las más viles tropelías.

Son simplemente trozos de madera transformados en celulosa de lisa presencia y variada textura y color, en los que posteriormente, el ser humano ha dejado su huella no siempre afortunada.

Los Santos Evangelios, de los Apóstoles, las Encíclicas, Mi lucha, de Adolf Hitler; el Capital, de Carlos Marx; las Rimas, de Gustavo Adolfo Bécquer; los libretos donde compusieron sus obras Mozart, Ludwing van Beethoven, o Johannes Brahms, el Diario de Ana Frank ... Nuestras bibliotecas y museos, están llenos de joyas del pasado y de la creatividad humana.

Pero no soy yo el más indicado para citar las obras que han determinado la Historia, movido las pasiones, enardecido las almas, desencadenado guerras, derramado sangre o descubierto nuevas fronteras.

Durante mi niñez, usaba cuadernos de colorear imágenes; en lmijuventud, tuve en mis manos el prohibido Libro Rojo de Mao Tse Tung y durante mi vida profesional, trabajé con varios "Libros blancos", en los cuáles, algunos sesudos técnicos y burócratas nacionales o europeos, ponían en común, la situación de un determinado sector.

En la política, se hizo famoso el "cuaderno azul" de José María Aznar, sueño de cualquier comentarista político de la época, pues en él tenía notas sobre los "futuribles" ministros, en cada remodelación de gobierno.

Yo también he tenido mi propia agenda, con la insignificancia de mi presencia en el mundo, pero desde la grandeza de ser un un hombre lleno de vida y pasión.

Tengo una "agenda amarilla", no porque sea su color original fuera así, sino porque el tiempo la ha oxidado con el aire. En realidad, ni siquiera es ya una agenda, sino unas cuántas páginas, rotas, desgastadas y desvencijadas que han tornado al amarillo del tiempo.

Una vasija rota y recompuesta tiene mucho más valor que otra que se encuentra en perfecto estado.

Un bastón  desgastado por el camino de la vida, tiene mucho más valor que un bastón nuevo sin historia y una vieja camisa, es más valiosa que una por estrenar, porque ha abrigado el cuerpo, sentido abrazos, vivido pasiones y oído los latidos de tu corazón.

Por nada en el mundo, cambiaría mis tazas de té, de porcelana, cuyos interiores, ya no son blancos, sino pardo amarillentos, por el té. Son miles los que en ellos he bebido; más de mil cada año, de distintos aromas y sabores, pero con el mismo rito, el mismo calor que templa mis manos en el invierno y con la misma teína que estimula mi cuerpo.

Cada té bebido en ellos, es la historia de un sueño, un sentimiento o una preocupación. Con mis tazas, realizo diariamente el rito del té y forman parte de mi pequeña felicidad.

El amarillo de mis tazas y el de mi desvencijada agenda, es mi propia esencia personal. Si el té me reconforta, la agencia contiene los contactos y la historia de mis sentimientos compartidos durante varias décadas.

Sus hojas contienen nombres de amigos de infancia, juventud y senectud; algunas referencias de profesionales y de muchos familiares.

Con frecuencia, direcciones y teléfonos están sobreescritas, por cambios de domicilio o de número y en algunos casos, contienen números de fax, que han caído en desuso y en olvido.

No faltan conocimientos y amistades perdidas, por el paso de los años o por el alejamiento geográfico.
Lamentablemente hay numerosas pérdidas, demasiadas y dolorosas. Son muchos los familiares y amigos, que el reloj los arrancó de la vida y a veces, cuando esta parecía prometer un camino hermoso.

Cánceres, corazones rotos, sangre de carretera,... se han llevado muchas vidas y arrancado jirones de sentimientos, dejándome tan sólo, buenos recuerdos y el agradecimiento por el tiempo compartido.

Hay también en sus páginas, historias de traición, de gente del camino y de otros demasiado cercanos que me robaron momentos. Sus nombres están en la agenda, para no olvidarles, porque no quiero que la memoria selectiva, que te ayuda a ser más feliz, los borre para siempre.

Antes al contrario, deben permanecer "negro sobre amarillo" en mi vieja agenda, como testigos de mi historia y como aviso para no tropezar en piedras similares.

No son páginas de rencor ni de olvido, sólo una referencia de mi historia personal y tal vez, de un mutuo perdón al final del camino, cuando uno necesita un buen médico, un médico bueno, un día para pedir perdón y otro para decir a los seres queridos, que los has querido siempre.

Nombres a lápiz, a bolígrafo, a tinta de pluma y rotulador; en azul, en verde e incluso en rojo; letras plácidamente escritas o tal vez impulsivas, rasgando el papel, según mi estado de ánimo; ....., muchos nombres y muchos sentimientos perdidos, mi agenda amarilla, mi vida.