sábado, 27 de febrero de 2016

Argelia 11 El beso de Nina



Las olas mediterráneas bailaban ”un que te llevo, que te traigo”, batiendo el agua en su espuma y cantando la nana de mis sueños.

Era hermoso el dormir, respirando el salitre, el yodo y las algas. La ventana de mi cuarto, parecía invitar el arribo de una sirena, pero estaba solo, en mi negritud; en mi noche de estrelladas puntas, rielantes y hermosas.

Estaba feliz.

Cada noche, tomaba una ración de gambas a la parrilla, de lindo aspecto y mejor sabor. Cada noche, Nina, una dulce joven, me las servía con una tímida sonrisa, de  labios finos e insegura mirada.

Era un polluelo recién salido del nido. Una  tierna, sin cicatrices del camino. Una tortuguilla recién eclosionada, huyendo rauda hacia su mar, de los voraces alcatraces.

Su cutis perfecto; su mirada parda; sus párpados de caramelo y su delicada figura, me recordaron otras bellezas del Norte Mediterráneo, donde in ch Ala, se dice ojalá.

Mismo Dios, pero de distinto nombre. Mismos sueños. Mismas miradas y una genética en parte compartida.

Cada noche, le daba un par de monedas, con un caballo y un valor. Cada noche, tras los sabores del yantar servido, me correspondía con una retenida sonrisa. Tal vez, limitada por la timidez o puede que por su cultura.

La víspera de mi retorno, me despedí del maitre con un saludo de mano y dedique a Nina una sonrisa de adiós, sin las monedas con caballos.

Cuando advertí mi descuido, volví mis pasos, extendí mi mano, le di sus dos monedas y ocurrió el pequeño milagro.

Nina rebosó de alegría, me dedicó una gran sonrisa, olvidó su timidez y su cultura.

Sentí el nácar de su piel sobre mis mejillas y la inocente ternura de un corazón joven.

Sorprendido por el inesperado momento, subí las escaleras hacia el dormitar sereno.

Una preciosa música árabe, parecía elevarme del suelo. Liberé mi cuerpo de sus ropajes y soñé el mar besándome con sus olas.

La noche me abrazó y me acunó entre sus estrellas. Estaba feliz por el casto beso del Islam, que desapareció en mi desierto, estallando como una pompa de jabón.

El amanecer surgió cuando me alejaba de Beni Saf. Guardo de allá, la inocencia de un beso y una bolsita de arena, para la colección de mi hijo menor.

Ser feliz, es tan solo, una buena acción, un gesto amigo y la satisfacción de ser bueno o al menos de intentarlo.

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