Los anillos de oro, con una
fecha, son el símbolo de un amor libremente compartido. El
noble metal, implica la eterna duración de un sentimiento, de una entrega y de
un proyecto de vida en común.
Cuando dos aros de oro se
intercambian en una pareja, se sella una promesa y se abre un futuro de felicidad
que ha de ser confirmado, de soles a lunas, días tras día, en el río de la
vida.
Ocurre que la ruta del amor, a
veces se encrespa, se angosta, se asola y se empiedra, resecando las hermosas y
verdes orillas. Sucede que los seres humanos, somos esclavos de nuestras
miserias y señores de nuestras virtudes; que la felicidad es un bien preciado
que no basta con alcanzar, sino que se ha de conservar, porque el amor, como la
luna, cuando no crece, decrece. Y acontecen circunstancias que tientan
voluntades, amargan dulzuras, enfrentan caracteres, consolidan aristas de
difícil armonía, siembran dudas y envilecen las ilusiones.
De dulces miradas de frente, a
miradas enfrentadas; de miel a hiel; de ternura a frialdad; de horizonte
compartido, a diferentes opciones de destino. Tal es el sino que muchas veces oprime el alma.
El brillante oro de promesa, se
torna mate por el roce de la vida; se desgasta materialmente, por los
quehaceres del tiempo. El oro barrido por los años, da mayor nobleza al amor si
este se perpetúa, pero si se debilita al ritmo que el metal, la pareja y su
promesa, se diluyen como un azucarillo bajo la lluvia del camino; gota a gota,
como una fatalidad que se desliza inexorablemente por el barranco de la
incomprensión, el egoísmo, la lujuria vedada y la libertad a cualquier precio - aunque este sea el amor- hasta el desencanto y la negritud de la ruptura.
Dos almas juntas, son más que dos
almas en diáspora; dos en una es mucho más que una y otra. Dos cuerpos que no
se besan, no se miran, no se sienten y no se comprenden, son dos oros perdidos,
renunciando a una promesa de felicidad, solidaridad y amor compartidos. Dos
cuerpos y dos almas así, son la negación del amor y de la felicidad, que
caminan en vidas paralelas de cruces imposibles.
Alianzas de amor; oros
desgastados; oros transformados en pesados plomos de amargura y desazón, como
una alquimia inversa, que transforma la nobleza de sentimientos, en la vileza
sin más.
Manos sobre manos; manos tendidas
y entrelazadas, compartidas, generosas, solidarias, dulces, amorosas, cansadas,
con o sin alianzas compartidas, son herramientas de amor y felicidad, si dos
corazones, distintos pero no distantes, se engrandecen ofreciendo en parte su
libertad, por la felicidad compartida.
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