Somos la fina e insignificante
gota de agua, que resbala sobre la peña, humedece las praderas de la vida y
unida a sus iguales, se mecen en el río de los sentimientos camino del mar.
Somos el hielo del glaciar, que
empujado por la masa posterior, se desliza sólidamente hacia su fusión en los
océanos.
Somos polvo transformado en
hálito de vida por el Verbo que todo lo puede, que pasea los paisajes del mundo
que gira sin fin.
Nacemos con un talonario de vida,
para recorrer nuestro grandioso camino personal, pero insignificante minucia
del tiempo universal. Administramos nuestros denarios de salud y humanidad,
regidos por la física, la química, las matemáticas, la filosofía y en
definitiva, por el don del Creador.
Jugamos a buenos y malos; a
ganadores y perdedores; a comer o ser comidos; a amar o ser amados; regidos por
la ley de la selva, la selección natural y la supervivencia.
Reímos y lloramos; sufrimos;
sentimos rabia; queremos y odiamos; ensalzamos o criticamos; dudamos, nos
reafirmamos y nos emocionamos; envidiamos y deseamos; en definitiva, vivimos
nuestro paso por este instante de mundo, con una pesada maleta de debilidades,
pasiones y ansiedades, la loca historia de la Humanidad.
Y ocurre que en cada vereda del camino,
añadimos trazos rojos o azules, en la contabilidad de nuestro ser; que cada
decisión, actitud o andanza, es negativa o positiva, es debe o haber, ya sea
por exceso, defecto o inhibición.
Ganamos cuando trabajamos por ser
mejor; ganamos cuando amamos, escribimos en azul, cuando inyectamos optimismo,
alegría, bondad y generosidad en las venas de la sociedad y cuando nos
entregamos a los demás.
Ganamos cuando mentimos por
caridad; cuando atendemos al enfermo; cuando perdonamos; cuando dominamos
nuestros defectos, no ensalzamos nuestras virtudes y comprendemos a los demás.
Ganamos cuando cuidamos la
Naturaleza; respetamos al adversario; no ignoramos al indigente y simplemente
decimos un te quiero.
Perdemos cuando malgastamos
nuestra salud; imponemos por soberbia nuestra voluntad o absorbemos la energía
vital de un compañero de viaje. Perdemos cuando no tendemos la mano;
transgredimos el sentido de la amistad, no expresamos el amor interior o
faltamos el respeto a cualquier forma de vida, no necesariamente humana.
Perdemos cuando nos recreamos en
la intrascendencia y en los sin-sentidos que se retroalimentan, sin utilidad
física o moral; sin un norte que justifique la importancia de nuestra presencia
en la vida.
Escribimos en líneas rojas, el
injusto aprovechamiento del sudor ajeno o cuando anulamos los sentimientos;
perdemos cuando hacemos llorar, lastimamos un animal o agostamos un vegetal.
Cada momento desaprovechado; cada
ocasión de amor desatendida; cualquier
oportunidad baldía de mejorar nuestro intelecto o nuestro cuerpo, son pérdidas
de vida y sentimientos. Las pérdidas de sentimientos, son…. “perdimientos”.
Azul y rojo, ganancias y
perdimientos, he aquí la contabilidad de nuestra vida que en su camino, aumenta
o aminora nuestra autoestima individual o colectiva, en una suerte de bolsa de
valores de la felicidad.
Ganancias y perdimientos, he
aquí, la gran verdad a la que hemos de enfrentarnos en la auditoria final de la
vuelta al barro, cuando la gota de agua se entregue en el mar de la Eternidad.
Me gusta lo que he leído. Se ha perdido un escritor!
ResponderEliminarGracias Suso, tu comentario me llena de emoción y orgullo. He llegado tarde a la literatura y lo siento. Experimento un gran placer como obrero de las palabras, escribiendo sin faltas de ortografía y confundiendo alguna construcción gramatical. Pero soy feliz cuando vuela mi imaginación, aporto valores y hablo con el corazón. Te confieso un secreto personal:Además de conectar con mis potenciales lectores,dejo en el blog mi alma y mis vivencias, para que mis seres queridos se sientan cerca de mi, cuando me haya ido para siempre. Un abrazo, Suso
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