domingo, 11 de enero de 2015

Té con pasas

El cielo era azul y escaso de aves; la noche de pocas estrellas. Daba la sensación que unos y otras habían escapado a nuestro mundo occidental. Me negué a ver un film sobre la vida de Violeta Parra, en español y subtitulada en ruso y poco después, me venció el cansancio.
Unos golpes de martillo, me despertaron a la realidad. Era el 12 de octubre, día del Pilar, de la raza y de la Fiesta de la Hispanidad. Pero yo me encontraba en Rusia, viviendo otro mundo de estatus y de forma de vida.
Me atusé el pelo, tomé un té negro con leche y comí precipitadamente unas pasas; me puse un viejo chándal, unas botas de goma y unos guantes de jardinero. Mi misión era ayudar en la construcción de un porche para la casa donde habito circunstancialmente. 
Paramos a comer, a cuerpo cansado y ahíto de serrín. Veronyka nos había preparado un sabroso arroz con cebolla. Previamente, habíamos comido algo como una calabaza cruda y como siempre hace en todas las comidas, unos bastones de pepino. La sal y la pimienta, duermen juntas en el mismo frasco y no son amigas del vinagre, que está ausente de las comidas. Una vez más, pone sobre la mesa un buen manojo de perejil y unos dientes de ajo crudo. El primero, se come en rama y de forma abundante, como si fuera lechuga. Mientras comíamos, fotografié un precioso bebé de maravillosos ojos azules.
Trabajamos la tarde, al tintineo  de los cencerros de ovejas, mientras llegan de una vecina casa del bosque, melódicas y nostálgicas canciones de la Madre Rusia. Poco a poco, el porche va tomando forma; yo hacía de pinche del carpintero y más o menos, salía todo como previsto, camino de un modesto porche.
Durante el día, Nastya recibe sus clases por internet, un método a distancia muy práctico para las inmensidades de este país. En un descanso, nos  sirvió un reparador zumo de manzanas que nos dio energías hasta el fin de la jornada laboral. Mi admirada y preciosa Nastya, toca el piano mientras escribo esta crónica, lo que me resulta placentero.
Poco a poco, voy atando cabos y aprendiendo la historia de esta familia. Cuando la tenga más hilada, haré una referencia sobre ella. Solo puedo decir ahora, que me inspiran compasión y ternura. De mis 4 experiencias Helpx, esta es con mucho, la que más función social estoy realizando. A mis años, cubiertas las necesidades primarias, sabedor de que la felicidad crece con la generosidad y la bondad, intento practicarlas y cuando lo consigo, siento un subidón de autoestima. Esta es mi actual situación, la de escasez, precariedad y felicidad por lo que estoy realizando. Habrá otros momentos, en los que vuele bajo, no lejos del barro de las pasiones y ambiciones humanas, pero ahora, me siento alto y ligero de equipaje.
Cierro la página por ahora, porque visitaremos una nueva familia amiga. Puede decirse, que me estoy dando un baño de humanidad con la gente sencilla de la Rusia profunda y mi maleta de vuelta estará casi vacía de objetos, pero mis retinas, mi mente y mi corazón, llevarán imágenes, recuerdos y afecciones humanas.
 Ya de vuelta, vengo un tanto sobrecogido de deambular por abandonados caminos pedregosos, en inmensas llanuras en la mitad de la nada.
Visitamos una casa bastante pobre con 3 hijos de 3, 2 y 1 año, más un bebé en espera. Tomamos un amarillo y caliente bebercio, de alguna hierba de la zona y una miel del color de la mantequilla fundida. Tengo algunas fotos robadas, pero me apena ponerlas. Una cama de unos 2,5 metros de anchura es asiento de día y lugar comunitario de sueño.
En otra vivienda, se notaba más poder económico y ello me reconfortó el espíritu; no por mí, sino por sus moradores. En ambas viviendas y en todas las visitadas, siempre está presente el clásico hogar que calienta toda la estancia.
La vuelta era fría y negra, pero esta vez, si aparecía un cielo estrellado y magnífico.

En un lugar de Rusia, a las 21 horas. 



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