El cielo era azul y escaso de
aves; la noche de pocas estrellas. Daba la sensación que unos y otras habían escapado
a nuestro mundo occidental. Me negué a ver un film sobre la vida de Violeta
Parra, en español y subtitulada en ruso y poco después, me venció el cansancio.
Unos golpes de martillo, me
despertaron a la realidad. Era el 12 de octubre, día del Pilar, de la raza y de
la Fiesta de la Hispanidad. Pero yo me encontraba en Rusia, viviendo otro mundo
de estatus y de forma de vida.
Me atusé el pelo, tomé un té
negro con leche y comí precipitadamente unas pasas; me puse un viejo chándal,
unas botas de goma y unos guantes de jardinero. Mi misión era ayudar en la
construcción de un porche para la casa donde habito circunstancialmente.
Paramos a comer, a cuerpo cansado
y ahíto de serrín. Veronyka nos había preparado un sabroso arroz con cebolla.
Previamente, habíamos comido algo como una calabaza cruda y como siempre hace
en todas las comidas, unos bastones de pepino. La sal y la pimienta, duermen
juntas en el mismo frasco y no son amigas del vinagre, que está ausente de las
comidas. Una vez más, pone sobre la mesa un buen manojo de perejil y unos
dientes de ajo crudo. El primero, se come en rama y de forma abundante, como si
fuera lechuga. Mientras comíamos, fotografié un precioso bebé de maravillosos
ojos azules.
Trabajamos la tarde, al tintineo de los cencerros de ovejas, mientras llegan de
una vecina casa del bosque, melódicas y nostálgicas canciones de la Madre
Rusia. Poco a poco, el porche va tomando forma; yo hacía de pinche del
carpintero y más o menos, salía todo como previsto, camino de un modesto porche.
Durante el día, Nastya recibe sus
clases por internet, un método a distancia muy práctico para las inmensidades
de este país. En un descanso, nos sirvió
un reparador zumo de manzanas que nos dio energías hasta el fin de la jornada
laboral. Mi admirada y preciosa Nastya, toca el piano mientras escribo esta
crónica, lo que me resulta placentero.
Poco a poco, voy atando cabos y
aprendiendo la historia de esta familia. Cuando la tenga más hilada, haré una
referencia sobre ella. Solo puedo decir ahora, que me inspiran compasión y
ternura. De mis 4 experiencias Helpx, esta es con mucho, la que más función
social estoy realizando. A mis años, cubiertas las necesidades primarias,
sabedor de que la felicidad crece con la generosidad y la bondad, intento
practicarlas y cuando lo consigo, siento un subidón de autoestima. Esta es mi
actual situación, la de escasez, precariedad y felicidad por lo que estoy
realizando. Habrá otros momentos, en los que vuele bajo, no lejos del barro de
las pasiones y ambiciones humanas, pero ahora, me siento alto y ligero de
equipaje.
Cierro la página por ahora,
porque visitaremos una nueva familia amiga. Puede decirse, que me estoy dando
un baño de humanidad con la gente sencilla de la Rusia profunda y mi maleta de
vuelta estará casi vacía de objetos, pero mis retinas, mi mente y mi corazón,
llevarán imágenes, recuerdos y afecciones humanas.
Ya de vuelta, vengo un tanto sobrecogido de
deambular por abandonados caminos pedregosos, en inmensas llanuras en la mitad
de la nada.
Visitamos una casa bastante pobre
con 3 hijos de 3, 2 y 1 año, más un bebé en espera. Tomamos un amarillo y
caliente bebercio, de alguna hierba de la zona y una miel del color de la
mantequilla fundida. Tengo algunas fotos robadas, pero me apena ponerlas. Una
cama de unos 2,5 metros de anchura es asiento de día y lugar comunitario de
sueño.
En otra vivienda, se notaba más
poder económico y ello me reconfortó el espíritu; no por mí, sino por sus
moradores. En ambas viviendas y en todas las visitadas, siempre está presente
el clásico hogar que calienta toda la estancia.
La vuelta era fría y negra, pero
esta vez, si aparecía un cielo estrellado y magnífico.
En un lugar de Rusia, a las 21
horas.
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