Estoy en la Isla de Sao Tomé, en el ecuador africano. Era mi sueño. El pasado año, las circunstancias y la gastroenteritis, impidieron mi encuentro con la mágica montaña de basalto, surgida del vientre de la Tierra, en modo de lava por chimenea no explosiva. Cau Grande, Cau Pequeño y otras formaciones volcánicas, se yerguen orgullosos, magníficos y fantásticos, entre palmerales, bananos, pao – paos y otras exuberantes manifestaciones del reino vegetal.
Pero hoy era el día de mi
definitivo encuentro con esa misteriosa roca, semejando una gigantesca barra de
pan de 623 metros de peña, sobre la ya elevada meseta que besa su base.
Quedé absorto; quedé entregado a
semejante belleza y el sublime momento me trajo la magia de la Naturaleza en
todo su esplendor.
Seguimos camino hacia una modesta
población de paupérrimas casas, con habitantes en negritud de piel, en albura
dental y sobre todo, de amplia sonrisa propia de la vida simple, escasa de
espurias ambiciones.
Más allá de la población, de
nombre Cabana y de pertenencia a Porto Alegre, había una playa. Mar y tierra,
parecían amarse amablemente, con un agua trasparente, templada, límpida y
hermosa, que besaba cadenciosamente la orilla, que le ofrecía su verdor, en
forma de cocoteros y otros frondosos árboles, que hundían sus raíces en
un suelo oscuro y fértil. En medio, una suave y rubia arena, se hundía a
nuestros pasos, al tiempo que nuestros ojos miraban atentamente, como queriendo
retener la maravilla que nos ensimismaba. Unas pequeñas corrientes de agua,
manaban de la arena camino del mar, ofreciéndole su pequeño tributo de agua
dulce.
Los compañeros de viaje, nos
miramos como deseando refrendar la certidumbre del momento; nos sonreímos y
pensamos al unísono, que aquel lugar, podría ser el paraíso que ansiábamos
tener.
Todos los sueños, empiezan por
una utopía y sólo el tesón y la suerte, te permiten alcanzarlo. Es verdad que a
veces, lo que te mantiene vivo no es el placer de conseguir un objetivo, sino
el simple sueño de la ansiada meta. Y hoy, 28 de abril de 2013, manifiesto que
en la mismísima línea del Ecuador, en la isla de Sao Tomé, surgida
del vientre de la Tierra en una volcánica explosión, hay una mágica
montaña y una paradisíaca playa donde merece la pena estar.
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