domingo, 11 de enero de 2015

Por fin en Rusia


Mis primeros pasaporte de vida, incluían un párrafo en el que se prohibía el acceso a la URRS y una larga lista de países satélites. Mi primer contacto con rusos, fue en 1971 durante mis estudios post universitarios en Francia. Ya en 1973, cuando vivía en Nouadhibou, Mauritania, alojé en mi casa a parte del séquito que acompañaba al Embajador de la URSS, con ocasión de las negociaciones pesqueras en aquél país. Visité incluso un barco factoría ruso mientras faenaba por la costa mauritana. Durante los meses siguientes y como directivo de una importante empresa pesquera, mantuve relaciones profesionales con soviéticos que se habían instalado allá, como consecuencia del acuerdo de pesca firmado.
En otoño del 14, desaparecida la URSS y borrada de los pasaportes españoles la citada prohibición de viaje, quise pisar suelo ruso. Ya había estado en Rumanía en época de Ceaucescu y conocía el "paraíso comunista", pero quería conocer la Rusia actual, ya teóricamente evolucionada a un régimen democrático. Inicio ahora las crónicas del viaje:

Tras un largo periodo de gestión, obtuve un visado de entrada en este enorme país. Ayer, salí de Madrid con destino a Krasnodar, una región del sur de Rusia, situada junto al Mar Negro.  Tras sobrevolar varios países centroeuropeos, varios de ellos, con cicatrices de recientes y sangrientas guerras fratricidas hice escala en Estambul.
Permanecí allá unas 4 horas y me sorprendí de ver numerosas mujeres, con frecuencia   muy jóvenes, embutidas en tétricas vestimentas negras y por supuesto, absolutamente cubiertas. Eran diferentes a las ya vistas en el Magreb a lo largo de mi ya dilatada vida y desde luego, con un aire de mayor sometimiento. Jóvenes maridos de no más de 35 años, con dos o tres mujeres y una numerosa descendencia tras ellos, se paseaban por el aeropuerto. Pude observar diferencias de ropaje, intuyendo que había turcas, yemeníes y afganas, fundamentalmente.
Embarqué para Krasnodar según el horario previsto.Ya en suelo ruso, vi los policías con sus exagerados gorros, parecidos a una paella de 12 raciones sin asas y con visera. Todo fue amabilidad; una policía, controló mi pasaporte, me ayudó a cumplimentar el documento de entrada y se lució con unas escasas palabras en español.
Me estaban esperando. Eran ya las 3 de la madrugada. Montamos las maletas en el coche y emprendimos un largo camino de 4 horas por negras carreteras de escasos coches y numerosos camiones. habíamos viajado en el gris de cielo y ruta; habíamos pasado repetidos controles policiales de carretera, que con toda seguridad, eran reminiscencia de la época soviética. Eran casi las 8 de la mañana cuando llegamos a una perdida aldea de cosacos, en tierra llana, pero ya muy cercana a las montañas del lugar, a poca distancia de Sochi, donde se habían celebrado las Olimpiadas de Invierno. La gran luna llena que nos iluminó el camino, compartió durante un buen rato la luz del sol que anunciaba su remontada en el firmamento.
Cansado del viaje y de las tensiones del día, vi por fin la casa de mi familia acogedora.. Tenía unas condiciones precarias y una escasa superficie, en comparación con nuestro estándar de vida.
Las dos niñas y el niño de la casa, dormían plácidamente y al despertarse, me miraban con extrañeza y timidez. Poco a poco, se desperezaron, vieron algunos de mis regalos y se tomaron la normal confianza que debía esperarse de ellos.
Dary, el niño, con su balón de futbol y su dos cariocas; Tasya, la pequeña, con su muñeca y Nastya, con su falda de algodón; todos ellos, con sus lápices de cera de colores. Eran muy guapos, rubios y de ojos claros. Verónica, la madre, una mujer aún con 40 años, era también muy hermosa, pero acusando los rigores de la vida en la Rusia profunda.
Decía que las condiciones son precarias. Podría decirse que tanto esfuerzo por llegar y el desembolso realizado, me habrían permitido hacer un viaje organizado, al Caribe, por ejemplo. Pero este viaje, ha sido el fruto de un compromiso más bien solidario y del afán de vivir una experiencia humana en contacto directo con la población, alejado de los estereotipos viajeros de quien se aloja en un hotel y pasa superficialmente por los paisajes y la vida de un país. Gracias a Helpx, puedo entrar en los hogares del mundo y compartir lujos y carencias según el caso y ahora es más bien lo segundo
No hay agua corriente en casa. La recogen de un manantial del terreno. El retrete es exterior. La casa es bastante pequeña. Aún no he hecho fotos del interior, pero haré en su momento el correspondiente reportaje.
En el medio de la única sala, hay un hogar, que calienta casi permanentemente la casa. En un rincón, está la cocina y un armario estratégicamente ubicado, con una gran cantidad de libros, hace hueco para el lugar de estudio; pobres, pero estudiosos. A lo largo de las paredes, hay tablas sobre las que hay dispuestas delgadas y consistentes colchonetas, sobre las que se duerme en fila india, como hacen los bereberes en el Magreb. Unas cortinas, bien dispuestas a lo largo del techo, contribuyen al mínimo aislamiento  personal, por lo que es obligada una respetuosa prudencia para asegurar la convivencia y la intimidad.
El exterior es prácticamente silvestre. Destacan unos parterres de buena tierra acotados por troncos de árboles, donde plantaron la huerta del verano ya acabado.
A última hora y tras interrumpir este escrito, he hecho una visita maravillosa a los vecinos de la casa. Se trata de Alexandra y Alexei, un jovencísimo matrimonio que hace su vivienda definitiva, una casa de Hobit a base de adobe, sudor y amor. Es maravilloso verles y la casa es extraordinariamente interesante. He tomado fotos y mañana haré un reportaje.
En resumidas cuentas: llegué bien y bastante cansado, no tengo comodidades y no hay ni TV, pero respiro paz, vida, naturaleza y exotismo en tierras de cosacos, en el sur de Rusia, junto al Mar Negro. Hago una comida al día y tomo dos tés, por lo que me veo adelgazando que es gerundio. Por cierto, la comida consistió en un bol de arroz vegetariano y algo de fruta. Todo un cambio de vida
En la región de Krasnodar, a 9 de octubre de 201



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