Hacía – 18ºC. Eran las 6:30 de la mañana y salimos hacia una
sala de despiece sita junto a una de las largas y heladas carreteras del lugar.
Media hora más tarde, a medida que un carnicero y su hijo, fileteaban las dos
vacas que habíamos sacrificado días antes, Ana, su hermano y yo, metíamos la
carne ya preparada en bolsas al vacío.
Tres horas después, todo estaba en casa bien guardado,
mientras que el perro y los gatos, se daban un homenaje con algunos de los
huesos.
Comimos filete, ¡cómo no!, descansamos un poco y me preparé
para ir a la tienda de donde salía la furgoneta a Sherbrooke. Ana me había
regalado queso, manzanas desecadas y cuero de fruta, una especie de compota de manzana
desecada al horno. El pequeño calentó la cerradura de su lado del coche con un
secador de pelo, pues no cerraba por congelamiento. En una cuesta abajo que
terminaba en curva cerrada, se le fue el coche y quedamos mirando en sentido
contrario, pero finalmente, superamos el susto, cogí una muestra de arena en el
Lac Mégantic para la colección de mi hijo y fuimos hacia la furgoneta.
El vejete de días pasados, nos colocó como se debe; es decir,
los niños con los niños, las ñoras con las ñoras y los viejos con los viejos.
No fue complicado, pues sólo éramos 6 viajeros de 10 posibles.
Mi nueva familia me recogió, ésta vez sí, en la estación de
autobuses. Había dejado atrás, Marston, el lugar de 800 metros de altura donde
viví enterrado en nieve y embarcado en la ciudad. Pregunté a la joven
dependiente cómo se conocían allí los jóvenes, pues no había un solo lugar de
reunión en el pueblo y me respondió que cuando van a la escuela.
La nueva casa, es la versión moderna del Arca de Noé, con 5
perros, 4 gatos, una veintena de cabras de cachemir y casi una docena de
camélidos entre alpacas, llamas y un híbrido entre ellas. Cierran la lista, las
gallinas y los patos.
El ambiente es culto y refinado. La vida es muy relajante, si
recuerdo el pasado reciente y declaro pasado el pasado, aunque esté reciente,
reciente.
Comparto la casa con una encantadora francesa de 25 años,
dulce, tranquila, amante de hacer punto y con rasgos totalmente caucásicos,
aunque su abuelo vietnamita, le regalara el apellido Nguyen. Eva, lleva mes y
medio en Canadá y recorrerá todo el país, desde Quebec hasta la Columbia Británica,
durante casi 4 días de autobús, para continuar aún con sus diversas estancias
Hepex ya organizadas. Mientras, yo habré vuelto a casa a recuperar la
normalidad.
He comido pan y he bebido vino, he trabajado lo justo
dividido entre 2 y he disfrutado con los animales. Desde la ventana y al calor
de la chimenea, se ve un precioso paraje nevado y está nevando.
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