El suelo blanco helado; el cielo azul hermoso. Era un gran día, menos
para un eral de raza jersey y una vaca frisona. Todo estaba preparado: un fusil
Remington con teleobjetivo; un juego de cuchillos que yo había afilado; un
tractor para elevar las reses abatidas y posteriormente faenarlas…
Mientras llegaba el momento,
desgrané habichuelas de lindo color violeta. Momentos después, salí con el cubo
de los cuchillos, pues Abraham cogió el rifle y las balas con gran decisión.
Sonó un seco disparo y el jersey
claudicó sobre el suelo. Julia le degolló, y el hijo pequeño, ató las patas
traseras al tractor y lo alzó rápidamente.
Minutos más tarde, comenzó la
faena; todos tiramos de cuchillo. Fue laborioso, no en vano, había que
eviscerar, quitar la piel y realizar otra suerte de tareas, que no encaja con
la sensibilidad literaria.
Cansados por el afán y llegada la
hora del lunch fuimos a la mesa ya con los deberes hechos. Tras comer, me quedé
en casa para tomarme el té y no ver el nuevo disparo.
Sonó un disparo seco y la vaca
frisona se derrumbó en el suelo. Repetimos la operación nuevamente, pero esta
vez, con más experiencia y más apresurados por la hora. Sin embargo, la gran
dama se llevó la luz y nos dejó su negritud, pero esta vez, las nubes ocultaron
su manto de estrellas. Las luces del tractor, dieron un halo fantasmagórico al
resto de la faena y el frío nos visitó.
Cansados pero contentos con
nuestro trabajo, Ana y yo, llevamos las dos canales ya cuarteadas a la sala de
despiece de un carnicero, que nos las devolverá hechas filetes de Dios, para
sustento de la familia.
Estoy contento, pues he estado en
el pueblo, por primera vez desde que llegué y he visto un supermercado y
algunas luces. Me pareció casi Nueva York y pude comprarme unas cervezas,
champú y crema de manos.
A estas alturas, creo estar
superando con nota el desafío al que me enfrento, pero miedo me da lanzar las
campanas al vuelo, pues quedan aún bastantes días y todo es posible aún.
Sencillamente estoy feliz y
exhausto, pero la verdad, que esto de la autosuficiencia, lo bio, lo ecológico
y lo místico, tiene sus limitaciones y la vida moderna de la ciudad, me parece
bastante más llevadera.
Incluyo unas cuantas fotografías para ilustrar
el artículo. Mando esta crónica del 3 del 12 del 13, desde tierras aisladas,
frías, blancas y salvajes de algún lugar de Marston.
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