No es un rincón cualquiera, es el
mío, el del sofá de piel blanca oscurecida por el uso y hundido por el abuso,
pues es la gula uno de mis pecados preferidos.
A mi espalda cuelgan dos
apartadores de bronce, ornados con luces de traje de torero, una vitrina con
muestras de arena del desierto del Sahara, tomadas en una de mis travesías
allende los 70 del XX y unas puntas de flecha en sílex de la República Islámica de
Mauritania, donde viví la primera gran aventura profesional y humana de mi
vida.
De frente y a mi derecha, sendas
cristaleras me ofrecen el exultante verde del jardín hecho a mi imagen y
semejanza, con las manos que teclean este artículo. Un arce, un tulipero de
Virginia, algunos frutales, una gran roca y a su pie un estanque. Su agua acoge
peces y mitiga la sed de tórtolas, palomas, gorriones, jilgueros, petirrojos y
muchas otras aves libres que a cambio me muestran su vida.
A mis pies, una mesa cuadrada, de
un antiguo transatlántico ya desguazado, con antiguas máscaras africanas, conseguidas
por mí en sitios recónditos del África que tanto amo y
tanto me ha dado.
Soy hombre sincero, que no gusta
de mentiras; todo lo más, las callo en medida duda. Soy de verdades verdaderas
y ello no siempre se entiende, se admite o se abraza. En el descrito
rincón, el de la íntima soledad frente al ordenador, mis palabras salen
contundentes, floreadas o directas, sin tapujos, en alto y en valiente, por lo
que con razón es mi rincón de la verdad.
De esa esquina ha salido prosa con
cierta poesía, llantos de tristeza y alegría, esperanzas de mañanas, lamentos
de pretéritos caminos, algún que otro improperio y amor en todas sus
expresiones; sobre todo, amor.
Pero no es solo mi rincón; son
también mis momentos, son los de inspiración, no importando la luna o el sol,
pero es especialmente en la negritud de la noche, con cantos de grillos, o croar de ranas durante el estío; con el
sonido del viento de otoño en el cristal, o con el golpeo del granizo del
blanco invierno cuando me inspiro en él.
Mi atuendo cuenta también; un
fresco pantalón africano a pies descalzos o un cálido atuendo de grueso
algodón, en los tiempos de huido calor.
Aquí soy yo, en mi desnudez
intelectual y aquí me encuentro a mí mismo. Aquí soy feliz jugando con las letras,
engarzándolas en sílabas, para construir palabras en frases de sentimientos, de
vida, de muerte, de paisajes y de las cosas del querer.
Es mi rincón de la verdad
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