150 km de ruta blanca, con nevada
cada vez más intensa. Carretera progresivamente peligrosa; tensión acumulada;
ojos alertas; manos crispadas y luces de la casa tras el feliz retorno. No es
mia, pero como si la fuera, pues es calor, música, luz y seguridad. Tras las
últimas y crujientes pisadas sobre la endurecida nieve de la entrada,
ingresamos en ella con la materia prima para el jueves de creatividad cerámica.
Chimenea encendida, gran árbol navideño
encendido en el exterior; velas en la mesa; carne de alce en el plato; buen
vino para alegrar la velada y hoy, sin música de ondas, pero con cálidas notas
de corazón.
El placer a la mesa, estuvo
asegurado: una pareja en sintonía; una preciosa hija tan dulce e inteligente
como femenina y un español dispuesto a beber el vino y empaparse de la dulzura
de esta familia.
Corazón caliente, alma templada,
bienestar general y repaso de la jornada.
Madrugamos con amanecida blanca y
fría. La nieve invadía los ventanales y la marcha fue rápida, a la antigua
iglesia anglicana convertida en centro social. La rueda de prensa exitosa;
nuestros bisquits, alegraron la mañana, regadas por una misteriosa tisana roja
que una herbolaria ofrecía como misterio. Se puso bizca cuando le dije que era
karkadir, también llamada bishop o agua de Jamaica y le intrigó mi acierto. Fui
la nota exótica, de europeo y español que entiende de artesanía, tanto que se
apuntó mi familia, organizadora del evento. Fotógrafo del evento, contador de
folletos para correos, porteador de trastos varios, y compañero de ruta en
busca de porcelanas a medias para la jornada de mañana.
Y previsiones de aventura, pereza
incluida. El viernes parto hacia el lago Mégantic; dos autobuses antes de que
me recojan para llevarme a plena montaña, donde obtienen el maple o azúcar de
arce. ¿Cómo serán? ¿Dormiré caliente? ¿Comeré lo suficiente? ¿Entenderé un
cerrado acento que me trae de cabeza? ¿Serán igual de afectuosos y respetuosos
los nuevos receptores de este viejo organismo? ¿Daré la talla en la montaña?
¿Habrá animales de los que deba cuidarme? y tantos interrogantes más, que no
son sino incertidumbres a las que debo enfrentarme con la consecuente carga de
adrenalina.
La felicidad la conquisto cada
día, en una mezcla de trabajo por alcanzarla, flexibilidad para adaptarme,
educación para la convivencia, sonrisa para ganarme a la gente y sobre todo, la
buena disposición de ésta, para tener una relación cordial exenta de tensiones.
Sí, sonrío porque me lo merezco y
porque lo necesito. Se me ilumina la cara, porque prefiero las arrugas en las
comisuras de los labios a las del ceño fruncido. Se me reconfortan el corazón y
el alma, porque sólo recibo energías positivas que empatizan y me agrandan como
persona.
Y pienso cómo el ser humano se
complica la vida, cuando las relaciones humanas deberían primar sobre la
rivalidad, la dominancia y tantos factores negativos que no quiero recordar,
aunque la matrícula de los coches Quebec, digan lo contrario, respecto de los
ingleses. (Je me souviens). Y pienso que otra vida con más oxígeno y miel es
posible.
La leña se acaba y no la repongo.
Pronto descenderé a la sala de televisión, para ver una rivalidad glacial, con
patines de hielo, stik y pasión, pero ese es otro tema y ahora solo quiero
añadir las fotos del día.
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