Cuando cursé
la carrera, las mujeres eran relativamente escasas en la Universidad y
estudiaban fundamentalmente magisterio, filosofía, enfermería y farmacia. Entre los universitarios estaba de
moda la izquierda, mayo del 68, Jean Paul Sartre, Marcuse y correr delante de
los grises. Fueron unos tiempos convulsos, especialmente en las universidades y en las
zonas industriales españolas.
Actualmente,
todo es diferente; la Universidad está en calma y las siglas que portan los
jóvenes no son tanto de partidos políticos, como de marcas de ropa, hasta
parecer la sección de anuncios de un periódico.
En cuanto a
las mujeres, éstas han demostrado la superioridad del sexo débil: han tomado la
iniciativa, se han adueñado de las universidades, se han incorporado a las
fuerzas armadas, ganan a los hombres en las oposiciones y consiguen puestos
cada vez más relevantes en la sociedad. Ya no tienen que vivir junto a un
hombre como si este fuera un plan de pensiones. Es el ocaso del machista pesimista
con boina que quiere tener la mujer en casa, mientras porta la alianza
matrimonial como una medalla al sufrimiento por la patria.
Este artículo,
es un público homenaje de admiración por la enorme evolución que han protagonizado las mujeres. No lo han
tenido fácil, porque han debido luchar contra prejuicios y temores de varones
que se creían en el centro del poder y aún deben superar grandes retos en todos
los ámbitos de la sociedad, las ciencias, la política, las artes y el deporte,
por ejemplo. Es cierto que esta progresión no ha sido pareja en todas las capas
de la población, pero ésta es tan
evidente como imparable y podemos decir, que el siglo XXI es sin duda, el siglo
de las mujeres.
Dicho esto,
debo añadir, que me apena y me preocupa que algunos políticos, deseen tomar un
atajo equivocado para acelerar esta tendencia. Comparto plenamente la equidad
en el reparto de las tareas domésticas en el hogar; la plena incorporación de
las mujeres en las áreas de decisión de las empresas; la equiparación en la representatividad
sindical y política; etc., pero no considero razonable, ni eficaz,
que el método que se desea utilizar para alcanzar estos objetivos, sea asfixiar
la sociedad.
Más que en la
imposición forzada de cuotas femeninas en cualquiera de los ámbitos de
decisión, que genera “mujeres florero” que en nada favorece el progreso y el
prestigio de las mujeres; más que en la
invasión de la sociedad civil, con “agentes” que vigilen el desarrollo de la
igualdad de sexos; más que en el intervencionismo en los centros de poder o del
pensamiento, vía subvenciones, penalizaciones de contratos públicos o
simplemente, sanciones administrativas; más que en la manipulación del lenguaje,
mediante campañas de “acostumbramiento lingüístico” de la sociedad, haciendo un
daño irreparable a la lengua española, patrimonio de la Humanidad, yo creo en
otros modos de alcanzar los mismos objetivos y sobre todo, creo en las mujeres
y en la propia sociedad civil.
Debe
fomentarse la igualdad entre sexos,
desde la igualdad de oportunidades ya desde la infancia; primando la formación,
la capacidad, la justicia, la responsabilidad, la solidaridad, el equilibrio
(ajeno a la ley del péndulo) y por supuesto, la libertad.
No, no es
bueno interferir y controlar las relaciones familiares, la actividad
empresarial y la sociedad. No es eficaz poner puertas al campo e invadir la
sociedad hasta ahogar su libertad.
Las mujeres
españolas dirigen bancos y barcos o pilotan aviones; gobiernan empresas; dirigen
partidos políticos; presiden parlamentos nacionales; son presidentas de
CCAA; son ministras, bien es verdad que
con muy desigual éxito entre ellas y son alcaldesas. Triunfan en la música, el
cine, el teatro, la literatura y las ciencias. Nuestras mujeres saben llegar a
las 8 cimas más altas del mundo; descender a las simas más profundas y alcanzar cualquier meta que se propongan,
porque tienen constancia, determinación, valía y coraje. Al mismo tiempo, son
capaces de crear un hogar y una familia, auténtico pilar de la sociedad.
Dejemos pues
que la sociedad evolucione desde abajo arriba; dejemos que las mujeres se ganen su propio
futuro y que lleguen las mejores y evitemos el éxito forzado e injusto de
mujeres cuotas que con expresiones sobre la masculinidad del PIB o los miembros
y las “miembras”, provocan un daño irreparable a las que realmente merecen
llegar al sol del triunfo personal.
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