martes, 28 de junio de 2022

Soñar la vida

Oteo el Mediterráneo desde mi balcón. Cada amanecer, observo la levantá del sol y cada anochecer, le veo perderse, mientras lleva su luz hacia el oeste.
Siempre observo su estado de ánimo. Sus quietas aguas, verdes, azules, turquesas o casi negras; sus excitadas olas, hijas de la luna y los vientos, adornadas de espuma blanca, besando tierra firme,...
Siempre el mismo mar, pero diferente, imprevisible, hermoso, apacible, traicionero, pero nunca indiferente.
Lo miro y admiro, desde tierra firme, donde el verde y el ocre besan sus aguas, emulando un albertiano "marinero en tierra"
Disfruto los colores de adelfas, hibiscos, jacarandas y bouganvilleas, hijas del sol y el calor.
Respiro lentamente, sin prisas en el alma, a pesar de la ingente tarea que me espera. Quiero prolongar este instante de paz, quietud y bienestar,... pero mi brújula mira ya al norte.
Pronto diré un hasta luego al Mare nostrum, surcando las nubes hacia el Atlantico norte, allá donde los profundos fiordos, de aguas heladas, cambian periódicamente los paisajes de mi vida.
Vuelvo a tierras de alces y bueyes amizcleros; a cielos de cisnes salvajes de altos vuelos; a lagos de castores y nenúfares; a bosques sin la albura de los inviernos; a jardines de rododendros y peonías; a corazones amigos, de tez clara, azul mirada y almas nobles.
Un año más y un año menos, en un mundo hermoso y cruel, que barrunta crisis económica y tambores de guerra, con pólvora y sangre.
Solo queda vivir el amor, la amistad y la belleza, esperando el apaciguamento de los lobos humanos, para vivir más amaneceres.


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