Nací en 1947, en el
seno de una familia media española, que basó su progreso en el trabajo, la
honradez y el respeto a los demás. Me eduqué en una vida austera,
de mérito, esfuerzo y disciplina, en una España de pocos colores, donde
no era fácil obtener pasaporte, ni tener facilidades de viaje. Ya entonces, mis ojos seguían las estelas de los barcos. Mi
corazón se mecía en ellos al son de las olas y mi alma soñaba lejanos e ignotos
países, en los que algún día hollarían mis pies.
Me licencié en Veterinaria, por amor a los animales, inculcado por mi padre y por la lectura de la obra de Félix
Rodríguez de la Fuente, al que tuve el privilegio de conocer. Mi ilusión era ser veterinario en una reserva de animales
salvajes y mi mente se perdía en horizontes de sabanas africanas, pero el
destino había pensado otra cosa para mí.
Fui becario en Francia y me
especialicé en pesquerías. Viví en Mauritania, entre 1973 y
1974. Ingresé como funcionario público español en 1975. Cambié entonces los
amplios horizontes del desierto por las verdes y brumosas montañas
de Cantabria. Con ello, perdí parte de mi libertad, con el propósito de fundar
una familia y tener una seguridad económica y laboral.
He vivido en
Cantabria, salvo el periodo del 78 al 82 del pasado siglo, que residí en
Melilla y los tiempos ejercidos como Consultor internacional en Honduras, Senegal y Sao Tomé e Príncipe.
Me jubilé en el 2012,
desprendiéndome del reloj, el calendario y
la corbata, adueñándome del tiempo y recuperando mi libertad. Realizo desde entonces numerosos viajes por el
mundo. No lo hago
siguiendo circuitos aborregados, sino que viajo al corazón de la gente, viviendo con familias del país, compartiendo las tareas diarias, los afanes, los sueños y las emociones con los que me acogen. Unas veces, disfruto de confort; otras, debo adaptarme a la situación. En cualquier caso, recibo abrazos, sonrisas, miradas de complicidad y curiosidad allá donde voy. Cuando abandono los hogares, dejo en ellos parte de mi alma, pero me llevo en contrapartida, un pedazo de corazón extranjero.
siguiendo circuitos aborregados, sino que viajo al corazón de la gente, viviendo con familias del país, compartiendo las tareas diarias, los afanes, los sueños y las emociones con los que me acogen. Unas veces, disfruto de confort; otras, debo adaptarme a la situación. En cualquier caso, recibo abrazos, sonrisas, miradas de complicidad y curiosidad allá donde voy. Cuando abandono los hogares, dejo en ellos parte de mi alma, pero me llevo en contrapartida, un pedazo de corazón extranjero.
He vivido en desiertos y extensas praderas; subido
montañas y adentrado en la selva; padecido grandes calores y fríos rigurosos. Pero sobretodo he sentido incertidumbres, temores,
ansiedades, ilusiones y pasiones de vida, de un mundo emocionante.
He compartido momentos con personas del poder y de la clase media, con técnicos, científicos, obreros, desamparados, marginales y gente de todo afán de vida y destino.
Con todos ellos he procurado ser el mismo, sin separarme de la realidad y de mis
valores personales.
Mis armas han sido
la sonrisa, la bondad, la honradez, la autenticidad y la cooperación. Mis metas hacer amigos, conocer nuevas formas de vida y aprender a leer, no ya las letras encadenadas, sino el lenguaje corporal y las cicatrices del cuerpo y del alma, por el paso de la vida.
He sido ayudante de
ceramista, procesado maple, trabajado en granjas y cuidado alpacas; he instalado una conducción de agua potable o reparado el porche de una casa. Pero este no es el final del camino, pues me esperan nuevas experiencias en tierras lejanas, que me enriquecerán como persona.
Mis ansias viajeras, no suponen forzosamente un menoscabo de la unidad familiar, si haciendo caso a Gandhi tengo “alas para volar y raíces para volver”.
Antes que los sagrarios de oro y
los corazones de piedra prefiero los corazones de oro y los altares de roca; me emociona más una capilla en un oasis del corazón musulmán, que la mismísima capilla Sixtina.
Entiendo que el Paraíso está en una isla, a la que se accede a través de los distintos puentes que son las diversas religiones del mundo. Las respeto aunque no las siga y comparto la mía si la respetan. He rezado en mis templos cristianos, en mezquitas, en sinagogas y a cielo abierto, sintiéndome a mi modo y en todas ellas, cerca de Dios.
Entiendo que el Paraíso está en una isla, a la que se accede a través de los distintos puentes que son las diversas religiones del mundo. Las respeto aunque no las siga y comparto la mía si la respetan. He rezado en mis templos cristianos, en mezquitas, en sinagogas y a cielo abierto, sintiéndome a mi modo y en todas ellas, cerca de Dios.
He visitado santuarios del arte,
como el Prado, el Louvre, el Vaticano o el Metropolitan Museum. Ver las obras maestras del hombre, ha
sido un privilegio, pero me emociono más con la grandiosidad de la Naturaleza, en
cualquiera de sus manifestaciones. Un volcán en erupción, un glaciar en progresión, una catarata en
vertiginosa caída, un caudaloso río, un plácido lago de hermosas riberas, una
cima de nieves perpetuas y tantas manifestaciones
más, incluidos los tornados, los ciclones, las lluvias torrenciales, los
atardeceres y los amaneceres, son infinitamente más hermosos, incluso en la
tragedia, que cualquier manifestación humana.
En mis caminos de vida, intento ensanchar
las distancias recorridas entre mis puntos cardinales. Allá donde voy, adapto
mi mente a la situación y las mentalidades del lugar, con unos principios
sólidos, pero con una mente de chicle, para superar las aristas de la
intolerancia y los prejuicios.
He visto seres opulentos y he visto de cerca las consecuencias del hambre. Afirmo que el mundo es
injusto y la muerte por hambre, es un asesinato consentido por el egoísmo. He comido en mesas con bandejas
de plata de múltiples cuberterías y abundantes manjares. También he compartido
la miseria en el suelo como mesa, sobre la hierba como mantel, con manos como cubiertos
y engrudos como presunta delicia y a menudo en estos últimos he sentido mayores emociones de vida.
Seguiré viajando mientras tenga un hálito de vida; la sangre circule potente por mis venas; posea curiosidad; disfrute el olor de
un pan recién hecho o de la tierra mojada; me emocionen la mano
tendida de un niño o las arrugas de un anciano. No; no se lo pondré
fácil a la muerte, quien deberá buscarme entre dunas, oasis, veredas de selva,
espumas del mar, anchas sabanas o simplemente, un recóndito paisaje en el que
me solace de la paz del momento.
A lo largo de mi ya dilatada
vida, he cultivado numerosas pasiones, de las que conservo mi amor por la jardinería,
la fotografía, la escritura y las colecciones de antiguas máscaras africanas,
así como de arenas del mundo. Estas aficiones, determinan en gran parte, el
entramado de este blog.
El mayor placer de un escritor,
es comunicarse con los demás y ser leído por personas ávidas de vivencias y sentimientos. Gracias por concederme el privilegio de tu tiempo y por propagar mis trabajos entre posibles lectores.
Me sigue impresionando tu facilidad de escritura y la forma tan bella que tienes de expresar hechos y sentimientos. Olé por ti.
ResponderEliminarFelicidades por la idea de este blog. Como siempre, muá.
Gracias por tu comentario. Es el mejor estímulo para quien pretende transmitir emociones al lector. En realidad no es difícil, o tal vez sí, sólo es preciso escribir con las pulsaciones del corazón.
EliminarEnhorabuena por el blog y por seguir permitiéndome sumergirme y disfrutar de tus impresionantes periplos viajeros y expresivos.. Como siempre , todo mi cariño.
ResponderEliminarGracias Ruth, Tu curiosidad cariño y son una mezcla entrañable para mí. Un beso
EliminarHola Miguel.
ResponderEliminarNosotras también viajamos en tu estilo, al contacto de las poblaciones locales, gracias a Helpx/Couchsurfing. Intentando conocer las particularidades y disfrutando. No depende de la edad!
Gracias por compartir!
Suerte viajera.
Ainara&Sonia
www.viajesconmochila.blogspot.com