lunes, 12 de febrero de 2018

Ángela

En la actualidad, es cada vez más frecuente, pedir una cita previa u obtener un número de atención al público, ya sea en establecimientos de venta minorista o en oficinas de servicio público.

De esta forma, si debes hacer una mañana una consulta en la Hacienda Pública, en la Seguridad Social y comprar un billete de tren, por ejemplo, tienes asegurada, entre 4 o 5 horas de paciente espera.

Durante ese tiempo, debes levantar reiteradamente la cabeza, para mirar en una pantalla, cada sonido de aviso de una nueva llamada.

La cuestión se agrava, cuando debes repetir la visita, porque el hijo que te había pedido que le realizaras la gestión, no había efectuado previamente lo necesario para que el proceso culminara con éxito.

Esta vez, "pacientaba" la espera junto a una joven de aspecto sudamericano, que resultó ser colombiana. Su tez tenía la tersura de la juventud, su piel era del color de la bendita tierra, sus ojos, grandes, hermosos y expresivos y sus carnosos labios, reflejaban la pasión de América.

Sin embargo, lo que más gustó de ella, fue su naturalidad, espontaneidad y frescura. Una joven de 38 años, madre de dos hijas, la mayor de 15 años, que resultó ser veterinario como yo, pero acá en España, era la responsable de un centro de restauración colectiva.

Había formado una familia en España y traído posteriormente a su familia colombiana. No echaba especialmente de menos su tierra hermosa, exótica y caliente, pues tras casi tres lustros de pisar España, era ya más de acá que de allá.

Tenía simpatía, incitaba a la ternura y era una mujer con cara de inocencia, a la que la vida había zarandeado.

Viéndola, recordé a la dominicana que triunfó en España con dos estrellas Michelín tras empezar de fregona, hasta llegar a la cúspide.

La tuteé porque le dije que tenía hijos mayores que ella. Me respondió con una sonrisa y me mostró su condición de mujer de bien, sacando adelante una familia, con su único esfuerzo y tesón.

Nuestra historia está plagada de emigrantes que hicieron las Américas, triunfaron y volvieron como ricos indianos. Otros muchos, la mayoría, quedaron para siempre en nuestros países hermanos, añorando y llorando España.

Esta vez, son muchos los hispanoamericanos que emigran a nuestro país, en busca de mayor seguridad persona y un mejor nivel de vida.

Ángela, es una de ellos y ha sabido ganarse un futuro entre nosotros. Esta vez, la espera del numerito en la pantalla de Hacienda, no sirvió para efectuar positivamente mi gestión, pero la dulce colombiana, contagió mi mañana de optimismo y alegría, antes de volver a realizar otra cola en la caja del supermercado.   

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