Sol arriba; cielo azul; trece respiraciones por minuto; otro amanecer y aún seguía vivo, sin ser un número en las estadísticas de la pandemia.
Decesos oficiales falsos y muchas muertes invisibles más, de ancianos marchados en anónimo silencio, sin mano amiga, sin consuelo ni amor.
Virus, test de diagnóstico y ataúdes de China; todo procedía del Extremo Oriente; menos los muertos, que eran nuestros. Ojos oblicuos exportaban y ojos redondos, sufrían y lloraban en silencio lágrimas de dolor, yéndose para siempre.
Los ancianos desaparecían y a veces, sus familias no localizaban sus restos.
Se fueron muchos hijos de la guerra; los que sufrieron la España negra; levantaron la nación y poblaron de hijos la piel de toro.
Se fueron muchos de los que se forjaron en la adversidad; entregándose recia y generosamente al país, , renunciando a su propio bienestar.
Murieron los del mono azul en las fábricas; los del sombrero de paja en las eras; los del carbón en las minas; los que redaban el mar para pescar entre gaviotas; los que protegían sus ovejas de los lobos.
Marcharon los hijos de una España vaciada. con intelectuales en el exilio y capitales fugados, que emigraron al destierro por un pan para sus familias; los de las manos encallecidas, que llenaron las fábricas, las oficinas y las universidades, con sus hijos, ya convertidos en clase media.
Cuando la vacunación masiva es un hecho y la estadística de muerte por el covid 19 está en declive, rindo homenaje a los fallecidos mientras que pido como ciudadano de a pie, que los responsables de tantos desaciertos, egoísmos y abusos habidos, se enfrenten a sus responsabilidades políticas y penales.
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