viernes, 11 de junio de 2021

Cinco bizcochos

Cajas numeradas; alfombras enrolladas; alcayatas liberadas de peso; paredes vacías y suelos casi invisibles, bajo tijeras, cintas de embalaje, botes, cartones y papeles.

Bombillas desnudas, iluminando el caos de una mudanza; césped selvático, por falta de tiempo y de ganas; corridos mejicanos, para dar alegría; villancicos, cuando quería paz o ternura y telediarios, para estar en el mundo.

Comida envasada, proteínas sin alma; pan de dos días; chorizo picante y té, mucho té, para sentir calor de hogar, aunque en grado de supervivencia.

Soledad; trabajo que no cesaba, borrando recuerdos, vaciando una casa vivida veinte años entre dos diciembres.

Un alma buena; una mujer que sabía por lo que estoy pasando; una contemporánea curtida en la vida cosmopolita; una cocinera compasiva.... me dio otro bizcocho, y fueron cinco surgidos del horno caliente, de sabor a familia, de amor a un semejante, que se afanaba en empaquetar la historia. 

Tras cinco bizcochos y diez días de paredes vacías, bebí los vientos del sureste, camino del Mediterráneo, hacia la luz, los hijos y el destino, pero con fe, fuerza e interrogantes de un futuro incierto.

Cinco bizcochos y cinco sonrisas. La mujer se llamaba Eva y ahora, que ya no estoy en el Cantábrico, ni siquiera en el Mediterráneo, sino en el Mar del Norte, en la Suecia del sol de medianoche, mi recuerdo y mi agradecimiento a mi bondadosa amiga. Tarde, pero con sentimiento. 

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