viernes, 17 de julio de 2020

Flores voladoras

Siendo niño, perseguía las mariposas de los campos. Cuando atrapaba alguna, mis dedos se manchaban con las coloridas escamas de sus alas y perdían su belleza.

Años después, aprendí que no consistía en correr tras las mariposas, sino en hacer atractivo tu jardín, para que acudan a él y verlas en libertad.

Este símil, vale también, para atraer a tu vida las personas por las que tienes afinidad.

He aprovechado el confinamiento, para recuperar mi abandonado jardín y al tiempo, hacer una huerta para ofrecer sus sabores a mis seres queridos, mientras añado belleza a mi rincón de paz y bienestar.

Curiosamente, han acudido numerosas mariposas, cuyo objetivo no era embelesarme con sus vuelos, sino desovar en mis plantas comestibles.

Hace un par de días, numerosas orugas devoraban con avidez, mis lombardas y mis coliflores, dejando las hojas en esqueletos inservibles.

Tuve que escoger entre una bucólica distracción o romper el ciclo evolutivo de las mariposas; es decir, o poesía de colores o sabores de otoño; entre quijotesca visión de la vida o filosofía sanchopancesca.

Converti un envase de limpiacristales con pistola difusora, en un inédito arma de destrucción de orugas y tras una fumigación, salvé mis "plantas de sabor y compañia"

El limpiacristales, también sirvió para matar pulgones de las hojas de mis citricos y supongo, que algún día sirva hasta para limpiar las ventanas de mi casa, tan trabajadas por arañas y caracoles.

A lo largo de los años,  he interferido en el microambiente de mi jardin. Una vez, traje ranas a mis estanques para oir sus cantos y combatir las  larvas de mosquitos.

Algunos renacuajos de sapo ya adultos, se reprodujeron igualmente, creando un ambiente hostil para mis peces de colores, que murieron en su totalidad.

Una gran rana adulta  atacó un pájaro que acudió a beber  atrapandole por la cabeza. Ambos animales, murieron a la vez por asfixia.

Habia liberado unos erizos, para que comieran la plaga de babosas y caracoles, pero también devoraron ranas y sapos en sus correrías nocturnas.

El croar de las ranas, atrajo a una culebra de agua, que "desranó" mis estanques, con lo que las larvas de mosquitos, completaron su ciclo evolutivo y nos picaron.

Mientras evoco mis recuerdos, sigo medio confinado y sin bajar la guardia, pues el virus ataca de nuevo. 

Me dedico a reproducción de plantas, para escribir poesías de colores en mi jardin; veo crecer mis tomates, esperando que se sonrojen con el sol; tiño caracoles del jardín con pintura fluorescente, para ilusionar mis nietos con falsas luciérnagas y ahuyento las mariposas, aunque sean "flores voladoras".

Imagino que el covid solo ha sido una mala pesadilla y que soy libre de nuevo. Sueño nuevos paisajes y paseo mis huesos por caminos angostos, pedregosos y empinados, o piso mullidos campos de verdes praderas, donde las amapolas bailan al viento de la libertad, sin ira, libertad.

Sueño paisajes humanos de tribus ancestrales; fieras de selva, aves de paraíso y cortejos de fauna salvaje.

Sueño y sueño mucho, pero mi alma de joven, está prisionera en un cuerpo viejo y crujiente, que a su vez, está cautivo por el miedo a una pandemia, en un mundo sometido a un desvieje sin precedentes.

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