miércoles, 29 de julio de 2020

El hijo de madera

Año 2000. Un jardín en diseño; un sueño de futuro.

Un retoño de magnolio, esperando hundir sus raíces; un gran agujero de plantación; tierras procedentes de los 5 continentes, testimonio de la globalización y símbolo de mis sentimientos diseminados por el mundo.

Muestras de tierra de los Dale, en Australia; de los Vega, los Johncox y los Garvey  de Norteamerica; de los Dessert de Francia; de mis ancestros de Salamanca; de mi juventud de Sevilla; de mi pequeña patria de acogida; de los lugares hermosos, que guardan secretos de mi alma,.....

Arenas de aventuras de desierto; tierras de cumbres conquistadas; de cuevas descendidas; de mis recuerdos, de mis emociones, de mi vida...

Mi árbol abraza con sus raices mi historia personal. Me ha dado sombra, mientras leía libros o la imaginación bullía en mi interior, creativa y apasionadamente.

Los muñones de sus podadas ramas, guardan secretos de nostalgia; palabras de amor; sueños de futuro; inocencias infantiles..... 

Son mensajes reales, escritos en miniaturas de papel, engullidas por la creciente madera, formando parte para siempre, de su parte arbórea.

De sus grandes y efímeras flores, emanan suaves efluvios, al tiempo que embellecen sus verdes y coriaceas hojas, que caerán sobre el verde césped, tornadas en color tabaco.

Mi hijo de madera, crece mientras mengua mi futuro. 

Pasamos por el mundo, creyendo que la tierra nos pertenece, cuando será ella quien nos abrace para siempre.

Aspiramos a la eternidad; a dejar huella en la historia, con obras de pintura, literatura, escultura, arquitectura, con descubrimientos científicos, récords deportivos, ... o simplemente, con la transmisión de nuestros genes.

Los errores de mi pasado, son la sabiduría de mi presente. Han cambiado mi escala de valores, reduciéndose a la salud, los buenos sentimientos, la autoestima personal y a un bienestar razonable. Han desaparecido las ambiciones, los egoísmos, los objetivos intrascendentes y las alharacas del poder.

Respirar 13 veces por minuto, inyectar alegría en vena a mi derredor, crecer en bondad y espiritualidad,... prepararme para el último viaje....

A veces, abrazo clandestinamente a mi hijo de madera y solo simbólicamente, pienso, que algún día, cuando sea ceniza para la eternidad, pueda alimentar sus raíces, prolongarme en su vida, dar sombra a otras generaciones, ver los mensajes guardados en su madera, recordar mis historias de tierras lejanas y perfumar el aire, con el suave aroma de las flores del magnolio.

Nota del autor: mi jardin tiene muchos hijos más, igualmente hermosos y mi vida, tiene tres hijos y cuatro nietos, que juegan felices entre la madera de mis sentimientos

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