Lluvia suave y persistente; olor a ozono y tierra mojada; caracoles pastando la hierba; primeras hojas desertando la madera. El agua limpia el paisaje y la tierra sacia la sed del verano.
Cantabria barrunta el otoño y los turistas dejan las arenas, de salitre y espuma.
Un verano raro, de bañistas con mascarilla; de alegrías en la distancia; de miedos de batas blancas y de coronavirus asesinos.
Pronto cambiará el calor de geografía. Vendrá un otoño de nubes negras. Las hojas caídas, mostrarán las desnudas ramas y las cifras de contagios, de muerte y paro, mostrarán las desnudas vergüenzas de la política.
Pararemos la pandemia, pero quedarán los llantos por sus víctimas, la miseria económica y también las plagas de la incompetencia, el sectarismo y la corrupción.
A pesar de ello, el mundo seguirá girando; más caliente; más contaminado, pero aún hermoso.
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