Jardín abandonado, por los viajes, la desidia y la inconstancia. Sueños de pasión y belleza, a veces olvidados...
Respiro hondo, aprieto las manos al azadón, elimino maleza, volteo la tierra, la rastrillo y nivelo; planto huerta; con manos viejas y desnudas, cansadas por el tiempo. Piel en tierra; yemas doloridas; terrones entre dedos, palpando el mundo.
Estanques de vida, donde bebe la silvestre fauna; flores hermosas que ofrecen colores; frutos que prometen sabores; rincones con misterios y sorpresas; mi sueño, mi obra, mi jardín.
Cuerpo dolorido; agujetas de campo trabajado; articulaciones crujientes; manos ásperas; uñas negras.
Pandemia de covid, miedo de contagio y muerte; confinamiento obligatorio; hogar dulce hogar.
Escapada de supermercado; guantes y mascarilla; microgotas con virus, como balas de muerte.
Descarga de la compra, lavado, desinfección.
Acogedor sofá, música clásica, paz, sosiego y bienestar. Telediario de aplausos en balcones, de ataúdes ocultos, de tragedia escondida.
Escena furtiva, un matrimonio, de 89 y 91 años; hospital; camas juntas; abrazados, esperando con amor desdentado, "la muerte no es final"
Ojos húmedos de emotiva ternura; de admiración ante la escena de amor y en cierto modo, envidia, por adivinar una vida plena, feliz, duradera y hermosa.
Pasan los días, crece mi huerta, los pájaros abandonan los nidos y huele a salitre de mar en olas de espuma blanca, mientras manejan al pueblo con sofismas a modo de "gota malaya"
Los jóvenes desatan sus ansias de libertad, ajenos a la prudencia y a la solidaridad con sus mayores. Los recolectores del campo, en condiciones insalubres y los inmigrantes, también diseminan los coronavirus.
Suben las cifras del contagio, del paro y de la deuda, mientras se teme un otoño de hambre y sufrimiento.
Cierro los ojos; sueño un futuro sin miedo, de fronteras abiertas, de horizontes lejanos, de mochila; de botas en otros paisajes; de emociones y vivencias; de aventuras entre rostros extraños.
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