sábado, 24 de octubre de 2020

Paredes vacías

Casa soñada, diseñada, vivida y vendida, Una mudanza, paredes que se vacían y ofrecen su desnuda pintura, llena de alcayatas, de recuerdos descolgados. Solo bienes materiales, muchas veces inservibles, pero que son testimonios de historias de niñez, de adolescencia o de viajes por el mundo.

Trozos de madera, que evocan antigüedades de mi vieja Sevilla; recuerdos de la ¨Casa de los pintores¨, de la Plaza de los carros, de Antonio el de la calle Imagen y de Manolito, el carpintero que nos ayudaba en el empeño de devolver a la vida muebles de caoba, venidos de Cuba, de Venezuela,...de recónditos rincones de las colonias perdidas.... 

Un espejo que se desmonta, un papel de periódico cubano del siglo XIX, protegiendo su azogue; un misterio, una historia romántica imaginada, una nostalgia de la España de ultramar....

Una madre que decapa emocionada el viejo barniz y saca belleza a la dormida madera, unos ojos que brillan al descubrirla, un tacto suave, acariciándola en el sentido de sus caprichosas vetas, una pequeña joya, mezcla de arte, historia y sentimientos...

Un cáncer maldito que te arranca la madre precozmente, unos muebles proporcionando amor de hogar, recordando su rostro, sus manos, sus sueños perdidos,...

Nietos que apenas vio, vida que pasa, años que avejentan, sentimientos rotos,.....

Cambio de rumbo y de paisaje; rostros nuevos: luz del Mediterráneo, nieves de Suecia, un camino nuevo, entre dos mundos, ya muy tarde, cuando el crepúsculo te pide paz y sosiego en tu torre de marfil, esperando lo que a todos nos llegará alguna madrugada.

Cada objeto descolgado y embalado, condenado a la obscuridad de una caja, numerada y almacenada, es clausurar una ventana al pasado, es un cierre de ojos, es una lágrima retenida que pesa en mi corazón, pero también, es el deseo de transmitir el testigo a los hijos de su hijo, que han sabido valorar el sueño de una abuela, que sólo uno de ellos, tuvo el privilegio de conocer.

Cada objeto embalado, es una cadena que se rompe, un aligeramiento del peso que me quebranta y al tiempo, un paso a la libertad, desnudándome del pasado, hasta quedar ligero de equipaje, camino de un horizonte que me atrae y me asusta, por desconocido e imprevisible. 

Mi patria es la familia, repartida por un mundo globalizado, con sentimientos de varias nacionalidades, un sino del siglo XXI, que debo afrontar con un alma del siglo XX y debo adaptarme al cambio, a veces con lágrimas y otras con la reciedumbre que el momento exige, superando miedos y nostalgias de paredes vacías, pero eso si, con el corazón lleno de sentimientos.





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