jueves, 1 de octubre de 2020

Tres cigarrillos

Mis abuelos me contaban historias y anécdotas de la Guerra Civil, que oía con interés. Por ejemplo, cuando los soldados fumaban en una trinchera del frente, el enemigo se alertaba con la llama de prender el primer cigarrillo; preparaban el fusil al encender el segundo y disparaban al tercer fumador.

Vi en la fachada de su casa, huellas de disparos de la guerra, pues la zona donde vivían, había sido frente de batalla en la toma de Madrid. Recuerdo que cada atardecer, aún con luz suficiente, bajaban totalmente las persianas y encendían la luz. Era costumbre hacerlo en la guerra, porque podían verles desde el exterior y ser blanco de un disparo. Es decir, que 20 años después de finalizar la contienda, aún tenían miedos del pasado.

Durante el conflicto armado, se cometieron muchas "sacas" "paseíllos" y asesinatos a lo largo y ancho de toda la geografía española. Se trataba de ajustes de cuentas por rencillas personales, delaciones, o simplemente, por ser de pensamiento político diferente, ir a misa y vete a saber cuáles otras miserables razones.

 Aquél terror, marcó la generación de nuestros padres y abuelos. Por ello, a los que nacimos en la postguerra, nos decían que no nos significáramos políticamente. De esta forma, mis padres, ni siquiera me permitieron disfrutar de los campamentos de verano de la OJE, Organización Juvenil Española.

Los estudiantes de izquierda, empezaron a "mover la Universidad", a principio de los años 60, aumentando el activismo, tras los acontecimientos franceses de "Mayo del 68"

Nunca me signifiqué en aquella época y a pesar de ello, pude ser agredido dos veces en Madrid, al verme atrapado entre la policía y algaradas estudiantiles.

Respiré libertad durante mis estudios de máster en Francia. Asistí por curiosidad, a mítines políticos sobre el comunismo de la URSS y China. También conocí por azar, independentistas vascos y catalanes. Por primera vez en mi vida, contrastaba mi educación y valores, con otras ideologías políticas.

A pesar de no implicarme políticamente, tuve cierta precaución al volver a España, pensando que el "Régimen" pudiera controlar los jóvenes españoles en el vecino país. Era evidente, que pesaban sobre mí los temores infundidos por mis mayores.

Con la llegada de la democracia a España, los jóvenes habíamos perdido los miedos del pasado. Habíamos viajado a la libertad

Sin embargo, recientemente, los que llevamos España en las venas, sentimos la presión social de los extremistas y los independentistas. Asuntos como el feminismo y la memoria democrática, entre otros asfixian la libertad de pensamiento y de expresión

Por otro lado, la denuncia de que un partido comunista en el poder, tiene grupos de activistas que persiguen y acosan a representantes de las instituciones, en su beneficio, parece retrotraernos, a los tiempos del "tercer cigarrillo" y retumban ecos de "paredones", que por el momento, son de acoso sin sangre.


 




 


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