martes, 27 de marzo de 2018

Egipto 9: el paisanaje

Cuando viajo a un país, me gusta deambular por sus calles, mezclarme con la "fauna humana", oler sus perfumes, oír sus voces, sentir el palpito de la vida y traducir a mi intelecto, los sueños y ambiciones de vida de un pueblo.

Es difícil abstraerse del monumental Egipto, con sus templos, sus pirámides y la inmensidad de su cultura. 

Sé apreciar el arte y la historia de un gran pueblo, pero a mí me subyugan sobretodo, la fauna, los paisajes y el paisanaje.

Durante mi corto, pero intenso viaje por Egipto, tuve mi "sobredosis de piedras". Fue obligado y maravilloso.

Pero lo que realmente me llenó, fue observar las orillas del Nilo desde el barco, transportándome a tiempos pretéritos, como si fuera un nacimiento viviente.

Egipto es un viaje imprescindible en el circuito turístico mundial. En él confluimos viajeros de todos los continentes, con culturas realmente dispares, gracias a la globalización.

No sólo se observan gentes del sur y del norte del país, sino toda clase de musulmanes de países limítrofes; cistianos de diferentes credos, católicos, ortodoxos, budistas, hinduistas, etc., hasta conformar un auténtico escaparate de la vida humana.

Los orientales forman ya parte del paisaje internacional. No importa el lugar, allí están, en grandes bandadas invasoras, ocupando todo el espacio, muchas veces de forma imprudente y con ansias de fotografiarse con cualquiera que les llame la atención.

Aportan exotismo, especialmente, las mujeres, que se recrean en posados interminables bloqueando los monumentos al resto de los turistas.

A pesar de mi dilatada experiencia en países musulmanes, aún me llaman la atención las mujeres con burka, como me ocurre, pero generando otros sentimientos, al ver las negras con sus coloridas telas, sus turbantes y sus bebés en la espalda. 

He aquí, algunos testimonios gráficos de mi primer viaje del presente año.


































































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