lunes, 7 de octubre de 2019

Viaje al norte. Capítulo 2. Noruega: Bueyes almizcleros

Recorrimos un largo camino; bordeamos numerosos lagos; atravesamos bosques y vimos incontables casas de madera de color ocre. Sentía impaciencia por volver a la agreste Noruega. Me ilusionaba avistar alces, renos y bueyes almizcleros; subir montañas y navegar por sus fiordos.

Vimos un inmenso monumento de acero dedicado al alce y nos dirigimos a un parque natural donde rastrearíamos con un guía local una manada de bueyes almizcleros. 

Los encontramos en un terreno pantanoso, donde fuimos acribillados por una nube de mosquitos. Se parecían mucho al mosquito tigre, pero en negro y tengo de ambas especies, infaustos recuerdos.

No fue posible acercarnos a los bueyes; eran muy cautelosos, tenían crías y podían ser muy agresivos. Sin embargo, pude tomar en mi mano lana de estos animales, que se había enganchado en un arbusto. Más tarde, pude ver una calavera de un ejemplar joven. 

Primera cabaña utilizada en nuestro viaje










 

Un salvaje buey almizclero
Al día siguiente, acudimos a otra reserva natural, con el ánimo de ver otra manada de almizcleros. Subimos una elevada montaña y llegamos a a un mirador cerrado. Era verano, pero debimos protegernos del frío. Imaginé entonces, cómo sería observar los animales en pleno invierno.

Una guía nos enseñó muestras de los animales de la zona y nos facilitó la observación de éstos con potentes prismáticos.


Calaveras de almizcleros, así como cornamentas y pieles de reno






Renos