lunes, 27 de enero de 2020

Suecia en la mirada. Capítulo 6: Lapland, Icehotel, iglesia y mina


El dueño del centro ecuestre donde habíamos dormido, nos llevó directamente a Jukkasjärvi, donde existe un famoso hotel de hielo, que es construido todos los inviernos, pues con la llegada del calor, se descongela. Pensé que tenía cierta similitud con nuestras Fallas de Valencia, una expresión de arte popular, que nace para morir, en este caso, pasto de las llamas.

Todos los años, artistas venidos de todo el mundo, construyen y tallan exclusivamente en hielo, una iglesia o lugar de ceremonias, un bar de hielo y numerosas habitaciones.  

Tras la puerta de entrada, decorada con pieles de reno, había un gran vestíbulo, con una grande y hermosa lámpara de hielo. Desde este hall, salían varios pasillos con habitaciones a ambos lados, que tenían a la entrada, una placa de hielo con el tema de la decoración y el nombre del escultor que la había esculpido.

Las habitaciones estaban iluminadas con luces frías, de color verde o azulado; el ambiente era muy frío y todas las camas tenían encima pieles de reno. 

La iglesia era también un témpano de hielo. Hay quienes se casan y pasan su noche de bodas en una de las suites del hotel. Se me ocurrió que una vez derretido el hielo, ya no quedarían restos que recordaran el feliz evento.

Hay quienes se casan en la cima de una montaña, bajo el mar, en un acuario con tiburones, en una isla tropical o en un antiguo granero del oeste americano, evento éste último, que tuve ocasión de presenciar. Desde luego, una boda en un hotel de hielo, es una ceremonia muy original, aunque no imagino una tórrida noche de amor de cuerpos desnudos entre témpanos de hielo.

Una de las joyas del hotel, es su icebar. La barra, los asientos, los vasos de bebida, todo era de hielo, salvo el alcohol y las pieles de reno existentes por doquier.




Lamentablemente, perdí bastantes fotografías de mi visita al hotel
de hielo, pero conservo algunos testimonios de mi fría experiencia
En la última foto parezco una de las momias que se descubren periódicamente en el 
hielo de los Alpes por efecto del calentamiento global. En realidad, cuando me la 
hicieron, estaba tras una transparente columna de hielo del hall de entrada del hotel
Debíamos volver a Kiruna, pero aquél día, no había autobuses. Afortunadamente, un joven matrimonio noruego, nos aceptó como pasajeros y nos acercaron a la ciudad. Nos dirigimos 
entonces a pié hasta la iglesia de la población.

Era una joya arquitectónica edificada en madera con un atractivo paisaje exterior. Nos costó subir la cuesta de acceso, pues el hielo nos hacía patinar, pero mereció la pena.

Mientras admirábamos su interior, recuperamos parte de nuestro calor corporal, pues estábamos ateridos por el hiriente frío reinante.

Bajamos cuidadosamente los peldaños de la escalera, recubiertos de hielo y paulatinamente, nos acercamos al Centro de Turismo. Nuestro objetivo era viajar en autobús hasta LKAB, la mayor mina de hierro del mundo, que dio origen a la fundación de Kiruna.

Visitamos las instalaciones de la mina e incluso descendimos hasta 540 m, de los 1600 m de profundidad que tiene. Nos impresionó la magnitud de la mina y el hecho de que una gran parte de la ciudad, se está hundiendo paulatinamente, por lo que está siendo trasladada a una zona más segura. 

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Habíamos cubierto todos los objetivos que nos llevaron a Lapland, la Laponia sueca. Emprendimos camino a la estación de Kiruna, conociendo en el trayecto, estudiantes alemanes del plan Erasmus y una curiosa joven paraguaya, judía de origen ashkenazi, con sangre alemana, rusa, rumana y polaca, con antepasados que habían vivido en España. Nos contó que una gran parte de su familia, había sido asesinada en Auschwitz, por no huir a tiempo a Paraguay.

Tras 5 días de viaje por Lapland, había perdido 3 kg y tenía una importante sobrecarga en la rodilla derecha. El frío y la bajada de defensas, me regalaron un buen catarro. Estaba pues, notoriamente perjudicado, pero feliz por la experiencia.

Viajamos durante día y medio hacia el sur de Suecia. La nieve dejó paso a dulces paisajes de campos abiertos, entre bosques y lagos, con preciosas casas de madera generalmente ocres. Pensé entonces, que el centro y el sur de Suecia, no era tan frío.

Mi rodilla se quejaba de dolor a nuestro paso por la estación de Estocolmo. Llegamos a Orebro y  continuamos nuestro viaje en coche. Ya en casa, noté un chasquido en mi rodilla y un fuerte dolor.
Por ironías de la globalización, me atendió en el hospital, un médico español. Mis días felices en Suecia, tocaban a su fin y retornaría a casa 5 días después.

Ya en casa, mi lugar de seguridad y bienestar personal, he terminado con éste artículo, ésta nueva serie sobre Suecia. Un país lejano; un corazón cercano; frío y calor; ojos turquesas y ojos de miel; miradas vikingas y sureñas, que sueñan compartir juntos hermosas emociones. 

Nostalgia, aventuras de paisajes, emociones de vida. Volveré. 











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