domingo, 3 de septiembre de 2023

Embrujo y amor en Sevilla

En el año 844  los vikingos de Normandía, llegaron por el río Guadalquivir con una flota de drakkars hasta Ishbiliya, la actual Sevilla.

Atacaron la ciudad, saquearon sus riquezas, tomaron esclavos y dejaron un millar de muertos.

Abdar Rahman II, envió sus tropas desde Córdoba para defender la ciudad. A pesar del valor, la astucia y la ferocidad de los vikingos, los árabes vencieron a los invasores y ejecutaron a 400 vikingos, colgandolos de las palmeras.

En 1614, llegó a Coria del Río, un galeón que había zarpado de la ciudad japonesa de Ishinonaki,  con 180 tripulantes japoneses, al mando del Samurai Hasekura Keicho, en misión diplomática.

Muchos de los tripulantes, se establecieron en la ciudad. Para facilitar la pronunciación de sus complicados nombres, se les impuso a todos, el apellido Japón. Actualmente, más de  600 corianos, llevan ese apellido.

En 1965, el alcalde de Sevilla, invitó a dos corresponsales de prensa de Suecia y Japón, con el fin de divulgar en sus países, ambas efemérides. 

El periódico japonés, Ishinomaki Hibi Shinbun, envió a su corresponsal Kimura Yuki. Menuda, ceremoniosa, introvertida y delicada, era una porcelanita del Sol Naciente

El Gotheborgs Posten, de Gotemburgo, envió a Magnum Nilsson, escritor y periodista. Era un gigantón pelirrojo, de ojos azules, con 40 cm de pié y unos 100 kg de peso vivo canalla. 

Tenía la cabeza vendada. Al pasear por la feria montado en una yegua en celo, un caballo quiso montarla y debió tirarse al suelo como pudo.

Tras el trágico incendio de la feria de 1964. Los sevillanos apreciaron como nunca la de 1965. Los asistentes abarrotaban las calles y  las casetas del ferial y se produjeron excesos por doquier.

El Alcalde de la ciudad, agasajó a los invitados, en la caseta municipal. Como pagaba el Ayuntamiento, abundaban la manzanilla, las nécoras, las gambas, el jamón y los montaditos de lomo.

Pronto se vieron rodeados de personajes tan oportunistas como pintmorescos.

Jairo Montoya, el "Follarranas", gitano y guitarrista; un junco aceitunao y un artista en las cosas del querer. Habia sido vendedor de mantillo pa las macetas, afilador,  vendedor de pajaritos y de ancas de ranas. Se ganaba unas perras tocando pa los guiris en el barrio de Santa Cruz y en los tablaos de poca monta.

Tanaka Kaito, nieta de una geisha, a la que quiso emular, pero tras dos años como maiko, viajó a Sevilla para ser bailaora de flamenco. Allí se amancebó con Jairo, tras convencerla éste de que si yacía con él, bailaría  con la pasión y el duende de un gitano. Jairo la presentaba como "Gitanilla de Kioto". 

Lola Japón,  la "Pavera". Natural de Coria del Río, era una buscavidas segun la temporada: ponía un puesto de pavos en Navidades y otro de sandías y melones en verano. El resto del año, vendía, tortas de aceite, aguardiente y cigarrillos sueltos en el puente San Telmo; arbejones en la plaza de las palomas y chucherías e higos chumbos en la puerta de un cine de verano.  Sus amplias caderas, eran como una barcaza en la que muchos querían navegar por las procelosas aguas de la pasión. Dicen que hizo estragos amorosos en las carretas del Rocío.

De repente, apareció un querido y exótico personaje de la Feria de Sevilla: Pepe, "el Escocés". 2 m de tío, falda escocesa, zapatos con hebillas, calcetines largos y una boina coronada con una pluma.

Pepe se sumó al festín. El escocés, el gitano, las japonesas el vikingo, ... aquello prometía.

Pepe era un pozo sin fondo y no habia alcohol que doblara su altiva figura. El vino y su alma de artista, le daban cierta gracia bailando sevillanas.

La Gitanilla de Kioto, jarta de vino, se arrimaba al Follarranas, todo lo que el decoro de la época permitía.

A Lola Japón, le encantaba calentar a los hombres y dejarles con dolores en la entrepierna. Queria vengarse así  de todos ellos, pues una vez, mientras estaba agachada recogiendo caracoles, un degenerado, la atacó por detrás. 

Engatusaba al vikingo, con una mirada caliente, suaves caricias, su turgente mascarón de proa y el balanceo de sus caderas. 

Cuando a Nilsson,  se le subió el temperamento, se fue a por Lola y ésta, ya harta de vino  y gambas, se escapó para Coria.

Entonces, irrumpió en escena, Coral Vargas, la "Pitonisa". Vendedora de jazmines, lectora de manos y echadora de cartas, era famosa porque bailaba descalza, y su mirada echada fuego de pasión. 

Una noche descubrió a Jairo, "su hombre", saltando en su colchón con Gitanilla de Kioto. Desde entonces, sentía un ataque de cuernos que la quemaba las entrañas.

Al ver su Jairo con la maico, perdió los papeles. Maldito seas traidor. ¿Qué tiene esa que no tenga yo? Y le tiró un viaje de uñas a la japonesa, que sangraba por la sien. Los municipales la arrancaron a duras penas de su presa y se la llevaron al cuartelillo, aún con pelos en sus manos.

Jairo se llevó a su Tanaka y la compensó en la cama, con una doble sesión de duende gitano.

Kimura y Nilsson, regresaron al hotel. El vino y el embrujo de Sevilla, prendieron en ellos la pasión, como el fuego quema la estopa.

Los fuertes y pesados embites del vikingo, arrancaron gritos de placer de la nipona, que pronto tornarían en dolor, cuando ésta comprobó que le había roto dos costillas.

Ambos corresponsales, escribieron sendos artículos sobre la llegada de los vikingos y los japoneses a Sevilla. Una ciudad, que embruja a sus visitantes, les invita al amor y les inflama de pasión. Aseguraban que era imposible escapar de allí, sin una noche de amor

Desde entonces, muchos guiris del norte y japoneses, van a Sevilla buscando su duende. 

Kimura y Nilsson, se establecieron en Lysekil, en el suroeste de Suecia, donde tuvieron un hijo pelirrojo con ojos rasgados,  que causaba admiración

Notas del autor:

El ataque en el año 844 de los vikingos normandos a la ciudad de Sevilla, durante el Emirato Omeya de Córdoba es un hecho histórico.

También está documentada la llegada del galeón japonés a Coria del Río en 1614. Entre los más de 600 descendientes japoneses, surgió una Miss España que fue invitada a Japón. 

Pepe el Escocés, en realidad se llamaba Oliver  Bertrain y era de origen francés y holandés, tenía sensibilidad escocesa y era sevillano de corazón. Murió en Niza, con 74 años, en 1972.

El resto de los personajes son inventados, así como el relato del artículo.


Recreación de la invasión vikinga de Sevilla
   
Reproducción del galeón japonés 
Corianos cantando en japonés 


Baile de sevillanas en la feria

Pepe el Escocés



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